El Estado, los banqueros y los equivocados académicos que los justifican, están tratando de construir la economía mundial sobre cimientos de dinero fíat, deuda y manipulación de los mercados, un grave error.
Como todos sabemos, el mundo está sufriendo una crisis terrible. Por eso es que más que nunca necesita capitalismo real y auténtico, no estatismo disfrazado de aquél. Hoy en día es muy común escuchar a los intervencionistas diciendo que el capitalismo es la madre de todos los males, pero no es así. De hecho, es la intervención del Estado en la economía la raíz de la enfermedad. Si piensa que nuestros llamados jefes de Estado o de gobierno son mejores organizando nuestras vidas personales, temo decirle que está equivocado. Todos conocemos a los políticos.
El Estado no se preocupa por nuestro bienestar, sino por su poder –por cierto, un poder otorgado por nosotros, el pueblo–. Los políticos luchan como fieras en los países democráticos y se aferran a él en aquellos que no lo son, por el poder en sí mismo. A veces también –en países como México– para enriquecerse. Con el fin de conservarlo nos engañan dándonos supuestos derechos y “beneficios sociales”, en especial a los más pobres, porque dicen que eso “es lo justo”. Es el discurso perfecto, porque casi nadie se atreve a decir “no, no ayuden a los pobres así, porque al final los perjudican”, por el riesgo que implica ser acusado de ser una persona egoísta y sin corazón, por decir lo menos.
El Estado y su discurso de supuesto “beneficio social” han hecho un gran trabajo en casi criminalizar a los que consideran capitalistas “insaciables”. Por supuesto, los liberales pensamos que tenemos que ayudar no sólo a los pobres sino a toda la humanidad, para que logren un mejor nivel de vida. Pero eso no se puede lograr mediante políticas estatistas. Por tanto, lo que es justo es que la humanidad se siga desarrollando y halle de manera libre nuevas formas de producir viejas cosas, así como crear productos y servicios novedosos cada vez más baratos. De eso se trata el capitalismo. Así que no es justo que se ponga en riesgo a la civilización, que es hacia donde nos dirigen los políticos en la mayoría de los países por su afán de poder.
El progreso no se puede dar por hecho, ni es un proceso automático e irreversible. El desarrollo actual del que disfrutamos en el planeta fue posible gracias a la acumulación de capital, por lo que, si el capitalismo nos ha traído aquí, destruir sus fundamentos implica volver a una nueva Edad de las Tinieblas. Un error típico de algunos analistas y académicos de izquierda es considerar que el capital es algo que siempre crece, casi en automático. Eso es un error. El capital debe ser repuesto, ya que se consume, y para esa reposición de capital es necesario acumular ahorros reales.
Los economistas de las corrientes predominantes confunden causas con efectos, y ésa es una de las razones por las cuales piensan que crédito/deuda son igual al ahorro y capital. Asimismo, que la expansión crediticia es acumulación de capital.Pero lo cierto es que no son sinónimos. A pesar de ello, los bancos centrales tratan de estimular la economía mediante la expansión permanente de crédito, es decir, expandiendo la deuda al infinito. Eso es imposible por definición. Tarde o temprano, la deuda debe ser pagada y el castillo de naipes se derrumba, y sin embargo tratan de mantenerla en pie colocando más y más cartas. Obviamente, esto agrava el problema, pero no les importa: piensan que están haciendo bien.
En este sentido, los gobiernos –esos intervencionistas que aman el poder– dicen que están haciendo “todo lo posible” para crear puestos de trabajo y de producción, pero en realidad sólo continúan expandiendo el crédito, pues se han dado cuenta de que es una forma encubierta, ideal, de meter las manos en los bolsillos de todos, lo que se expresa en el alza de precios. Un robo con todas las de la ley.
En suma, el mundo está condenado porque el Estado, los banqueros y los equivocados académicos que los justifican están tratando de construir la economía mundial sobre cimientos de dinero fíat, deuda y manipulación de los mercados, un grave error. Están consumiendo capital y, para ser claros, un capital erosionándose no puede sostener nuestra civilización. Lo mejor que el Estado podría hacer es minimizarse, dejar que los mercados libres funcionen, garantizar la propiedad privada de sus ciudadanos, proporcionar sistemas monetarios y bancarios honestos sin reserva fraccionaria ni banco central, y reducir los impuestos. Éstos son una confiscación de la propiedad privada. La ganancia es el principal incentivo para el desarrollo y la acumulación de capital, y, por ello, del progreso económico. Sin aquellas bases capitalistas auténticas, toda riqueza, que en apariencia existe, es una mera ilusión que ya se está desvaneciendo.
Fuente: Forbes