Por Sanjuana Martínez
“El porvenir está en manos del maestro de escuela”.
Victor Hugo
Enrique Peña Nieto pensaba que su reforma educativa tendría carro completo luego de encarcelar a Elba Esther Gordillo, pero se equivocó. La crisis educativa que padece México desde hace décadas no se arreglará con una simple “reforma” copiada del sistema educativo estadounidense. Lo que realmente necesita México es una revolución educativa, una revolución de los maestros.
Los maestros tienen en sus manos el futuro del país. Y la mayoría sabe que la reforma propuesta por el gobierno peñanietista no es más que una reforma laboral y administrativa cuyo objetivo principal es despedir a miles de maestros.
La reforma de Peña Nieto nació con un gran defecto: no convocó a los sectores involucrados a una consulta y evadió la convocatoria de foros públicos para elaborarla. Por tanto, la reforma nace con el signo autoritario que caracteriza al PRI.
Oficialmente, la reforma pretende elevar la calidad de la educación pública y respetar los derechos de los maestros, pero en la práctica es una reforma sin proyecto educativo claro, ni siquiera plantea la solución al rezago educativo de 32 millones de personas que existe en el país.
Tampoco plantea cómo va a resolver los graves problemas pedagógicos que hay en este momento en el sector educativo, marcado por la desigualdad entre estudiantes pobres y estudiantes ricos.
Tomando las líneas del modelo educativo de Estados Unidos, la reforma nos quiere convencer de que el sistema escolar debe ser administrado como una empresa privada y por consiguiente tendrá que replantear el control de los maestros con exámenes para castigar con el despido a aquellos que no aprueben los estándares exigidos.
Para Enrique Peña Nieto y su flamante Secretario de Educación, Emilio Chuayffet, el avance de los estudiantes es y será siempre una reponsabilidad única de los maestros; pero extrañamente no incluye ningún mecanismo para elevar su capacitación y la actualización de su preparación.
En consecuencia, es obvio que el objetivo del gobierno es quitar al sindicato de maestros la hegemonía de la conducción del sistema educativo público. Sin embargo, al elevar la evaluación de los maestros a rango constitucional, Peña Nieto está reconociendo que el sistema es incapaz de generar sus propias reformas ni autoevaluaciones.
La gran mayoría de los ciudadanos conocemos los vicios del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y estamos de acuerdo en promover una democratización interna, pero eliminar su autoridad y participación en la conducción del modelo educativo es un error.
Copiar modelos que empobrecen la enseñanza como sucede en Estados Unidos donde las reformas están acabando con la voz colectiva de los maestros y privatizando la administración de un recurso público, es una grave decisión.
El problema principal de la reforma, es que el PRI sigue uniendo al sistema educativo con el poder político y el corporativismo. Peña Nieto llegó al poder gracias a su alianza con Gordillo y sus antecesores con Carlos Jonguitud. Los priistas piensan que la educación es retórica y por eso no tienen proyectos y objetivos concretos.
Fue el PRI quien convirtió a los maestros en moneda de cambio político. Fue el PRI el culpable de traficar con la enseñanza a cambio de votos. Fue el PRI quien hizo que los maestros cambiaran su compromiso ético del conocimiento, por el poder político y sus prebendas.
Las evaluaciones de estudiantes y maestros han resultado ser un fracaso. El Instituto de Evaluación creado con Vicente Fox generó la masificación del proceso y pudimos comprobar que las escuelas pobres seguirán teniendo estudiantes educados de manera pobre; mientras las escuelas privadas ricas seguirán teniendo los mejores estudiantes. ¿Dónde está la ciencia de esta evaluación? ¿Qué beneficios obtuvimos si la enseñanza de educación básica sigue siendo la misma?
En los sectores marginados también hay buenos estudiantes, excelentes maestros, niños brillantes, pero si se les evalúa con el mismo sistema, los resultados serán sumamente obvios. La solución no está en excluir. Se necesita encontrar las capacidades y potenciales de cada estudiante.
Por eso, la prueba Enlace es un fraude, porque los maestros ahora preparan a sus alumnos para el examen y no para que aprendan todo lo necesario, sino, para aprobar una evaluación concreta.
Fuente: Sin Embargo