La revolución alimentaria

0

Por Pedro Cerrada Serra/ Revista Soberanía Alimentaria

Grecia está en una crisis tremenda, y España parece, se dirige al mismo lugar. Pero, ¿cómo reacciona la sociedad civil en Grecia ante esta situación? Tomamos unos extractos del artículo de Nicholas Bell publicado en Le Monde Diplomatique para conocer cómo las propuestas de la Soberanía Alimentaria y los valores del mundo rural son el verdadero rescate y la verdadera alternativa. Sí, se hacen muchos paralelismos entre Grecia y España, y como veremos también en lo rural podemos encontrar referencias interesantes y propuestas inspiradoras.

1. INICIATIVAS EN GRECIA

Nos encontramos en Paranesti, al norte de Drama, en las estribaciones de las Ródope, la cadena montañosa que corre a ambos lados de la frontera con Bulgaria, donde empieza nuestro viaje. Es el municipio más grande y menos poblado de Grecia, rico en inmensas extensiones de bosque. Hemos venido a participar en una bolsa de semillas y un encuentro internacional de tres días organizado por Peliti, una asociación creada hace diez años por Panagiotis y Sonia Sainatoudis.

Primera gran sorpresa: en Paranesti nos encontramos en medio del mayor acontecimiento europeo relacionado con las semillas, impulsado por una energía y un entusiasmo increíbles. Alrededor de 7.000 personas han venido de todos los rincones de Grecia, de varias regiones e islas, para aportar (y sobre todo transportar) saquitos de semillas de variedades antiguas o locales de verduras y cereales.

Al hilo de las conversaciones, comenzamos a identificar ciertos rasgos esenciales de la sociedad griega, sobre todo en lo que se refiere al medio rural. Si nos situamos en 1922, tras un grande y traumático intercambio de poblaciones turcas y griegas que vio a un millón y medio de personas refugiadas abandonar el Asia Menor por Grecia, se llevó a cabo una importante reforma agraria que distribuyó las tierras a las y los que las trabajaban. Gracias a esa reforma, la distribución de tierras es relativamente igualitaria, en general entre 5 y 20 hectáreas por explotación.

El éxodo rural de Grecia data sobre todo del período que siguió a la Segunda Guerra Mundial y la feroz guerra civil entre 1945 y 1949. Apenas se sabe que los ejércitos alemanes destruyeron casi todas las grandes ciudades de montaña de más de 2.000 habitantes, lo que supuso un golpe terrible al tejido rural. El éxodo también ha sido favorecido por la política, apoyada por Estados Unidos, dirigida a incrementar la oferta inmobiliaria en las ciudades. Y ha continuado desde la entrada de Grecia en la Comunidad Europea en 1981.

Pero el hecho de que ese fuerte movimiento de población hacia las ciudades sea relativamente reciente tiene como consecuencia que los vínculos entre el medio rural y las ciudades se mantienen muy vivos. La gran mayoría de la población griega tiene parte de su familia en la ciudad y otra parte en un pueblo. La ciudadanía mantiene una relación afectiva y constante con «su» pueblo y acuden regularmente para los festejos. Además existe un fenómeno muy extendido, el de las asociaciones de la diáspora que reúnen a las gentes de un pueblo o de una provincia determinada.

Todo eso favorece mucho el actual movimiento inverso de las ciudades hacia el campo. Algunos sondeos revelan la sorprendente cifra (difícil de verificar) de un millón y medio de personas griegas que estarían tentadas por ese enfoque. Alrededor de 50.000 ya lo habrían emprendido.

Recuperar la vida en los pueblos

Dimitris Goussios, profesor de geografía de la Universidad de Tesalia, recuerda Ellinopyrgos, un pueblecito de las estribaciones que rodean la planicie de Tesalia, actualmente poblado por un centenar de personas, casi todas mayores. Pocas perspectivas, se diría. Falso: existen desde hace mucho tiempo seis asociaciones creadas por la diáspora originaria de ese pueblo en Australia, Alemania, Estados unidos, Atenas… que agrupan a 2.500 personas. Varios jóvenes, todos de familias originarias de Ellinopyrgos, quieren iniciar actividades agrícolas y hortofrutícolas. Una conferencia por satélite organizada con la ayuda de un Centro de Investigación dirigido por Dimitris Goussius ha podido reunir a las y los habitantes del pueblo, las y los jóvenes y las y los miembros de las seis asociaciones de la diáspora para determinar con precisión cómo podrá llevarse a cabo el regreso a la tierra de la mejor forma posible. Además, esas asociaciones urbanas vinculadas estrechamente con el pueblo constituyen un mercado privilegiado y muy motivado de los productos que se elaboran. Así, esas asociaciones superan su carácter tradicional, festivo, cultural y patrimonial para asumir cuestiones económicas y la instalación de nuevos emprendimientos agrícolas.

Uno de los jóvenes urbanos ha explicado a Dimitris Goussios: «No quiero venir para ganar dinero. Si trabajo en una empresa en Atenas ganaré 400 o 500 euros. Eso para mí es esclavitud. Aquí, incluso aunque gane menos, sobre todo encuentro la libertad». Según Goussios, «la mentalidad cambia hacia lo cualitativo, hacia la calidad con lo colectivo. El individualismo no ha terminado, pero ya no es tan fuerte como antes».

Al preguntarle sobre el sorprendente espíritu de generosidad del trabajo de Peliti continúa: «Al menos en Grecia, después de tres decenios de hiperconsumismo, la crisis está ayudando a hacer una nueva evaluación de lo que había y de lo que ya no habrá. Hace mucho tiempo no solo existía la generosidad, sino también la reciprocidad. Aquí, por ejemplo, cuando se construía una casa todo el pueblo participaba. Ahora estamos recuperando todo eso, la solidaridad, la reciprocidad, la generosidad. Lo positivo es que en Grecia eso todavía existe, al menos en la memoria de las personas, mientras que en Francia, donde el éxodo data principalmente del siglo XIX, hay una ruptura. Ya no hay puentes o pasarelas, mientras que aquí cualquiera, aunque sea la tercera generación, participa en las fiestas del pueblo, viene a pasar diez o quince días, el abuelo o abuela le lleva a ver los animales en el establo. Por lo tanto existe un contacto, y aunque sea débil el proceso será más fácil».

La revolución de las patatas

Durante nuestra estancia en Tesalónica, la segunda ciudad de Grecia, visitamos un huerto creado por doscientos personas de diferentes generaciones y profesiones en un terreno militar que ocuparon. Las verduras crecen, las y los hortelanos elaboran planos de las plantaciones y de momento nadie se lo impide. Pero seguramente tendrán que pelear para quedarse. Desde que empezó la crisis han aparecido numerosos huertos colectivos en las ciudades griegas.

Otro fenómeno nuevo se desarrolla rápidamente, el que se conoce en general como «la revolución de las patatas». A principios de este año las y los productores de patatas de la región de Nevrokopi, en el norte del país, se encontraron con una gran cosecha que no conseguían vender a un precio justo. Los supermercados ofrecían 15 céntimos por kilo, que no cubren los costes de producción, y las revendían a más de 70 céntimos. Las y los agricultores reaccionaron distribuyendo toneladas de patatas gratis en las plaza de las grandes ciudades. Al verlo, un profesor de gimnasia de Katerini, Elías Tsolakidis, se puso en contacto con ellos y puso en marcha un sistema de pedidos directos de los consumidores por internet. Ahora las y los productores bajan a muchas ciudades, se instalan con sus camiones en los aparcamientos y venden las patatas a 25 céntimos el kilo. Todo el mundo gana salvo los supermercados, obviamente, que han tenido que bajar su precio de venta, aunque sigue siendo muy alto. Este sistema se ha extendido progresivamente a otros productos como el aceite de oliva, la harina y el arroz.

Luchas contra las agresiones al medio rural En Tesalónica también asistimos a una manifestación contra el proyecto de una inmensa mina de oro a cielo abierto en la región de Halkidiki que destruirá varios pueblos y el bosque de Skouries, una de las forestas más ricas de Europa en biodiversidad. Parece que los proyectos mineros se reavivan… Durante la manifestación entrevistamos a Alexis Benos, un profesor de medicina que se declara asustado por las inevitables consecuencias en la salud pública en las y los obreros de la mina, en la población de los alrededores e incluso más lejos debido a la gran volatilidad del polvo que genera la mina. Además se prevén problemas graves de contaminación de las capas freáticas a causa de la utilización masiva de cianuro para extraer el oro del mineral.

Mucha población griega teme que el Estado, bajo presión, malvenda las riquezas minerales del subsuelo. Pueden aprovechar que en una época de crisis profunda los movimientos ecologistas tienen más difícil movilizar a la población. También la gente está preocupada porque los bosques griegos, casi todos públicos y poco explotados, puedan ser vendidos a cualquier tipo de proyecto.

Servicios públicos colectivizados

Alexis Benos: «Es cierto que esto es un desastre, como una calamidad natural que se abatiera en las islas por todas partes. Como médico te diré que en los dos últimos años he conocido un aumento significativo de suicidios, así como de los problemas de salud y de los trastornos psicológicos. Y al mismo tiempo el gobierno recorta y destruye el sistema sanitario público.

¿Qué podemos hacer? Aquí, en Tesalónica, se está desarrollando un movimiento de solidaridad y hemos creado un centro médico solidario. Somos más de 60 personas del sector de la salud. Trabajamos en el centro fuera de nuestro horario laboral y atendemos a personas que ya no tienen ningún acceso a la atención porque ya no hay servicios públicos o porque ya no tienen seguro. Antes, mientras estabas en el paro, tenías un seguro; ahora eso se acabó. Mucha gente se encuentra en esa situación. Realmente es una crisis brutal para las personas que antes no eran pobres. Tenían un empleo o un negocio y de la noche a la mañana perdieron todo. Esos son nuestros pacientes. Cuando abrimos el centro médico solidario pensábamos que la mayoría de las personas que acudirían a nosotros serían inmigrantes. Pero en la actualidad el 70% son población griega.

Hace poco en un café hubo una discusión sobre si íbamos a pasar de la carne a los garbanzos. Aquí en los cafés también se hacen risas y bromas. Es como el teatro de la Grecia Antigua, nunca se sabe cuándo se habla en serio y cuándo en broma. Un viejo dijo: «Escuchad, yo hice grandes festejos en mi juventud con garbanzos y después vi que cada vez aparecía más la carne en la mesa. Así que poned atención, la auténtica cuestión no es si comeremos carne o garbanzos, ¡el verdadero problema es que dejásemos de festejar!

2. INICIATIVAS EN EL ESTADO ESPAÑOL

A propósito de identificar las alternativas que están surgiendo en Grecia como respuesta a la crisis, nos ha parecido interesante visibilizar algunas parecidas que se dan en nuestro territorio. Desde luego hay muchas más, son innumerables.

Huertos urbanos

Son muchas las iniciativas de huertos en las ciudades españolas. Vamos a tomar Madrid como ejemplo de sinergias entre ellas. Desde enero de 2011 funciona la Red de Huertos Urbanos de Madrid con intención de compartir recursos, estrategias y energías entre los más de cuarenta huertos urbanos que existen. La horticultura urbana comunitaria está demostrando muchas fortalezas y elevadas posibilidades de regeneración urbana pero también, social y democrática:

– Propicia el uso de espacios tradicionalmente descuidados como zonas interbloques, descampados baldíos y zonas de parques poco cuidadas.

– Promueve la creación de espacios convivenciales, polivalentes y el encuentro inter-generacional e inter-cultural. – Permite la recuperación de la sabiduría y cultura campesina que aun atesoran muchas de las personas mayores de nuestros barrios.

– Aumenta el grado de sostenibilidad de nuestros barrios, pueblos y ciudades, diversificando el abigarrado espacio urbano, contribuyendo a esponjarlo, creando espacios de elevada calidad estética y paisajística, y mejorando la calidad de vida urbana: mayor biodiversidad, atenuación de temperaturas, reducción de ruidos y polución…

– Permite descubrir la necesidad de compatibilizar los trabajos tradicionalmente masculinos (productivos) con los trabajos y tareas tradicionalmente femeninos (reproductivos o de cuidados), permitiéndonos la posibilidad de “cambiar de roles tradicionales” y hacernos más conscientes de nuestras relaciones inter-personales y de género.

– Posibilita una elevada implicación vecinal, fomentando así el arraigo territorial, la vinculación con el espacio y la identidad de barrio. Nos permiten reiventar la esfera y dimensión colectiva en momentos duros, como los actuales, donde es preciso, más que nunca, actuar para salvarnos juntos. Más información:http://redhuertosurbanosmadrid.wordpress.com.

Su verdadera cosecha no son sólo sus ricas verduras de temporada, sino, sobretodo, los “intangibles”: autoestima personal, altruismo, identidad de barrio, sentimiento comunitario, espacio dialogante y deliberativo, creatividad social, relaciones cooperativas…

Bancos de tierras periurbanos

Fruto de las movilizaciones sociales, también son muchas las iniciativas para recuperar tierras públicas en diferentes municipios españoles con la doble voluntad de generar empleo y alimentación local. Algunos de ellos se han agrupado como el caso de la Red Terrae que ya cuenta con 3.000 hectáreas de terreno de cultivo para ceder a aquellas personas que las recuperen para prácticas agroecologícas.

El objetivo, explican, «es recuperar las prácticas agrícolas y acercarlas a las propias de la agricultura ecológica, por ejemplo, evitando los pesticidas». Una de las medidas que han desarrollado es el banco de tierras, que cuenta con un espacio en la web en el que interactúan ofertantes y demandantes de tierras para prácticas agroecológicas. Para completar el banco de tierras, se pondrán en marcha redes de consumo, banco de herramientas y de “conocimientos” para que los y las participantes puedan compartir sus experiencias y sus buenas prácticas.

Más información en www.tierrasagroecologicas.es

Otra experiencia hay que destacar, la que se está llevando a cabo en el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid con la creación del Parque Agroecológico. En una superficie de 36 hectáreas, 16 asociaciones, cooperativas y empresas sociales se disponen a cultivar los terrenos que han arrendado y que en total representan la generación de 77 puestos de trabajo. Revisando quienes son los beneficiarios del proyecto se constata que el perfil lo marca gente joven con alto grado de formación y preparación, integrando a los saberes tradicionales las nuevas técnicas agroecológicas y formas de comercializar por internet.

De este programa hay que destacar una característica, la tierra no se entrega a emprendimientos individuales sino que se potencia sean asociaciones o empresas de la llamada ‘economía social’, donde están presentes los valores del cooperativismo y la horizontalidad.

Más información en www.rivasciudad.es

Canales cortos de comercialización:

Entre las muchas experiencias para dejar de lado las cadenas del sistema agroindustrial, destacan las muy variadas formas en acercar de nuevo campesinado y población consumidora. Nos detenemos en esta ocasión en el proyecto ARCO-Agricultura de responsabilidad compartida- que estimulado por COAG potencia mercados de productores y productoras, grupos de consumo, cajas a domicilio, venta directa, tiendas locales o suministro a restauración colectiva.

Más información en www.coag.org

Un huerto que acerca culturas

El estrés de los primeros días era considerable. No hacía mucho que habíamos dicho que sí a la propuesta que nos hacían los diversos colectivos sociales implicados en el proyecto “Obrint Nous Camins”, que se quería desarrollar en Natzaret. Es desde este humilde barrio del extrarradio de Valencia de donde parte la iniciativa de realizar un programa de formación en distintos oficios tales como carpintería, albañilería o fontanería, dirigido a un colectivo de inmigrantes subsaharianos con el objetivo de favorecer su integración. Este programa incluiría un curso de capacitación agrícola, y es aquí donde entrábamos nosotros.

Desde la Cátedra Tierra Ciudadana aceptamos el reto y cinco personas voluntarias nos pusimos manos a la obra implicándonos en este proyecto. Resulta extraño reconocer que a pesar de nuestra formación, cuatro ingenieras agrónomas y un biólogo, solamente se nos haya preparado para un modelo de producción exclusivamente industrial, alejado del campo y la diversidad y alejado más aun de la huerta tradicional tan nuestra y tan cercana. Pero estaba claro que primaría la diversificación, el uso de variedades locales, las asociaciones y rotaciones de cultivos, un control biológico de las plagas, el uso de abono orgánico natural o el cuidado de la tierra.

En el municipio costero de Meliana, a pocos km al norte de la ciudad de Valencia, se localiza nuestro pequeño huerto solidario de 450 m2 (algo más de media fanegada, como habría dicho cualquier agricultor de L’Horta). Richi, ingeniero agrícola reconvertido a agricultor por pura vocación, nos había cedido de buen agrado el terreno volcándose además por completo en el proyecto. Hoy por hoy y gracias a su experiencia y consejos, se ha convertido en una figura clave del equipo.

La experiencia de este joven proyecto está resultando intensa desde el principio. 20 chicos, jóvenes en su mayoría y de procedencias diversas, acuden en bicicleta cada semana al Huerto a preparar el terreno, a hacer compost, un semillero o cualquier cosa que hayamos previsto. Como vamos descubriendo, no se trata únicamente de un curso de capacitación en agricultura ecológica. Eso sería simplificar enormemente la verdadera dimensión de este aprendizaje común, en el que al final todos habremos sido maestros y alumnos.

Cuando comenzamos este proyecto me sorprendió no encontrar a ninguna chica en el grupo. ―¿No les interesa la agricultura? ―pregunté. La respuesta es que sí les interesa. Sin embargo ellas, jóvenes también, son en su mayoría madres, casi todas viudas o solteras. El cuidado de los hijos se impone pues a la agenda del curso. Si somos capaces de consolidar este proyecto, el próximo objetivo es integrar a este grupo mujeres a través de la construcción de un pequeño invernadero en el que, ya libres de horarios, cuidarían los semilleros necesarios para abastecer de plantones el huerto. Y mirando aún más allá, y a sabiendas de que para llegar lejos hay que caminar despacio, trataremos de contactar con iniciativas locales parecidas para cooperar y crear sinergias que acerquen nuestra pequeña huerta a la ciudad.

Verdaderamente este pequeño huerto solidario está resultando ser mucho más que un espacio de formación alternativo donde aprender a cultivar lechugas y tomates ecológicos, es una parada en el camino para tomar aire y seguir avanzando hacia un futuro más justo y más humano.

Fuente: http://revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com/2012/08/24/grecia-recupera-soberania-alimentaria-y-tambien-el-estado-espanol/

Enhanced by Zemanta

Comments are closed.