Por Álvaro Mena Fuentes
Marchita está la vida y muerto el corazón de sus flores y los que meten su jícara hasta el fondo, los que estiran todo hasta romperlo, dañan y chupan las flores de los otros. Falsos son sus reyes, tiranos en sus tronos, avarientos de sus flores. De gente nueva es su lengua, nuevas sus sillas, sus jícaras, sus sombreros; ¡golpeadores de día, afrentadores de noche, magulladores del mundo!
Chilam Balam de Chumayel
De los cuatro vientos que le dan vida a la Península de Yucatán, se escucha una palabra renacida, una palabra que se creía apagada, ocultada, ahogada, que nadie de allá arriba quiere escuchar, porque se han esforzado demasiado en simular que aquí, en estas tierras de nuestro pueblo maya, no pasa nada, que hay tranquilidad y calidez, al grado de rebautizar a Mérida como “ciudad de la paz”. No les basta con haberla llamado antes “ciudad blanca”, presumiendo de quienes la poseen. También Campeche y Quintana Roo salen al paso compitiendo por ver quién pacífica mejor su estado, y cuando hablan de esto se refieren sobre todo a pacificar a los que somos mayas; éste es el concepto con que les gusta disfrazar el despojo y la represión.
Con este telón de fondo y con el pretexto de modernizar y desarrollar la península de Yucatán, argumentando que los mayas somos incapaces de ver la riqueza que tenemos en nuestro territorio, se sienten con derecho de despojarnos de éste para realizar su tan ansiado desarrollo industrial, turístico, habitacional o agrícola.
En Yucatán lo están haciendo en la comunidad de Holbox, donde Fernando Ponce García, dueño de BEPENSA, se quiere apoderar de 980 hectáreas de tierra para construir un complejo turístico de 600 millones de dólares. Esta tierra se la quitaron a los ejidatarios con engaños y con manipulación de la asamblea ejidal. La misma estrategia que utilizaron en el ejido de Lerma, vecino de la ciudad de Campeche, donde la familia Escalante, los más ricos de la entidad, quiere cobrar con tierras ejidales el avalúo que hicieron de las mismas. El mecanismo de despojo fue el mismo: comprar autoridades, dividir y manipular la asamblea ejidal. El objetivo también fue el mismo: construir en esas tierras un Country Club.
En Campeche la historia se repite en toda su periferia. La comunidad de San Antonio Ebulá, también vecina de la ciudad de Campeche, tenía más de cuarenta años habitándola; había una escuela, casa de salud, etcétera. Hasta que una madrugada, sin previo aviso, llegó Eduardo Escalante con tractores y policías para destruir y despojar a las familias que ahí vivían. Apareció con un título que le concedía la propiedad sobre esas tierras. El gobierno le dio la razón.
Las historias de despojo se repiten una y otra vez en la Península de Yucatán y tenemos la claridad de que todos los casos no son hechos aislados, sino una estrategia, un mecanismo de despojo creado para quedarse con todos los recursos que tenemos como pueblo maya. En Yucatán 70 por ciento de lo cenotes son propiedad privada, utilizados como sumideros de granjas de cerdos o como atractivo turístico de algún hotel. La selva es otro de sus objetivos. El ejido de Hopelchén, Campeche, se encuentra peleando por 100 mil hectáreas de su ampliación forestal que se ubica en la selva de Calakmul, lo cual fue arrebatado con engaños a la asamblea ejidal. Ahora quienes se quieren quedar con ese territorio pretenden usarlo para adquirir bonos de carbono y hacer un centro eco-turístico, y los que engañaron a la asamblea ejidal fueron los mismos que orquestaron el despojo de Holbox, curiosamente.
Lo último que ha sucedido es el secuestro policial de cuatro integrantes de la comunidad de Conhuas, municipio de Calakmul, quienes se encontraban dando el servicio de transporte a los turistas que van a la zona arqueológica de Calakmul. Los habitantes de Conhuas, en respuesta, decidieron bloquear el acceso a la zona hasta que fueran liberados sus compañeros. El asunto se inició porque la carreta de acceso atraviesa 12 kilómetros del ejido que el gobierno ha querido comprar en varias ocasiones y con diferentes métodos a lo que la comunidad se ha negado, porque la tierra no se vende. Ahora el gobierno del estado de Campeche ha amenazado con ser “más duro” la próxima vez, como si detener sin orden de aprehensión, violencia y amenazas no fuera grave, para personas que lo único que quieren es poder trabajar con dignidad.
Éstos son algunos de los casos que suceden en estas tierras mayas donde según los gobiernos no pasa nada. Pero hay tantos lugares y tantas personas que se resisten cuando el mal gobierno y los empresarios ponen a funcionar su mecanismo de despojo, y donde la palabra de los pueblos se comienza a escuchar, la dignidad comienza a florecer. La dignidad es el último rincón donde los que somos indígenas hacemos florecer la resistencia. En Holbox, en San Antonio Ebulá, en Lerma, en Hopelchén, en Conhuas, y a lo largo de toda la península de Yucatán, hay personas que luchan; no han logrado “pacificarnos”, aunque así quieran creerlo.
Desde los cuatro vientos de la península se comienzan a escuchar voces de indignación, de coraje, de lucha, para fortalecer y dibujar entre todos nuestra flor llamada resistencia.
* Álvaro Mena es indígena maya, integrante de la Organización Toojil Xiimbal y Ka Kuxtal Much Meyaj de Hopelchén, Campeche.