Por Álvaro Delgado
Los eufóricos militantes del Partido Acción Nacional (PAN) que celebran ser ellos y no un grupo de notables los que elijan a su presidente, algo que no ha sucedido desde hace 74 años, deberían serenarse: Es una reforma aún incierta, no garantiza el ensanchamiento de la democracia y estimula los poderes internos, incluido el del dinero.
En efecto, la reforma aprobada en la 17 Asamblea Nacional Extraordinaria del PAN, el sábado 16, es muy popular y rompe con el diseño institucional del PAN desde su fundación, en 1939, pero ese esquema de democracia directa no implica, por sí misma, más y mejor democracia interna y sí tiene implicaciones graves:
1. La reforma es incierta y en los hechos no existe: Si bien la Asamblea Nacional aprobó los nuevos Estatutos del PAN, en lo general, quedaron reservados muchos artículos tras la clausura que debió realizarse por falta de quórum y deberá convocarse a otra en una fecha que se determine, quizá este martes, en la reunión del CEN.
Más aún, la validez de la Asamblea Nacional Extraordinaria del sábado está impugnada ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y, por tanto, lo aprobado está en entredicho.
Pero, aun en el caso de que lo aprobado quede firme –de celebrarse otra asamblea para aprobar lo pendiente–, en los Estatutos deberán precisarse las reglas de la competencia entre los aspirantes a presidir el PAN nacional, entre ellas la duración y tipo de campañas, de lo que depende la auténtica decisión de la militancia.
De este conjunto de decisiones depende que el próximo presidente del PAN, que podría ser también reelecto en esta hipótesis Gustavo Madero, se elija por la militancia en diciembre, como está previsto, o si esta nueva reforma se concreta hasta la siguiente elección, luego de la elección constitucional de 2015, según otra de las reformas aprobadas.
2. Los entusiastas promotores de la reforma al artículo 11 de los nuevos Estatutos, incluido el promoverte, Javier Corral, alegan que arrebatándole al Consejo Nacional la facultad de elegir al presidente del comité nacional se acaba con la “onda grupera”, es decir, la lucha entre facciones, lo cual es una falacia.
Es cierto que el refrendo permitió una depuración del padrón del PAN, que perdió más de 80% del millón 800 mil militantes, activos y adherentes, pero muchos de los 368 mil militantes actuales son aún resultado de afiliaciones corporativas y clientelares.
El ejemplo más vigente se observó en la elección del PAN para elegir a alcalde en Torreón, Coahuila, celebrada apenas el 3 de marzo, y en la que fue apabullado el exembajador Jorge Zermeño: El padrón inflado por afiliaciones de beneficiarios de programas sociales y aun con militantes que también están en el padrón del PRI.
De hecho, el propio CEN estimuló la afiliación facciosa cuando, ante el temor de no reunir los 250 mil afiliados requeridos por la ley electoral en el refrendo, dispuso la participación de toda la estructura nacional del PAN para reafiliar y, naturalmente, los grupos internos llevaron a sus clientelas.
3. Por ello, los grupos, corrientes o facciones –no reconocidos estatutariamente, pero que todos saben que existen de facto y que algunos llaman también hordas– no se van a disolver, sino adaptarse para darle la vuelta a la reforma.
Hoy son tres los grupos internos del PAN con mayor poder a nivel nacional, si bien cada estado tiene su lógica facciosa: Los “calderones” que, si bien ya no disponen de la nómina federal que los hizo poderosos y han entrado en descrédito por el gobierno de Calderón y la subordinación que hizo del PAN, sí cuentan con muchos recursos económicos y conocen los nervios del partido.
El Yunque, la organización que ya todo mundo identifica y habla de ella –incluidos sus propios integrantes, hasta para confundir–, dispone de una estructura política y una audacia que le permite, como “los chuchos” perredistas, ganar siempre, aunque siempre pierda.
Y los “maderos”, un grupo que se articuló no tanto por el carisma y el talento de Madero, que muy pocos le reconocen, sino sobre todo con desprendimientos del felipismo que, en su momento, con los consejeros de El Yunque, tomó el control del PAN.
4. La reforma que permite la elección directa de la militancia de su presiente estimula, además de los grupos, el poder del dinero, porque una candidatura a presidente nacional será semejante a la de candidato presidencial, incluyendo sus propios gastos.
Aun tratándose de campañas austeras, con reuniones a puerta cerrada y usando los recursos tecnológicos para acercarse a la militancia, se requerirá de considerables recursos económicos para recorrer todo el territorio nacional, porque es muy probable que haya elecciones cerradas que los votos de panistas que vivan en territorios remotos sean clave.
En las campañas que derivaron en la elección del 5 de febrero, que ganó Josefina Vázquez Mota, quedó claro que fluyeron abundantes recursos, más allá de lo que disponían las propias reglas internas. Es previsible que eso se repita.
5. Por eso, si es que la reforma entra en vigencia para diciembre, seguramente Vázquez Mota buscará presidir el PAN, en el entendido que ganó con 53% de los votos emitidos 547 mil votos válidos emitidos por los panistas, aunque tampoco puede perderse de vista que el felipismo obtuvo, con Ernesto Cordero, una cifra no desdeñable: Un total de 215 mil, equivalente al 39%.
Los panistas, además, elegirán a un presidente y a un comité nacional que, conforme a los nuevos Estatutos aprobados en lo general, tendrán mucho poder de decisión y eso tampoco puede soslayarse.
Por último, una elección abierta a la militancia posibilita que se inmiscuyan manos ajenas al PAN, ya sean gobernadores de este partido o de otros, con el fin de impulsar o vetar candidatos. El propio Corral, promotor de la reforma, reconoció que en Chihuahua el gobernador priista César Duarte, está metido en el PAN.
De manera que, siendo muy popular o populista la reforma que arrebata al Consejo Nacional la elección del presidente del PAN, tiene numerosas implicaciones. Y su consumación es aún remota…
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Fuente: apro