Por Salvador Camarena
Xavier Velasco contaba que alguna vez le preguntó a Carlos Fuentes como le hacía para no quedarse atascado en la gloria de algún premio literario. El autor de Aura contestó con una sencilla analogía culinaria: es como cuando te comes unas muy buenas enchiladas. En la tarde te acuerdas de lo buenas que estaban, pero ya no existen. (Cito de memoria).
Enrique Peña Nieto está a prueba. Desde varios frentes hay problemáticas cuyas soluciones en conjunto generarán una pauta de lo que se puede esperar del sexenio del presidente surgido del Estado de México.
Peña Nieto destronó a Elba Esther Gordillo. Pero esa gloria ya pasó. En menos de dos meses esos aplausos ya no existen. Porque con la detención de “La Maestra” hoy existe constancia de que Peña Nieto es capaz de hacer algo importante, y por lo mismo ahora todos esperan más de él que cuando comenzó su mandato el 1 de diciembre.
La primera vez que Peña Nieto enfrentó a un sindicato, marcó el camino que tendrá que seguir en los casos de los gremios corporativos. Así que Carlos Romero Deschamps ya sabe qué puede esperar, y por eso su silencio y el de los suyos, ahora que el director de Pemex, Emilio Lozoya, ha anunciado que esa gran ubre que fueron durante tantos años las pensiones de los petroleros va a ser puesta en un severo régimen de dieta.
Pero esa primera vez, surgida de la detención de Elba Esther, no sirve para enfrentar a los maestros de Guerrero, o de Michoacán, o de Chiapas. El gobierno actual tendrá que fijar un estándar para lidiar con esas problemáticas, totalmente distintas a la que representaba el SNTE. No es lo mismo quitar a una ensoberbecida hija del sistema que negociar con grupos antisistema que fueron alimentados –en parte– desde del sistema para manipularlo. Sin desatender que en el sindicalismo charril y las persecuciones –de priistas y panistas– también galvanizaron a estos grupos.
En el mismo sentido, desplantes mediáticos como el que representa el video de “La Tuta”, publicado el fin de semana en Youtube y que rápidamente tuvo centenares de miles de vistas, tendrá que ser respondido de una manera muy particular, una que también sentará un precedente sobre cómo piensa de verdad la nueva administración contener la violencia de criminales no sólo organizados, sino realmente compenetrados en algunas comunidades, y en donde la autoridad del Estado es desde hace años totalmente inexistente.
E igualmente grave, especialmente para una joven generación de políticos que tienen que poner el ejemplo a sus propios hijos, el mandatario de Atlacomulco tiene frente a sí “la primera vez” en que va a establecer la regla sobre cómo resolver despropósitos tales como el de la #LadyProfeco.
Si Peña Nieto fallara en su “primera vez” frente a un problema que involucra a un cercano colaborador que toleró nepotismo y prepotencia, o frente a un mandatario estatal que no se detiene ante nada para operar electoralmente con el dinero del erario, estará dando oxígeno al fantasma de Arturo “El Negro” Durazo –que revolotea en el asunto del titular de la Profeco, Humberto Benítez Treviño–, o hará que por medio de la persona del Gobernador Javier Duarte su gobierno se impregne del mal olor que surge del recuerdo de abusos sin castigo como los de Roberto Madrazo en Tabasco.
En su ejemplo de las enchiladas, Carlos Fuentes pecó de modesto y no dijo, no al menos en esa anécdota contada por el autor del Diablo Guardián, que los hitos no sólo constituyen un bonito recuerdo, sino que además aumentan la expectativa que hay sobre una persona.
Con lo de Elba Esther, e incluso con dos iniciativas aprobadas mediante el Pacto por México, Peña Nieto ya tuvo buenas primeras veces. Sin embargo faltan muchas –la solución de la toma de la Rectoría, desparasitar sindicato y empresa en Pemex, etcétera–, y del Presidente, y de nadie más, depende que estas “primeras veces” terminen consolidando un estilo que genere buen sabor de boca, o malestar.
Fuente: Sin Embargo