Por Safia Abahaj*
A mediados del pasado mes de marzo, una activista tunecina (Amina) de 19 años provocó una gran polémica al publicar sus fotos en topless en su cuenta de facebook. En la imagen aparece maquillada, con un cigarro en la mano y en su pecho figuraba la siguiente afirmación en árabe: “Mi cuerpo es mío y no la fuente de honor de nadie”. En otra imagen que publica la joven Amina en Facebook, aparece nuevamente maquillada, esta vez mirando directamente en la cámara y en esta ocasión escribió en inglés en su cuerpo, lo siguiente: Fuck your Moral.
Amina, en su momento anunció que formaba parte del movimiento Femen, una organización fundada en Ucrania cuyo fundamento principal de este grupo de mujeres, es transmitir mensajes claros y contundentes en sus cuerpos, generalmente en topless para defender sus derechos en su sociedad. Pero esta simbólica protesta de Amina, pronto tomó un oscuro giro, una mujer que afirmó ser su tía publicó un video en youtube en el cual renegaba de su sobrina y afirmaba: “Espero que pague por sus acciones”.
Por otra parte, el clérigo Adel Almi emitió una fatwa advirtiendo del acto de Amina, podría provocar “desastres” y “darle ideas a otras mujeres”. También pidió que la joven fuera lapidada hasta la muerte. Los medios de comunicación locales informaron de que Amina podría enfrentarse a dos años de cárcel por la publicación de sus fotos.
Todo lo sucedido puede deberse a las restricciones, cada vez mayores sobre la mujer en la sociedad tunecina, así como un aumento significativo del movimiento salafista. Cierto es que Túnez siempre ha tenido uno de los sistemas jurídicos más progresistas del mundo árabe hacia el derecho de las mujeres desde su independencia, pero actualmente están siendo testigos de un retroceso debido al acoso y a la presión social que está padeciendo la sociedad tunecina.
De acuerdo con informes que se han realizado recientemente, hay un número creciente de mujeres tunecinas que sienten la necesidad de cambiar su forma de vestir, hasta tal punto de llevar el velo (hiyab), como medida de protección.
Una de las primeras medidas que tomaron movimientos de corte más conservadora tras la revolución, fue vigilar de forma minuciosa, como consecuencia de ello, se cierran burdeles que desde 1942 legales hasta que en el año 2011, un grupo de “varios cientos de indignados” cerca de un burdel, en la capital tunecina para protestar en contra de la prostitución. Los manifestantes habían llegado armados con palos y antorchas con la intención de golpear a las prostitutas pero fueron parados y detenidos por los militares.
Afortunadamente, fue un ataque fallido pero como consecuencia de ello, se encendió una llama por toda la geografía del país, sobre todo en todos aquellos lugares donde había burdeles, incluso las prostitutas han sufrido acoso y han sido atacadas por estos grupos radicales.
La línea radical del salafismo en Túnez, fue el que impulsó este tipo de ataques en distintos puntos del país. Dicho movimiento, se ha dedicado a vigilar a lo largo y a lo ancho el espectro de la sociedad tunecina: Clérigos liberales, los artistas, los laicos, los sufíes, las minorías religiosas, los educadores, los extranjeros, los activistas, entre tantos. Por otra parte, el movimiento salafista se extendió por todos los rincones del país en vez de limitarse a concentrarse en algunas áreas concretas.
Probablemente, el problema central del campo de batalla en Túnez sea basado en el problema de libertad de expresión que se vive en el país desde que se inició la revolución a finales del 2010. La posibilidad de discutir temas vitales se encuentra en el corazón de toda sociedad civil, pero ello se ve imposibilitado por la actuación de grupos salafistas que transforman la conversación en un cortocircuito. Estos grupos, han lanzado ataques así como campañas de intimidación contra los artistas cuyo trabajo según éstos, transgrede las normas morales apropiadas para una sociedad islámica correcta.
Por otro lado, estos grupos tratan de tomar el control tanto del discurso en el ámbito civil así como en el ámbito religioso. Aparentemente, hay varios grupos que aterrorizan a los imanes en las mezquitas y los acusan de estar colaborando con el régimen, que éstos consideran “corrupto”, por ello muchos de los religiosos que han estado trabajando para el antiguo régimen han sido expulsados. Según el ministro de asuntos religiosos tunecino, Nourredine el Khadmi, los salafistas controlan alrededor de 100 mezquitas en toda Túnez.
Los salafistas extendieron su control incluso en lugares de no profesión musulmana, tales como la basílica de la ciudad del Kef, con la única intención de convertirla en una mezquita. Este movimiento ha tocado varias facetas de la sociedad tunecina, inclusive la universidad, uno de los lugares donde se produjeron violentas rebeliones, entre los estudiantes y éstos grupos extremistas.
Otra esfera del mismo movimiento trata de controlar los malos hábitos y vicios de la sociedad, atacan bares de hoteles, vendedores de alcohol… Una última categoría de ataque ha sido dirigida a los activistas de la sociedad civil, los que tienen más posibilidad de cambiar el transcurso de los hechos en el país. Es una mísera y a la vez triste realidad, que pocos medios se preocupan de transmitir al resto del mundo.
Algunos sectores de la sociedad tunecina, piensan que el gobierno no puede hacer nada para detener estos movimientos radicales, sino más bien se aprecia que el partido Ennahda hacia vista gorda sobre dichos sucesos que acontecen en el país en los últimos años. Una de los personajes emblemáticos de la oposición tunecina, Choukri Belaid fue asesinado hace unos meses supuestamente por los salafistas ayudados por el partido Ennahda.
Estas conclusión, llegamos a ellas, tras ver un vídeo filtrado del líder de Ennahda, Rachid el Ghanouchi en el que éste se reúne con varias personas vinculadas con el movimiento salafista y les ofrece asesoramiento estratégico en varios temas.
Es posible que la posición salafista tunecina haya llegado a un punto de inflexión tras el asalto de la embajada de EEUU, el pasado mes de septiembre en Túnez, que aparentemente fue instigado por el grupo jihadista y salafista “Ansar al-shari’a”.
A partir de entonces el gobierno emprendió una medida represiva deteniendo así a los elementos salafistas más polémicos o que provocan de alguna manera, desorden público. Como consecuencia de ello, algunos detenidos entraron una larga huelga de hambre, en la cual algunos detenidos perdieron sus vidas.
Existen ya pruebas de que la estrategia de los salafistas está teniendo éxito, prueba de ello es el silencio de un gran número de eventos de artes escénicas. En última instancia, si Túnez toma un giro hacia el radicalismo religioso, tiene que ser decisión de los propios tunecinos y no de las potencias extranjeras.
Sin embargo, Estados Unidos y otros países han expresado su deseo de dedicación para reforzar la sociedad civil tunecina así como realizar un seguimiento riguroso con las autoridades para asegurarse de que se está paralizando estos movimientos extremistas.
* Safia Abahaj es directora de Al-Qáfila Magacín.
Fuente: Nueva Tribuna