Por Mario A. Campos
Hace algunos años Carlos Monsivais dijo que antes se necesitaba mucho valor para hablar mal del Presidente y que ahora se requería mucho valor para hablar bien de él. La frase retrataba el cambio que se vivió con la alternancia política, en especial en el sexenio de Vicente Fox en que buena parte de los medios convirtieron al entonces mandatario en su blanco favorito.
Pasaron los años y con Felipe Calderón cambió el tono, se volvió nuevamente más sobrio, no obstante se mantuvo la tendencia hacia una cobertura menos centrada en la figura presidencial, de tal suerte que para encontrar sus actividades había que buscar, en no pocas ocasiones, en las páginas interiores de los diarios. Todo eso parece que ya quedó atrás. Para decirlo claramente: hoy buena parte de la prensa parece “empeñada”.
Una revisión aleatoria de las portadas de los primeros tres meses del año muestra que el presidente Enrique Peña es de nuevo una de las grandes estrellas, un definidor primario de la agenda con mucha capacidad de establecer qué es noticia. Realidad que no sorprende cuando pensamos en medios comoEl Sol de México o el diario La Razón – quienes sin duda tienen afinidades con el proyecto del actual gobierno- pero que son extrañas cuando vemos que se extienden a periódicos como La Jornada.
Para hablar con ejemplos concretos vale la pena mirar algunos de los titulares del diario de izquierda: “Muestra Peña su poder; cae Elba Esther Gordillo; “En México no hay intocables, advierte Peña Nieto; “Peña Nieto: vengo a transformar el país, no a administrarlo”; Peña Nieto: fin al manejo político de telecomunicaciones”; “Peña Nieto: para 30 años, reservas totales de Pemex”. Se trata en todos los casos de la nota principal y excepto en el última cabeza, todos los titulares estuvieron acompañados de una foto sobre el Presidente. Por supuesto La Jornada no sólo ha sido el único medio que ha dado ese tratamiento pero sí el más notable.
De tal suerte que la prensa mexicana – hay siempre excepciones – parece estar reviviendo con fuerza algunos vicios señalados por el periodista español Miguel Angel Bastenier en su libro Cómo se escribe un periódico. El chip colonial y los diarios de América Latina, en el que describe cómo nuestro periodismo está obsesionado con los temas políticos, destaca las declaraciones de los actores como si tuvieran el mismo valor de los hechos, y está más preocupada porque la lean más los políticos que los ciudadanos.
Se trata de malos hábitos que han estado ahí siempre pero que se habían atenuado en los últimos años. Y por eso la inquietud de saber qué los trajo de vuelta. Me resisto, y así lo haré siempre, al recurso fácil e irresponsable de acusar sin pruebas, de sugerir que es el dinero lo que explica estas prácticas. Desconozco cómo ha ejercido el presupuesto de comunicación el gobierno federal y no tengo ninguna evidencia de que ese factor esté influyendo en las decisiones editoriales de algunos medios.
Reconozco también que hoy la Presidencia de la República ha recuperado un protagonismo que había perdido, que sin duda Peña Nieto da nota y que en estos meses han pasado cosas que merecían estar en las primeras planas. Pero reconocer eso no implica renunciar a la discusión sobre cómo se reportan esos hechos ¿Es necesario darle la nota principal al Presidente y acompañarlo de una foto que ocupe media plana?, ¿es buena idea volver a cabezas en que la estrella es una frase del discurso presidencial como si su palabra fuera un hecho consumado? O peor, ¿cubrir las notas con un enfoque “Peña céntrico” como mostraron las notas de la reforma en telecomunicaciones que exaltaban al presidente sobre los legisladores y partidos también firmantes?
Ya sea por costumbre, cálculo estratégico o cualquier otra razón, es claro que una parte de la prensa está decidida a volver al pasado. Su error es no entender que si bien la clase política puede ser la misma de antes, la audiencia es distinta, hoy tiene muchas más opciones, consume de forma colectiva, comparte lo que ve, y sin duda es más crítica que hace 15 o 20 años.
Cada medio es libre de elegir qué cubre y cómo lo cubre,… pero valdría la pena que tomaran nota; hoy vivimos en un tiempo en que las elecciones tienen consecuencias. Y tarde o temprano recibirán la respuesta de sus públicos, por más fieles que les sean.
Fuente: Etcétera.com.mx