Por Jane Little
En la “Casa para todos los pecadores y santos”, en la ciudad estadounidense de Denver, una pastora luterana, malhablada, amante de los tatuajes, que alguna vez fue pagana, alcohólica y comediante, está reinventando la iglesia.
Nadia Bolz-Weber camina a través de la puerta de cristal e inmediatamente llama la atención.
Mide 1,85 metros de estatura. Tiene el pelo corto, canoso y recogido atrás. Usa labial rosado oscuro y sus brazos desnudos están bien tonificados por las muchas horas dedicadas a levantar pesas en el gimnasio.
Pero veo claramente sus tatuajes. Imágenes coloridas y elaboradas se extienden por todos los brazos. Mirando con detalle, se pueden notar escenas de la Biblia.
“Tengo imágenes de todo el año litúrgico”, dice Bolz, mostrando el brazo izquierdo.
“Ahí están el arcángel San Grabriel, el adviento de Isabel y Zacarías, Jesús en la cuaresma en el desierto, el viernes santo y la cruxifición, el ángel y las mujeres en la tumba vacía de Pascua y María y los Apóstoles con las llamas en la cabeza de Pentecostés”.
Ese es sólo uno de los lados. Cuando voltea tiene muchos otros, incluyendo el de María Magdalena, alguna vez descrita como una prostituta.
Pero Bolz no está de acuerdo. Ella dice que algunos textos de la Biblia han sido malinterpretados y que al ser la primera persona en conocer a Jesús después de la resurrección, “ella es el apóstol de los apóstoles. En algún sentido ella fue la primera predicadora”, dice Bolz describiendo a María Magdalena como su patrona.
“Es una fiera”, agrega, queriendo decir que es “cool”.
Y por último, me cuenta que en la espalda tiene una “enorme pieza de la Anunciación para ocultar un tatuaje horrendo que algún yonqui le hizo alguna vez en 1991, cuando ella estaba acostada en su casa”.
Nadia Bolz-Weber no puede ser descrita como una santa. Es franca sobre su pasado y sus defectos y dice que le resulta difícil ser amable con la gente mientras cuenta historias divertidas, autocríticas y llenas de improperios.
Su autobiografía, publicada en 2013, está llena de lo que ella llama “lenguaje picante” con capítulos titulados como “Yo te llamé para esta maldita verdad”, y en el que se usa la palabra fuck, probablemente la grosería más fuerte en inglés.
El largo camino al sacerdocio
Su camino hacia el sacerdocio fue convulsionado a través del alcoholismo y la comedia de escenario, y usando su propia historia para atraer “extraños”, que podrían pensar que no pueden pertenecer a la iglesia.
Se crió en Colorado Springs en una Iglesia cristiana muy conservadora.
“He tenido una educación religiosa muy dura”, dice ella, “fundamentalista, legalista, sectaria”.
Asistió brevemente a una de las universidades de la Iglesia, Pepperdine en Malibú, California. Uno de los campus más pintorescos del mundo, construido en un acantilado sobre el Océano Pacífico.
Pero ella no recuerda mucho de sus cuatro meses allí: “Yo era una drogadicta desastrosa”, dice.
Abandonó la universidad, se mudó a Denver, Colorado, y se fue de juerga varios años.
“Era una joven que nunca encabajaba. Estaba tan enojada”, afirma. “Esa ira me protegió, de alguna manera me salvó, hasta que la mezclé con drogas y alcohol y entonces casi me mata”.
Ella es muy abierta acerca de sus días durmiendo en cualquier parte, borracha o drogada.
“Estaba perfectamente feliz con la idea de estar muerta a los 30”, dice.
Pastora para desadaptados
Pero un día su amigo cercano, PJ, se suicidó. Lo conocía del círculo de la comedia y su funeral se celebró en un club para comediantes de Denver, el cual Bolz describe como “repleto de académicos, amanerados y alcohólicos en recuperación”.
Para ese entonces ya había dejado la Iglesia de Cristo, y ya se había embarcado y abandonado al paganismo. Pero todavía creía en Dios y siendo la única amiga de PJ que tenía fe, terminó celebrando el funeral.
“Miré alrededor y pensé: ‘Esta es mi gente y no tienen pastor. Tal vez estoy realmente llamada a ser la pastora de mi gente'”, relata Bolz-Weber.
Se fue a un seminario luterano y más tarde comenzó la “Casa para todos los pecadores y santos” en Denver, cuya misión es congregar a los “desadaptados”.
“Tuve que empezar una iglesia a la que a mí me gustaría asistir, básicamente porque rara vez fui a alguna que me gustó”, dice.
“De hecho, le dije a mi obispo en algún momento del proceso que me podría mandar a una parroquia en un pueblo pequeño, pero ambos sabemos que eso sería horrible para todos, así que ¿qué tal si empiezo una parroquia nueva?”.
Una tercera parte de su congregación es gay, lesbiana o transexual. Y ese hecho es celebrado. Hay incluso un “Ministro de Fabulousness“, un drag queen llamado Stuart.
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Los raros a veces son como tus padres
No son dueños del edificio y el servicio ocurre alrededor de un altar en el centro.
Según explica Bolz-Weber, muchos jóvenes que van a la iglesia tienen prejuicios con las instituciones y la autoridad presumida, y ella se identifica con ellos.
Comparten roles y cantan himnos a capella, como la tradición que ella tiene de la Iglesia de Cristo.
Ella cuenta que eran 40 en un domingo regular. Pero luego, cuando su historia salió en el periódico The Denver Post, celebró un servicio masivo al aire libre que se duplicó durante la noche.
De repente, apareció gente vieja de los suburbios que ella describe que tenía una “crisis de identidad”.
“Fue horrible. Yo miraba alrededor, y pensaba, ‘hombre, esta gente podía ir a cualquier iglesia protestante en la ciudad y donde la gente se parezca a ellos. ¿Por qué están ensuciando nuestro lugar lleno de raros?”, dice.
“Llamé a un amigo mío que tiene una iglesia similar y le pregunté: ‘Oye, ¿alguna vez has tenido gente normal estropeando tu iglesia?, esperando alguna solución’.
Y él dice: ‘Sí, bueno ustedes son realmente buenos en acoger a extraños como un joven transexual pero a veces el raro se parece a tu papá y a tu mamá'”.
Bolz-Weber convocó una reunión para discutir la invasión a su “iglesia boutique independiente”.
Asher, uno de sus feligreses respondió: “Como un joven transgénero recibido en su comunidad, me gustaría decir que estoy muy contento de que hay gente aquí que se parezca a mis padres porque me aman en un modo que mis padres no pueden en este momento”.
Progresista y ortodoxa
Bolz-Weber no tiene prejuicios sobre la identidad sexual o la orientación, tampoco paciencia con los debates sobre la sexualidad que han atrapado a muchas iglesias, incluyendo a su propia denominación luterana.
Dice que es porque no lee la Biblia de manera literal, incluso cree que leerla así es idolatría.
Nadia Bolz-Weber cree en el pecado.
“Nunca me canso de hablar de las maneras en las que estamos mal y necesitamos gracia”, explica, sólo que ella no lo entiende en términos sexuales.
Pero mientras ella es socialmente progresista, se guía por la tradición luterana ortodoxa.
Gracias en parte a su autobiografía “Pastrix: The Cranky Beautiful Faith of a Sinner” (Pastora: La excéntrica y hermosa fe de una pecadora”, en español), que ha sido éxito en ventas.
Nadia Bolz-Weber se ha convertido en una oradora muy solicitada dentro y fuera de EE.UU, y en las iglesias evangélicas tradicionales.
“¿No es eso gracioso? ¡Jamás habían invitado a una mujer predicadora y luego me invitan a mí! Es como que pasar de cero a 60”, dice.
Un encuentro curioso, y a la vez cálido, ocurrió recientemente en Pepperdine, la universidad que una vez abandonó.
“No creo que los clérigos deben pretender ser personas que no lo son”, les dijo a los estudiantes.
“Lo que no deberían hacer los clérigos es jurar, porque francamente la mayoría de ellos no son muy buenos en eso”. El público se ríe.
No es sorprendente que Bolz-Weber haya sido invitada a programas de telerrealidad. Así como también tiene ofertas para convertirse en obispo.
Pero ella no tiene ninguna intención de aceptar ninguna de las propuestas.
Fuente: BBC