Funcionarios del condado de Beaver, en Pensilvania, están actualmente discutiendo una propuesta de la petrolera Shell Oil para construir una nueva planta química en sus terrenos. Pero antes de tomar su decisión, deberían escuchar algunos consejos de una profesora jubilada de 71 años de edad que vive en otra población pequeña, alejada por miles de millas.
“Deberían tener influencia en lo que ocurra”, advierte Margie Richard de Norco, Louisiana.
La cautela de Richard proviene de sus vivencias: ella luchó su propia batalla contra una planta de químicos de Shell en su pueblo -y ganó.
Norco es un poblado de cerca de 3,000 residentes en el río Mississippi, 20 millas al norte de Nueva Orleans. Recibió su nombre de la New Orleans Refining Company, (Compañía de Refinación de Nueva Orleans), que manejó allí una refinería de petróleo, construida por Shell en 1916.
Los problemas de Norco comenzaron en la década de los 50, cuando Shell construyó una planta de químicos en un vecindario de afrodescendientes llamado Diamond, de donde proviene Richard.
Mientras crecía, ella recuerda olores terribles, parecidos a lejía, originados en la planta. En el verano de 1973, un adolescente llamado LeRoy Jones cortaba el césped de una vecina anciana cuando se detuvo por un momento. Había un derrame de tubería en las cercanías. Cuando encendió de nuevo la cortadora de césped, esta explotó.
Helen Washington, la residente de la casa, murió. Jones trató de huir con sus ropas incendiadas. Falleció unos días después.
Richards vio los primeros momentos tras el hecho en directo y sus impresiones permanecieron con ella.
“En el suelo y bajo una sábana, estaba la señora Helen, quien vivía en esa casa”, recuerda. “Podías oler su cabello. Fue terrible”.
Esa experiencia fue un punto de cambio para Richards, quien comenzó a documentar los problemas de salud de personas del vecindario. Luego, la tragedia fue más cercana: su hermana murió a los 43 años a causa de una rara enfermedad inflamatoria llamada sarcoidosis. Aunque los científicos tienen divergencias de criterio sobre las causas de la enfermedad, algunos piensan que la exposición a químicos es una de ellas. Richards sospecha que ese fue el caso.
Otra explosión ocurrió en el lugar en 1988, esta vez en la refinería de la Shell. Murieron siete trabajadores y la explosión se sintió tan lejos como Nueva Orleans.
Richard emprendió la misión de obligar a la Shell a reubicar a los residentes lejos de ambas plantas. Trabajó con un grupo ambiental local, la Louisiana Bucket Brigade (Brigada de Cubo de Luisiana), para realizar pruebas de calidad del aire. El dispositivo que utiliza el grupo -un cubo de 5 galones- fue empleado inicialmente por el abogado de Erin Brockovich.
Las pruebas dieron resultados: el grupo detectó químicos en el aire que Shell no había reportado a la agencia ambiental de Luisiana. Los medios empezaron a prestar atención al caso. Mientras crecía la controversia, Richard fue incluso invitada a hablar en la Organización de las Naciones Unidas en 1999. Ella acudió con una historia poderosa -y una muestra del aire de Norco.
“Me paré frente a las Naciones Unidas con mi bolsa de aire contaminado”, recuerda. Confrontó a un funcionario de alto rango de Shell y le preguntó si quería oler la bolsa. No lo hizo. Unas semanas después, la compañía cambió su punto de vista.
Shell ofreció comprar los hogares de los residentes cercanos a la planta. La oferta mínima fue $80,000 y más de 300 familias la aceptaron, incluyendo la de Richard. La compañía dijo que la decisión de compra era parte de una estrategia de largo plazo para crear un “cinturón verde” alrededor de la planta y no estaba relacionada con preocupaciones sanitarias.
Mucho ha cambiado desde las adquisiciones: las emisiones de aire tóxico en Luisiana son la mitad de lo que eran a principios de los 90. Y el año pasado, la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) celebró el 20avo aniversario de su programa Environmental Justice (Justicia Ambiental), creado para proteger de excesos de polución industrial a comunidades de minorías, como Diamond en Norco.
De acuerdo con Tim Johnson, consultor de asuntos públicos de la industria petroquímica en Luisiana, la industria ha evolucionado desde los tiempos de la disputa entre Richard y Shell. “La industria reconoció que tenía que mejorar la comunicación y escucha con los ciudadanos vecinos a ella”, afirma.
Johnson cree que parte de la razón para el cambio fue simplemente que las compañías querían hacer bien las cosas. Aunque él apoya a la industria, reconoce que el cambio no hubiera ocurrido sin la intervención gubernamental.
“Hay que ser honesto para afirmar… muchos de los avances que han hecho son resultado de regulaciones”, dice.
Y esas regulaciones quizás nunca hubieran ocurrido sin la presión de activistas de base como Margie Richard. Ténganlo en cuenta, condado de Beaver.
Esta historia apareció originalmente en el programa de PRI Living on Earth con Steve Curwood. Fue parte de una serie de investigación sobre la industria petroquímica de The Allegheny Front, un programa de radio pública de Pensilvania enfocado en temas ambientales locales.
Este artículo y reporte de radio hecho por el productor Reid Frazier y el escritor Jared Goyette para Living on Earth como parte del proyecto Across Women’s Lives, apareció en PRI.org el 27 de marzo de 2015.
Fuente: Global Voices