Por Alberto Portillo
Actualmente nos encontramos que las principales ciencias sociales están corrompidas por los paradigmas conservadores y liberales de cada campo académico. Esta situación no es casual. Que el punto de partida de la economía sea la expansión del mercado capitalista o que el interés de la ciencia política sea el Estado y garantizar la estabilidad política de las democracias liberales, acaba llevando a que estas dos disciplinas defiendan la tiranía del mercado y el despotismo del Estado.
Porque de hecho, como dice el sociólogo Michael Burawoy, “en realidad las disciplinas son campos de poder en los que la interdependencia recíproca se convierte en asimétrica y antagónica. Y cada campo de poder tiene sectores dominantes y sectores críticos y disidentes”.
En la historia de las principales ciencias sociales, vemos que la mayoría tienen pasados muy oscuros, como la Antropología, nacida de las entrañas del imperialismo británico en el siglo XIX para estudiar las tribus africanas. O la ciencia política que se desarrolló fuertemente en los años 20, como resultado del interés de las potencias aliadas para entender cómo mantener la estabilidad política después del pacto de Versalles. El producto fue que el Estado inglés creó instituciones académicas preocupadas únicamente en investigar los objetivos políticos de la clase dominante.
La psicología como ciencia social desde sus inicios fue utilizada por la clase capitalista. La preocupación de la psicología era si el razonamiento influía en el comportamiento de los individuos. El 1909 rápidamente las empresas promovieron investigaciones en este sentido para desarrollar la lucrativa publicidad comercial.
La sociología inicialmente estuvo fuertemente controlada por el Estado y las empresas. De hecho la fundación Rockefeller instigaba los estudios sociológicos en los años 20 y EEUU también lo hacía durante la II Guerra Mundial para estudiar la moral de los soldados. A principios del siglo XX la preocupación de la sociología era cómo mantener los cambios sociales bajo control, marginando a disidentes como Marx.
La economía actual está dominada por un único programa de investigación —el paradigma neoclásico— y es la ciencia social más controlada. Las revistas, los departamentos e incluso economistas individuales están bajo control empresarial. En este campo, las investigaciones disidentes se encuentran aisladas por el fuerte control de clase. En esta ciencia la dictadura neoclásica arranca desde la década de 1880 con la expulsión en Alemania de toda una escuela teórica inspirada en Marx que defendía un análisis histórico de la economía.
La ciencia política está prácticamente controlada por el paradigma liberal, fruto del trabajo del sector interno de las Relaciones Internacionales que ha importado en grandes cantidades a las universidades públicas el tatcherismo y el reaganismo. La ciencia política únicamente se preocupa por cómo mantener la democracia en el marco del capitalismo.
Estas dos últimas ciencias sociales concretamente son las que han elaborado verdaderas bombas ideológicas de varios efectos. Por un lado el neoliberalismo y el estado mínimo y, por otro, la destrucción del pensamiento crítico. El control empresarial de estas ciencias sociales ha tenido efectos perniciosos. Uno de los ejemplos más conocidos es el de la escuela neoliberal de Chicago, iniciada por Milton Friedman, que ha cooptado y dominado al resto de facultades de Economía. ¡Hoy vemos economistas neoliberales, como Mas Colell o Luis de Guindos, guiando las mismas políticas públicas que habían impartido antes!
También hay una relación entre las luchas sociales y obreras y las ciencias sociales. Cuando las luchas aumentan y llegan a las universidades los paradigmas conservadores se enfrentan a la crítica y al cuestionamiento. Y al revés, en periodos de desmovilización y de derrota de las clases populares es cuando la ofensiva conservadora es más fuerte en las ciencias sociales.
Artículo publicado en el Periódico En lucha / Diari En lluita
Fuente: http://enlucha.org/site/?q=node/18378