La matanza de Tanhuato: los mutilaron y no todos eran narcos

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En la matanza del Rancho del Sol en Ecuandureo (Tanhuato)  no todas las víctimas eran sicarios del Cártel de Jalisco Nueva Generación; algunos eran trabajadores contratados para acondicionar un inmueble pero pagaron caro su afán de ganarse honestamente la vida: los torturaron, los mutilaron, los arrollaron y algunos recibieron el tiro de gracia, según testimonios de sus parientes y amigos, recogidos por este semanario. Pero las vejaciones de la Policía Federal no acabaron ahí… Continuaron con la humillación a los familiares que viajaron a Morelia a reclamar los cuerpos.

Por F. Castellanos, J. Cobarruvias y M. Ramírez/ Proceso

Ocotlán, Jalisco— Las siete capillas fúnebres de esta cabecera municipal trabajaron a toda su capacidad entre los días lunes 25 y miércoles 27 de mayo: en ellas tuvieron lugar las velaciones de 34 jóvenes oriundos de este municipio, quienes murieron en Ecuandureo, Michoacán, a manos de la Policía Federal (PF).

En los velatorios la indignación y la rabia de familiares y amigos de las víctimas son más fuertes que el llanto y el dolor. Los asistentes coinciden: los federales usaron fuerza desmedida para asesinar a los jóvenes, sin darles oportunidad de defenderse.

Si fuera verdad que hubo un enfrentamiento entre federales y sicarios del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), como dijo el comisionado nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, entonces no hubieran tenido oportunidad de torturarlos, razonan los familiares. A algunos los quemaron; les rompieron los dientes; les fracturaron los brazos; les mutilaron manos, piernas o testículos y algunos hasta recibieron el tiro de gracia.

Ocotlán aún no terminaba de asimilar el enfrentamiento entre la PF y el CJNG del pasado 19 de marzo —en el que murieron cinco federales, cuatro civiles y dos sicarios—, cuando una tragedia mayor se sumó a la historia de violencia que asuela a esta región jalisciense limítrofe con Michoacán, debido a la lucha que grupos de la delincuencia organizada libran por el control de la zona.

Esos días los dos cementerios municipales de Ocotlán vieron las mismas escenas: con bandas de música, globos blancos y camionetas con música a todo volumen —como se acostumbra aquí cuando alguien muere con violencia—, los 34 de Ecuandureo fueron enterrados.

En los dos panteones municipales de Ocotlán trabajan 12 personas que tuvieron que hacer hasta dobles turnos para enterrar en esos días a 34 de las víctimas de la matanza. De ellas, 11 habitaban la colonia Infonavit 5, en esta cabecera. Por instrucciones de los familiares no hubo una sola cremación. Todos los cadáveres fueron sepultados.

DUDAS GENERALIZADAS

De acuerdo con los testimonios de los ocotlanenses que fueron al Servicio Médico Forense (Semefo) de Morelia a identificar a sus familiares, no se trató de un enfrentamiento, pues había cadáveres sin dedos, sin dientes y hasta uno sin manos, piernas ni testículos; además, señalan, fueron violados con objetos.

Los parientes de las víctimas narran a Proceso que éstas cada mes mandaban dinero a sus casas y tenían distintos oficios: carpinteros, albañiles, plomeros o jardineros; los menos eran expertos en desmalezar las carreteras.

Y para ciudadanos que de la sobreexposición a la violencia han aprendido a examinar los detalles de las escenas del crimen, las armas y municiones fotografiados cerca de los cuerpos parecían haber sido plantados después del hecho.

UN LUCHADOR

“Hay muchas dudas. Ni el gobierno ni derechos humanos, nadie ha venido a vernos. Mi hijo era gladiador, luchaba en Ocotlán, Guadalajara, Zamora, La Piedad y a veces en la Triple A. Lo conocían como El Draco. Varias veces se lo llevó el luchador Psicosis a la Ciudad de México, a luchar allá”, dice Graciela Pineda Téllez, madre de otra víctima.

Se llamaba Martín Felipe García Pineda, de 21 años, quien antes era guardia de seguridad y luego se empleó en una gasolinera de Ocotlán; fue a Michoacán porque supo que había trabajo en los campos de fresas y hortalizas y se ganaba más que en su pueblo.

Graciela Pineda cuenta su sorpresa al ver que su hijo estaba entre los muertos. “En la foto que vimos en internet, dice, se ve bien, y ya me lo entregaron quemado como con ácido”. Ella no sabía que su hijo estaba en el Rancho del Sol; hacía dos meses que no iba a Ocotlán. Pero un día antes de la matanza le telefoneó a su esposa, embarazada, para decirle que estaba bien.

Carito, de 21 años, vecina del barrio, muestra fotos donde se ve el cadáver de uno de los jóvenes que vivía en la colonia Infonavit 5, a quien apodaban El Chicua (Héctor de Jesús), sin dientes y sin impactos de bala, le sacaron un ojo y en sus brazos rotos se aprecian huellas de llantas.

Tercia iracundo Gerardo García Pineda: “Así aparece en la foto, sin dientes y marcas de ruedas. Lo entregaron sin brazos, piernas y sin sus partes nobles. Él era también de aquí, del barrio. Y a mi hermano me lo entregan quemado”.

BURLAS FEDERALES

El trato hacia los deudos de las víctimas en el Semefo de Morelia fue cruel y despectivo, informa la madre de El Draco. Refiere que estuvo dos días a la intemperie, soportando la lluvia y sin probar alimentos porque no llevaba dinero para comprar comida; escuchó también las burlas de los federales que se solazaban con el asesinato de sus hijos.

Érika Eunice Hurtado, hermana de otro de los abatidos, asegura que cuando estaba dando su declaración para solicitar el cuerpo de su hermano, agentes de la PF “a mis espaldas se estaban burlando, estaban diciendo que ‘los agarraron como pajaritos, dormidos en su nido a los cabrones’”.

“¿Es así como el gobierno defiende a la gente? Queremos que vea eso Peña Nieto. Si ya los tenían rodeados, ¿por qué los mataron? ¿Por qué no los detuvieron? Hay muchas formas de hacer justicia y una de ellas es la captura. Muchos tienen huellas de rodadas. Los vimos en el Semefo de Morelia en la identificación.”

REBASADOS

Según la Dirección del Servicio Municipal de Cementerios, que encabeza Ricardo Murillo Cárdenas, cada día se hacen en promedio 1.6 entierros; entre el lunes 25 y el miércoles 27, la cifra se multiplicó a más de 30 inhumaciones.

En una de las criptas velaron a César Mora, de 24 años, quien según sus amistades se dedicaba a brindar protección personal. No ofrecieron más detalles. En un extremo de su tumba se escuchó decir a alguien: “A lo mejor sí eran (del CJNG) o no, pero no se vale que los hayan asesinado así”.

Al parecer el cuerpo de César era uno de los más golpeados. Uno de sus amigos comentó que tenía fracturas en ambos brazos y la dentadura destrozada. A punto de sepultar a los jóvenes, algunas familias, como la de Jesús Ernesto Salazar, de 21 años, tuvieron que regresar a Morelia por el acta de defunción para concluir el trámite. Jacqueline, hermana del joven, señala que no lo había visto desde hacía tres años y tampoco sabía a qué se dedicaba.

La noche del lunes 25 seguían llegando cuerpos a las capillas de velación. En una de ellas velaron a Omar Hurtado Martínez, de 31 años. Su padre, Pablo Hurtado Ramírez, dice que su hijo vivía con él y se dedicaba a construir muebles de sala. En las últimas semanas, expone, lo contrataron para “arreglar casas” de gente adinerada y le informó que iría a un rancho. Comenta que no supo más y, como otros padres, por las noticias supo que su hijo había muerto en un supuesto enfrentamiento.

Resalta que a Omar le cortaron los testículos, lo ahorcaron y le dieron un tiro en la frente. El joven estaba casado y tenía tres hijas, una de ellas de apenas 22 días de nacida.

MÁS DUDAS

Para Graciela Pineda la desgracia en Ocotlán la instituyó el presidente Enrique Peña Nieto cuando decidió enviar a la Gendarmería Nacional (división de la PF) para custodiar sus calles. Dice que los uniformados sólo llegaron a extorsionar y matar a la gente; golpean y les quitan sus pertenencias a los ciudadanos. Menciona que hace tres meses vio por última vez a Martín, aunque tenían comunicación constante por teléfono. Éste le dijo que iría a Michoacán, sin darle explicaciones, y después se enteró de su fallecimiento.

“Cuando no había gobierno, como ahora”, coinciden varios testimonios, “no nos faltaban al respeto los malandros o sicarios, como les dicen; no había robos ni asaltos. Ahora ‘los negros’ (los efectivos de la PF) lo ven a uno en la calle y le quitan todo: celulares, dinero, relojes, esclavas, anillos. Se meten a las tiendas y no pagan la mercancía. No pasaba eso con los sicarios.”

“Qué necesidad hay de tener miedo hasta para ir a trabajar”, afirma Rocío Robles, y añade: “Los sicarios patrullaban, ayudaban a la gente; si alguien estaba enfermo o sin trabajo, le daban dinero. Ya no están y la policía no nos deja en paz. En Navidad el gobierno regalaba pelotas y las aventaba a ver a quien le tocaba. Los del CJNG llegaban con cinco camionetas a cada colonia, con todo tipo de juguetes… hasta bicicletas. Eran algo así como las autodefensas de Michoacán, cuidaban a su pueblo.”

Al cierre de ésta edición trascendió que en el Rancho del Sol se encontró una chamarra de la Dirección de Seguridad de Pública de Ocotlán, lo cual hizo pensar que efectivos de esa corporación participaron en la matanza; sin embargo, el titular del organismo, Diego Cervantes Maldonado, se apresuró a declarar a un medio local que el uniforme encontrado no está vigente, es falso y por ende sus policías no estuvieron en Ecuandureo.

No obstante, un efectivo de la dependencia —quien pidió el anonimato— asevera a Proceso que en el Rancho del Sol murieron tres ex policías municipales que habían sido despedidos en noviembre de 2013 porque no acreditaron el examen de control y confianza. Cervantes replica que uno de ellos renunció voluntariamente y le perdió la pista.

(Reportaje que se publica en la revista Proceso 2013, ya en circulación)

Información relacionada:

Al menos 11 de los muertos en Tanhuato fueron torturados:

http://hilodirecto.com.mx/al-menos-11-de-los-muertos-en-tanhuato-fueron-torturados-wp/

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