Por Alejandro Páez Varela
En la elección de 2011, de acuerdo con grabaciones que entonces circularon y que jamás fueron desmentidas, Luisa María Calderón Hinojosa instruyó la compra “a billetazos” de acarreadores profesionales de votos. El gobierno federal, en manos de Felipe Calderón Hinojosa, interceptó evidencia de que Fausto Vallejo, por su parte, era promovido por los narcotraficantes de Tierra Caliente para que ganara. La administración estatal estaba en manos de Leonel Godoy, recordará usted, célebre no porque fuera un buen político, un individuo correcto o un padre de familia ejemplar (o las tres cosas juntas) sino porque su hermano había escapado de la acción de la justicia después de que le descubrieran nexos con los más terribles capos de la región.
Chulada de tercia de ases, los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD). Por donde le rasquen. Servando Gómez, “La Tuta”, se dio vuelo grabando políticos michoacanos recibiendo instrucciones o dinero y seguramente hemos visto apenas unos cuantos videos. Los que han salido muestran gente de todos los calibres: cercanos a “Cocoa” Calderón y a la cúpula perredista en Michoacán. O a los priistas –claro está–, que soñaban con volver a la entidad ese 2011 porque otra ficha de a tonelada, Humberto Moreira, quería entregarle buenas cuentas a Enrique Peña Nieto, próximo candidato presidencial.
Así las cosas, durante el fin de semana pasado se dio a conocer una foto de 2011. Salen Melissa Plancarte a la izquierda; la síndica Julia Lila Ceja Canela y la Senadora del PRD, Iris Vianey Mendoza. Melissa es hija del narcotraficante Enrique “Kike” Plancarte, por supuesto. Desde la sede nacional del PRD se difundió una defensa tímida de Mendoza; tímida y equivocada, porque fue ella misma quien reconoció la veracidad de la foto, y dijo más cosas: que esa fiesta no la organizó ella, sino gente cuyos nombres se reserva; que era el cumpleaños de un estilista (imaginen al estilista) que es su amigo a tal grado que es capaz, por él, de dejarse tomar fotos.
Pero no es la primera vez, aclara: “a dicha celebración asisto año con año en compañía de mi familia como cientos de hombres y mujeres de diferentes sectores sociales y partidos políticos”. Hay más fotos, dice en pocas palabras, de políticos de otros partidos conviviendo. De hecho, hay fotos de “cientos de hombres y mujeres” que van a la fiesta del estilista y aquí me obliga una pausa: ¿qué estilista reúne a cientos de hombres y mujeres en su cumpleaños cada 12 meses? Pues uno muy poderoso, diría.
Deje a un lado a la Senadora. Mejor sume esta cantidad de anécdotas y trate de responderse, por favor, qué clase política es la michoacana. Qué clase de sociedad. Se me ocurre dibujar la respuesta con otra escena, ahora sacada del video difundido por una televisora británica: “La tuta”, con un fajo de billetes en la mano y una pistola en el cinto, habla ante una multitud en un pueblo; reparte dinero y se pasea; una niña se le acerca y le besa la mano. No critico a la pobre niña: es una sociedad completa la que le besa la mano al asesino confeso (“somos un mal necesario”, insiste en ese mismo video). Es una sociedad completa la que se hinca ante él.
No escarbo más en las anécdotas porque son infinitos. Sólo digo esto: que el asunto michoacano es un asunto muy grueso en donde el denominador común es la avaricia que lleva a la corrupción que lleva a la descomposición que lleva al sufrimiento. El asunto michoacano es, además, botón de muestra del gran mal que aqueja al asunto México: la corrupción.
Pocas veces termino tan asqueado de escribir mi artículo, como hoy. Insisto: no veo cómo podrán rescatar Michoacán sin tocar el tejido. Sin rescatar socialmente este pueblo sumido en la catástrofe a causa de la corrupción. No veo cómo podrán rescatar Michoacán sin enseñarle a esa niña que no es la mano de “La Tuta” la que debe besar, ni ninguna otra mano. Honestamente, veo cada día más difícil revertir el daño que se ha causado a la sociedad.
Fuente: Sin Embargo