Cerca de un tercio de la comida producida para el consumo humano se desperdicia en el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Y este despilfarro se debe en gran medida a que muchas frutas y vegetales no cumplen con los estándares de belleza establecidos por los supermercados, que se niegan a comprar a los productos que se alejen de la norma.
El chef británico Hugh Fearnley-Whittingstall describe cómo es la situación en Reino Unido y que pueden hacer los consumidores de todo el mundo si quieren revertir esta tendencia global.
A lo largo de los años he sido testigo de algunas escenas bastante deprimentes en la industria de la alimentación: condiciones deplorables en los criaderos de pollos, leyes de pesca absurdas de la Unión Europea y un sinnúmero de otros disparates.
Puede que los tubérculos no despierten en nosotros los mismos sentimientos que los pollos o los peces. Pero ver cómo una granja en el este de Inglaterra tiraba a la basura 20 toneladas de chirivías (una hortaliza muy parecida a la zanahoria), solo porque su aspecto no era lo suficientemente bonito, sigue siendo una de las cosas más impactantes que jamás he visto.
No era un costal lleno, era una montaña colosal de chirivías. Una cantidad suficiente como para llenar 300 carritos de supermercado. Y, quizá más importante aún, para alimentar a 100.000 personas con una porción generosa.
Eso fue lo que se descartó en una semana. Si multiplicas esta cantidad por las 40 semanas que dura aproximadamente la temporada de chirivías en este país (de septiembre a mayo), quiere decir que se desperdician al año cuatro millones de chirivías que tranquilamente podrían comerse.
Como chef, puedo decirte que no tenían nada malo. De hecho, eran hermosas. Me hubiese encantado cocinarlas. No eran impecables ni se ajustaban a la imagen de la chirivía perfecta. Pero para mí todas eran fantásticas.
Sin embargo, el supermercado las halló “insuficientes”: no cumplían los “estándares cosméticos”.
No eran chuecas, ni deformadas, ni estaban golpeadas. Simplemente se alejaban -a veces por una diferencia de milímetros- del extraño catálogo de especificaciones que define qué es lo que nosotros, los clientes, esperamos de una chirivía, aunque nadie nos haya preguntado.
Desastre económico
En la granja Tattersett se tira entre un 30% y 40% de la cosecha de tubérculos.
Así que no es sólo una pérdida terrible de alimentos, sino también un desastre económico para los productores.
La familia Hammond, que cultiva chirivías desde los años 70, ha visto como se ha ido desarrollando en los últimos años esta guerra entre supermercados para tratar de mostrar los productos más bonitos.
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Ellos saben que este año tendrán pérdidas. Por eso no sorprende que los Hammonds estén pensando en abandonar el negocio.
Esta situación no es excepcional. Este desperdicio -yo diría criminal- de productos frescos es, desafortunadamente y, en muchos casos, la norma.
Aproximadamente, un tercio de la comida que se produce en Reino Unido no se come. Tómate un minuto para pensarlo: millones de toneladas de comida en buen estado -y todos los recursos que se dedican a producirla- tirados a la basura. Una locura, ¿no?
Semejante despilfarro es no solo inmoral, sino también innecesario. Cuando les ofrecía a consumidores algunas de las chirivías “rechazadas” de los Hammond, se las llevaron más que contentos.
Nadie podía creer que toda esta comida maravillosa había sido descartada.
Cuestión de conveniencia
Los supermercados pueden decir que los consumidores solo aceptan zanahorias perfectamente rectas y manzanas sin ninguna mancha. Pero yo no me lo creo.
Ni tampoco Tristram Stuart, miembro de Feedback, una organización en contra del despilfarro que desafía a los supermercados y sus estándares cosméticos.
“Tenemos pruebas de que la gente está feliz de comprar estos productos”, dice en referencia a los vegetales discriminados.
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“Cuando les conviene, los supermercados los venden. En años de malas cosechas, los estándares se relajan y se les pide a los productores que incluyan los productos con algunas manchas o un poco torcidos, que normalmente serían rechazados. Por supuesto, nadie se da cuenta”.
Este despilfarro espantoso generado por los supermercados debe acabar. Y la gente tiene que pedirles que dejen de hacerlo.
Sin embargo, no podemos pedirles que paren a menos que estemos preparados a contribuir nosotros también. Y tenemos que aceptar el hecho de que casi el 50% de la comida que se desperdicia en Reino Unido, es comida que compramos y luego no comemos.
Responsabilidad compartida
Nosotros, seguramente, tenemos la misma responsabilidad que las grandes empresas de no desechar comida en buen estado.
No creo que lo hagamos adrede. A la mayoría de nosotros, ver grandes cantidades de comida destruida innecesariamente nos haría sentir extremadamente incómodos.
El problema es que no lo vemos.
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Una familia típica en Reino Unido desperdicia cerca de US$1.000 en comida. Pero claro, no al mismo tiempo: unas rodajas de pan aquí, una bolsa de ensalada por allá, un par de bananas que se ponen negras cada semana.
Esto se debe en parte a nuestro estilo de vida y también a que nos hemos hecho esclavos de la fecha de vencimiento que dice el paquete.
Sentido común
Cualquier signo de progresión natural, como una mancha en la fruta o el borde reseco de un trozo de queso, es tomado como una confirmación de que es hora de tirar el producto en cuestión a la basura.
¿Pero de verdad pensamos que una pequeña mancha marrón en una uva puede matarnos? Nuestros ojos, dedos, nariz y sobre todo nuestro sentido común son las mejores herramientas para juzgar si algo se puede comer o no.
Es hora de usar nuestro sentido común para tomar el control de la cadena alimentaria. Hay que comprar mejor y ser más inteligentes a la hora de cocinar.
Hay que desperdiciar menos comida siendo ingeniosos con las sobras. Y hay que usar ollas, platos y sartenes -no el bote de la basura- para limpiar nuestros refrigeradores.
Después podremos enfrentar a los supermercados y decirles con confianza: “reconocemos que la comida que venden es un recurso precioso y el producto de muchos otros recursos preciosos. Esperamos que hagan lo mismo que nosotros. Dejen de tirar tanta comida”.
Fuente: BBC Mundo