El asesinato de Javier Valdez no solo es una afrenta al periodismo; es una agravio a la sociedad sinaloense que ha perdido a uno de sus principales pilares en materia de libertad de expresión.
Por Francisco Sandoval (@Mrterremoto)
Por muchos años Javier Valdez y su columna Malayerba fueron un baluarte del periodismo en Sinaloa, estado que por décadas se ha visto inmerso en una vorágine de asesinatos y desapariciones producto de la impunidad y el narcotráfico.
El asesinato de Javier no solo es una afrenta al periodismo; es un agravio a la sociedad sinaloense que ha perdido a uno de sus principales pilares en materia de libertad de expresión.
La alegría era una de las principales características de Javier Valdez. Un periodista solidario, que siempre tenía una palabra de aliento para sus colegas, y nunca se acobardó ante la violencia y las amenazas.
Como muchos de sus paisanos, quería que la violencia en Sinaloa -y en todo México- cesará. Le dolía, pero aun así cada semana, a través de su columna Malayerba, y sus diferentes libros, la reflejaba y era claro en señalar a los responsables.
Malayerba, Miss Narco, Huérfanos del Narco y Narcoperiodismo, fueron los títulos de sus libros, donde sin ningún tipo de censura narraba el drama del narcotráfico en México.
Apenas el pasado 29 de marzo, Javier y un centenar de periodistas sinaloenses protestaron frente la Catedral de Culiacán, por el homicidio de Miroslava Breach, reportera asesinada en Chihuahua.
“A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”, escribió Valdez desde su cuenta de Twitter, tras el crimen de la periodista.
La editorial, ¿Quiénes somos? de Río Doce, refleja perfectamente la filosofía de Javier y sus compañeros en cuanto a la forma de hacer periodismo:
“Ríodoce nació (en febrero de 2003) en un contexto de fuerte control de los medios de comunicación por parte del Gobierno estatal, al que solo se salvaba, parcialmente, el diario Noroeste. Por eso nos propusimos desde un principio marcar una distancia clara respecto al poder, concentrado entonces, de manera absolutista, en Juan Millán Lizárraga, gobernador del estado…La sombra del poder nos acompañó implacable los primeros dos años. El gobernador había lanzado una consigna: ‘Vamos a matarlos de hambre’. Fueron hasta las oficinas del periódico a decirlo. Incluso se cruzaron apuestas. ‘No llegan a mayo’; ‘No pasan de agosto’; ‘Ya mero truenan’. Nosotros nos habíamos planteado otra: sobrevivir. Y acordamos que de ser necesario saldríamos con una hoja impresa por los dos lados, pero no bajaríamos las cortinas”.
En diferentes reuniones con periodistas y defensores de los derechos humanos, donde se buscaban alternativas para frenar la violencia contra la prensa, Javier siempre fue una voz crítica y constructiva, a favor del gremio periodístico.
“No podemos negociar con los principales agresores”, señaló en más de una ocasión, ante la propuesta de abrir un diálogo con las autoridades policiacas, responsables de 2 de cada 3 agresiones contra la prensa, según ha documentado la organización internacional Artículo 19.
El diálogo con las autoridades nunca se dio. Las agresiones continuaron y las autoridades siguieron encabezando la lista de responsables.
Para Javier no había marcha atrás. Se negó a normalizar la violencia contra la prensa. Así era Javier Valdez el periodista que con su “lengua larga” optó por el “no al silencio”.
Fuente: Animal Político