Por Alejandro Nadal
Por todos lados se escucha el coro de la recuperación económica. En Europa se afirma con brío que la crisis ya no pone en peligro la unión monetaria, como se temía hace un año. En Estados Unidos se dice que no sólo lo peor de la crisis ha pasado, sino que la recuperación, aunque todavía frágil, ya ha comenzado. En otros países, como México, se insiste en que viene un renacimiento económico.
¿Qué tan certera es esta visión de las cosas? La verdad, muy poco. Si se examina la situación en la que se encuentra la economía mundial existen pocas razones para el optimismo.
Comenzamos con Estados Unidos. Ahí se dice que el proceso de desendeudamiento de los hogares prácticamente ha terminado y que se vislumbra un mejor desempeño económico. Esta idea proviene del hecho de que en una economía capitalista moderna el financiamiento del consumo y la inversión es indispensable para el crecimiento y, desde esa perspectiva, el incremento del endeudamiento parecería algo bueno. Pero demasiado endeudamiento actúa como freno. En Estados Unidos los datos de la Reserva Federal muestran que el endeudamiento de los hogares se mantiene por arriba de 85 por ciento del PIB y varios estudios revelan que dicho nivel de endeudamiento es nocivo para el crecimiento de una economía.
Los datos para el tercer trimestre de 2012 efectivamente muestran que los hogares en Estados Unidos incurrieron en un déficit financiero y por eso muchos creen que el endeudamiento regresó, lo que se interpreta como buena señal. Pero al mismo tiempo que los hogares siguen pagando sus deudas, los datos revelan que los activos financieros de las familias se desplomaron. Eso quiere decir que los hogares siguen enfrentando problemas de liquidez y por eso recurren a la venta de parte de sus activos. Eso es normal porque los salarios siguen estancados, la desigualdad se mantiene y los empleos decentes no aparecen por ningún lado.
Como el sector corporativo también prefiere seguir pagando deudas, nada justifica pensar que la fase de desendeudamiento ya terminó. Según Richard Koo, economista de Nomura Securities, Estados Unidos se enfrenta al mismo problema que mantuvo postrada a la economía japonesa durante los últimos 20 años. Es lo que Koo llama recesión de hojas de balance: después del estallido de una burbuja los agentes prefieren pagar deudas en lugar de pedir prestado, aunque la tasa de interés sea cercana a cero.
El corolario de este tipo de análisis es que el gobierno debe mantener el nivel de gasto y éste no es momento para tratar de reducir el déficit fiscal. Eso es algo que el Congreso en Washington no acaba de entender. Es cierto que en el largo plazo el déficit fiscal debe reducirse, pero en la actualidad la disminución del déficit es una prioridad equivocada: frente al recorte en el gasto de los hogares, se necesita mantener y aumentar el gasto del gobierno.
En Europa el himno a la recuperación es todavía más desafinado. A principios de enero el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, declaró que había desaparecido la amenaza a la existencia del euro. Y es cierto que la intervención del Banco Central Europeo contribuyó a calmar los ánimos el año pasado, pero de ahí a cantar victoria ya es exagerado. No hay que olvidar que el conjunto de la eurozona entró oficialmente en recesión en 2012 y hasta Alemania, el motor europeo, vio su PIB reducirse 0.5 por ciento el último trimestre de 2012. Además de las economías más golpeadas por la crisis (Grecia, Portugal e Irlanda) este año se aplicarán severos ajustes fiscales en España, Italia y Francia, lo que frenará el crecimiento en esos países.
Algunos pensarán que el ajuste fiscal y la reforma laboral son necesarios para salir de la recesión. Pero el último informe de la Comisión Europea sobre empleo y desarrollo social (disponible en cec.europa.eu) concluye que esa no es la medicina adecuada, porque la verdadera causa de la recesión proviene del colapso en la demanda agregada. De ese análisis queda muy mal parada la idea de que con la austeridad y la flexibilidad laboral saldrá a flote la economía europea.
El desempleo en la zona euro alcanzó 11.7 por ciento en octubre de 2012: 19 millones de personas están desocupadas, 2 millones más que hace un año. En el caso de los jóvenes el desempleo alcanza el 25 por ciento. Las tasas de desempleo general más altas corresponden a España (26.6 por ciento), Grecia (26 por ciento) y Portugal (16.3 por ciento). En síntesis, prosigue la desintegración económica en cámara lenta. Es evidente que la austeridad fiscal seguirá profundizando la contracción, incrementando el desempleo y trayendo pobreza a una capa enorme de la población europea.
Keynes pensaba que el problema económico del capitalismo era su capacidad para mantener niveles de desempleo socialmente inaceptables. La causa la encontró en la inestabilidad intrínseca del capitalismo. Hoy hay que admitir que la ceguera y la belicosidad de las clases dominantes también juegan un papel importante.
Fuente: La Jornada