El huachicoleo –robo de hidrocarburos– no es un fenómeno nuevo. Fue detectado desde el gobierno federal hace al menos dos décadas y no tiene que ver sólo con las bandas del crimen organizado, tan de moda estos días: es también un delito institucional y de cuello blanco en el que participan trabajadores de todos los niveles de la paraestatal petrolera, sindicalizados o de confianza. Es una “industria” tan bien aceitada y funcional que no es exagerado hablar de un “Pemex paralelo”. La siguiente investigación revela su extensa trama.
Por Ana Lilia Perez/ Proceso
El mercado negro de hidrocarburos es una industria paralela dentro de Petróleos Mexicanos (Pemex) desde hace más de dos décadas. Empezó como robo hormiga de los trabajadores y luego se robusteció hasta ser una estructura que desde las entrañas de las instalaciones petroleras involucra a empleados sindicalizados y de confianzi, contratistas, empresarios gasolineros, industriales, ordeñadores de ductos, transportistas, capitanes y tripulaciones de barcos…
Todos ellos operan en estructuras que hacen posible la sustracción ilegal y venta de hidrocarburos estimada actualmente en más de 9 millones de litros cada 24 horas (600 pipas de 15 mil litros), que significan alrededor de 200 millones de pesos diarios.
En los 25 estados donde hay instalaciones petroleras, así como en aguas del Golfo de México que albergan las principales instalaciones costa afuera, hay tres grandes modalidades de sustracción: de manera directa de refinerías y terminales de almacenamiento y reparto (TAR) se sustraen embarques en las mismas pipas que Pemex contrata para transportar los refinados; vía marítima, en barcos que transportan los refinados de la paraestatal y en embarcaciones vinculadas directamente con el trasiego ilegal de combustible de Tamaulipas a Ciudad del Carmen; y mediante toma clandestina.
Son las dos primeras con las que se sustrae el mayor volumen de refinados. El gobierno federal estima que 80% del robo se hace directamente dentro de la paraestatal.
Para el robo mediante pipas –que se realiza directamente de cada una de las seis refinerías de Pemex y de las TAR– se utilizan la doble o triple facturación y facturas apócrifas o clonadas.
El modo de sustracción es el siguiente: para que los camiones pipa sean cargados con la cantidad precisa que solicita el comprador legal (gasolinero o distribuidor), el chofer debe llevar consigo una factura emitida por el área de venta. Ese documento debe mostrarlo primero al portero checador, luego al operador de las bombas en las que cada camión hace fila para que el despachador llenador surta su embarque.
Pero con una misma factura o con facturas clonadas, el chofer carga y descarga varias veces. Su entrega final ya no es con el comprador “legal” sino con la gasolinera con la que se pactó la entrega. En esta modalidad se puede cargar dos y hasta tres veces con la misma factura, sustrayéndose de 15 mil y hasta 30 mil litros en una sola carga.
Aquí hay complicidad entre el chofer de pipa, el portero checador, el despachador y los compradores. Todos son puestos sindicalizados con una excepción: la autoridad máxima en una TAR es el superintendente, puesto de confianza.
La sustracción directa de refinados involucra el delito de cuello blanco, como la alteración de procesos contables o la aceptación de facturas apócrifas, porque en esta modalidad el robo o fraude se puede iniciar desde las áreas de proceso de producción, es decir desde las refinerías: cada planta tiene un volumen de crudo o materias primas que recibe y que procesará según la capacidad de cada planta. Son cifras que deben cotejarse con lo que se envía por ducto, pipa o carro tanque a las terminales de almacenamiento y producción.
El volumen reportado como recibido debe coincidir con el producido y con el que fluye por los ductos, y debe cuadrar también con el que se suministra a las estaciones de servicio y gasolineras.
Lo que ocurre en realidad es que se maquillan las cifras de materias primas recibidas registrándose siempre cantidades menores, así se puede sustraer refinado sin que quede huella de su existencia, o registrándolo también como “merma”.
(Adelanto del reportaje especial publicado en Proceso 2200, ya en circulación)
* Periodista freelance, autora, entre otros libros, de El cártel negro. Cómo el crimen organizado se ha apoderado de Pemex.