Por Nidia Olvera Hernández/ VICE
Al hablar de drogas resulta ineludible invocar la frase del famoso médico y astrólogo suizo Paracelso: “Dosis sola facit venenum“. Es decir, solamente la dosis hace al veneno, por lo que este alquimista consideró que los fármacos contienen a la vez propiedades tóxicas y propiedades terapéuticas. En este sentido, hay que recordar que antes de la prohibición de las drogas, gestada a principios del siglo 20, las plantas y sustancias ahora proscritas y consideradas como causantes de delitos contra la salud ya habían tenido una gran cantidad de aplicaciones medicinales.
Destacan los fármacos provenientes de la amapola o Papaver somniferum, la mariguana o Cannabis sativa y la hoja de coca o Erythroxylum coca, que desde tiempos ancestrales han tenido multiplicidad de usos en las prácticas médicas de diversas sociedades. El eminente filósofo español Antonio Escohotado mencionó en su libroHistoria general de las drogas algunos narcóticos que eran empleados como remedios por los egipcios. Por ejemplo, ya desde entonces el opio era utilizado en cocimientos simples como analgésico y tranquilizante. Aunque por lo general se recomendaba el jugo de las cápsulas de adormidera en pomadas por vía oral y rectal.
Por su parte, el célebre botanista Pedanio Dioscórides en su texto sobre materia medicinal y venenos mortíferos distinguió dos especies de cáñamo: uno salvaje y uno doméstico. Este último era útil para disminuir el dolor de oídos, si se consumía toda la hierba verde. Asimismo, el médico griego recomendó un cocimiento de raíz de la variedad de cannabis salvaje, que aplicado en forma de emplasto podía mitigar las inflamaciones y deshacer los nudos de las articulaciones. Y aunque Dioscórides advirtió que ésta planta podía causar cierto emborrachamiento, también exaltó su utilidad para elaborar telas y cuerdas.
“Cannabis”, Dioscórides, Acerca de la materia médica y los venenos mortíferos [edición facsímil 1566], Fundación de Ciencias de la Salud, Salamanca, 1999, p. 369.
También a Paracelso, el alquimista renacentista que en realidad se llamaba Teofrastro Bombasto de Hohenheim, se le atribuye la creación del láudano: un preparado que contenía extracto de opio y que generalmente se mezclaba con alcohol y especias. Además, en sus textos sobre botánica oculta señaló que podía hacerse una tintura medicinal de cáñamo con 20 gramos de extremidades de la planta, que tenían que macerarse durante 15 días en alcohol de 90º. Con una dosis de entre 5 a 25 gotas al día de esta mezcla podían tratarse desde cefalalgias, ataques de tos convulsa, dolores estomacales, hasta usarse como hipnótica debido a sus cualidades como inductora del sueño.
Durante el siglo 19 se dieron importantes avances en la farmacéutica, debido a que se aislaron diversos alcaloides; entre los que destacan la morfina (1806), la cocaína (1860) y la heroína (1883). Además los científicos mexicanos no tardaron en comenzar a aplicar estas sustancias en la terapéutica nacional, a investigar sus propiedades, a advertir los riesgos que podía generar su consumo excesivo o sin supervisión médica, e incluso a relacionarlas con la adquisición de “vicios”. Aun así, durante esta centuria se comercializaron estas drogas y otros preparados con opio, en boticas y droguerías del país, así como con mariguana, toloache, peyote y otras hierbas psicoactivas.
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En los textos sobre farmacopea mexicana los preparados con opio eran recetados para combatir el insomnio, calmar dolores, disminuir la exaltación, neuralgias, enajenación mental, diarreas, cólera, vómitos, bronquitis y en la mayor parte de las afecciones crónicas del aparato respiratorio. De la resina extraída de los bulbos de adormidera se han obtenido múltiples preparaciones, que van desde tinturas, jarabes, pomadas, polvos y extractos, hasta supositorios, inyecciones y láudanos. De entre éstos últimos elíxires destacó el creado por el médico inglés Thomas Sydenham, en el que se debía mezclar el opio con vino de Málaga. Sin embargo, debido a las dificultades de adquirir este licor en México, se preparaba algún otro alcohol. Una receta del libro Nueva Farmacopea Nacional de 1896 indicaba que para preparar la tintura de opio azafranado o láudano de Sydenham se requerían:
-100 gramos de opio seco oficinal en polvo
-50 gramos de azafrán de Gâtinais
-16 gotas de esencia de clavo
-16 gotas de esencia de canela
-8 gramos de acido acético cristalizable
-800 gramos de alcohol de 30º
Se comenzaba por machacar el azafrán en el alcohol y se dejaba reposar por ocho días, se exprimía y se filtraba. Posteriormente a este líquido se le agregaba el opio y el acido acético, lo cual se maceraba por otros diez días, agitándolo constantemente; después de ser colado se le agregaban las esencias. Este líquido debía quedar de color café oscuro y con un sabor muy amargo en el que predominaba el azafrán. Las dosis iban de 9 a 35 gotas cada 24 horas; según la dolencia y las características del paciente.
Otros preparados narcóticos que fueron comunes durante el siglo 19 y principios del 20 son los polvos de Dower, que requerían nitrato y sulfuro de potasio, opio seco y polvo de ipecuana, esta última, una planta americana famosa por sus propiedades para inducir el vómito. Además se comercializaban la tintura de opio alcanforado o elíxir paregórico de Dublín y la pomada de morfina, que solo requería diluir un gramo de clorhidrato de este opiáceo en agua y mezclarlo con 59 gramos de manteca benzoada.
Otra importante especie para la farmacología mundial es la hoja de coca, que en México era prescrita en cigarrillos, extractos, vinos y píldoras; como tónico y estimulante general. Para preparar el vino de coca solo se requerían 15 gramos de este vegetal macerados por diez días en vino de Jerez y después filtrar este brebaje. Además el alcaloide de esta planta ha destacado por su utilidad como anestésico local, por lo que fue común su uso tópico. Para preparar una pomada se necesitaba disolver un gramo de clorhidrato de cocaína con 30 gramos de vaselina; esta mixtura debía aplicarse sobre el área adolorida.
Durante 1885 el médico Fernando Altamirano reportó en la Gaceta Médica de Méxicohaber realizado extracciones de cataratas y circuncisiones —todas con éxito— usando como anestésico el muriato de cocaína, que el mismo había preparado. Lo calificó como un “agente maravilloso” con “benéficas aplicaciones”, por lo cual recomendó que se sembrará esta planta suramericana en México, para aprovechar sus propiedades y hacerla más económica. Asimismo en la farmacopea nacional, esta sustancia se recetó para suplir la falta de alimentación, por sus propiedades sobre el tubo digestivo y en el sistema nervioso.
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Por otro lado, la mariguana en México no sólo ha sido usada con alcohol para las reumas de nuestras abuelas. Desde su llegada a la Nueva España en tiempos coloniales, el cáñamo fue utilizado como fibra, con fines rituales, recreativos y medicinales. Durante el siglo 19 se reportó la preparación de una “horchata” preparada con las semillas de cannabis para tratar la gonorrea. Además se ha empleado el aceite esta simiente para las hemorroides y para la galactorrea, es decir, la secreción anormal láctica de la glándula mamaria. Asimismo en las boticas se vendían extractos grasos y alcohólicos cannábicos; pomadas, tinturas y cigarros de mariguana para el asma.
Los antiguos médicos mexicanos recetaron pócimas con cannabis para la neurosis, la enajenación mental, trastornos de estómagos y dolor de cabeza. En 1902 el farmacéutico Juan Manuel Noriega en su Curso de historia de las drogas señaló que a pesar de las dificultades para obtener ejemplares auténticos de mariguana, era usada con éxito como antiespasmódico y como estimulante del sistema nervioso. Para la década de 1920, a pesar de que ya comenzaba a gestarse la prohibición de esta planta, en la farmacopea seguía recomendándose dosis de 5 a 30 gotas de extracto de cannabis para tratar el tétanos, hemorragias uterinas, la neurastenia, la histeria, el insomnio, la depresión y todo tipo de dolores.
Finalmente no hay que olvidar que México se caracteriza por la gran diversidad de plantas endémicas psicoactivas, entre las que destaca la cactácea Lophophora williamsi, mejor conocida como peyote. Esta especie considerada como sagrada por algunas poblaciones indígenas del país, también ha tenido múltiples aplicaciones terapéuticas. Desde 1914 se constataron sus efectos como un tónico cardíaco, por lo cual en la Gaceta Médica de México se recomendaba tomar de 15 a 30 gotas de tintura, tres veces al día ó hasta 20 miligramos de extracto hidroalcohólico, de cinco a diez veces al día. Para los años veinte en la farmacopea nacional seguían recetándose dos cucharadas de tintura de peyote al 10%, para el aumento de la estimulación del cerebro y los centros motores, el aumento de la presión arterial e incluso como calmante en algunos casos de locura.
Con el tiempo la palabra droga fue adquiriendo el sentido de depravación que contiene actualmente; exaltando su toxicidad y desdeñando sus propiedades medicinales, así como asociándola con la enfermedad y la criminalidad. En particular, en el caso de la mariguana en México, ya que al ser objeto de una prohibición absoluta los estudios científicos se han visto limitado por más de 60 años. Aun así, en publicaciones recientes se ha evidenciado la acción terapéutica de la planta de cannabis y sus principales componentes, sobre la sintomatología de múltiples padecimientos como la epilepsia, el cáncer, la esclerosis múltiple, la artritis, dolores crónicos y otras enfermedades oftálmicas, de la piel, del sistema nervioso y neurodegenerativas.
Además, sin el descubrimiento de fármacos como la morfina, la codeína y otros opiáceos; así como los anestésicos locales sintetizados a partir de la hoja de coca, los avances de la medicina moderna no hubieran sido posibles. Tanto los datos históricos, como la gran cantidad de propiedades ansiolíticas, antitusivas, antieméticas, tranquilizantes, anestésicas, analgésicas, etcétera, contenidas en estas plantas y sustancias deben ser valorados en las regulaciones sobre drogas, más aun cuando se ha enervado la investigación científica y se ha restringido el acceso a estos medicamentos.
Fuente: VICE