Por Sabina Berman
Sorprende que el Vaticano pretenda influir en nuestra forma de vivir en familia, siendo que en el Vaticano existe solo un tipo de familia.
La secreta. La inconfesable.
Sorprende también que el Vaticano pregone que la familia de padre-madre-hijos es la más apta, cuando las fuentes “sagradas” de la religión católica, el Nuevo Testamento y el Viejo Testamento, nunca la mencionan y en cambio mencionan únicamente a otros dos tipos de familia.
La poligamia y el clan de varones.
Y sorprende que el PAN nacional siga al Vaticano en su esfuerzo por imponer en México esa familia de padre-madre-hijos, aduciendo (cito al senador Chema Martínez, presidente de la Comisión de la Familia del Senado) que “es la que nos significa a los mexicanos”, cuando la demografía muestra que esa familia es ya poco usual en nuestro país.
Según el INEGI, el 35% de los mexicanos en edad productiva es soltero. Más del 25% vive en familias monoparentales por distintas razones. Porque la pareja procreadora de hijos se divorció. Porque un progenitor murió. Porque un progenitor huyó. O porque una mujer decidió tener hijos sin marido, una tendencia creciente. Y el 10% de las familias están encabezadas por dos personas del mismo sexo.
Es decir, hace tiempo la familia papá-mamá-hijos es la minoritaria en México y no, no nos significa. (Aunque lo que sí podríamos discutir es si el verbo “significar” significa algo preciso en este contexto.)
El senador Chema Martínez pertenece a una corriente de pensamiento cada vez más rebasada por la realidad y la familia que propone, y supongo calca su propia familia (aunque podría darme una sorpresa), es una sociedad de convivencia ahora minoritaria en México.
Con la vida defenderé el derecho del senador a creer y expresar que su familia es la más bonita y la mejor. Viva el orgullo familiar. Incluso defenderé su derecho a creer y expresar que todos los que vivimos en otro tipo de familias recibiremos, luego de muertos, un castigo eterno en el Lago de Fuego del Infierno. (Aunque ya veremos…)
Lo que no le permitiré al senador es usar los dineros públicos en campañas para discriminar a mi familia. Que por cierto es la más hermosa también. Ni a las otras familias. Que por alguna bondad para sus miembros persisten.
Lo que no permitiré como ciudadana es que con dinero de mis impuestos promueva un tipo de familia (la suya), amparado en una pretensión de superioridad que carece de asidero en la Naturaleza o la Historia o los estudios de la Ciencia.
Permitirlo sería dañar el Bien Común. Sería dar espacio al único modo de pensamiento incompatible con la democracia: la intolerancia. Por ello, con amabilidad le pido al senador Chema Martínez que renuncie a encabezar una comisión senatorial que claramente debe proponerse lo contrario de lo que él pretende.
Fuente: Milenio