La fallida apuesta de Trump y el Grupo de Lima en Venezuela

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El gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el Grupo de Lima, apostaron durante el último mes por lograr una salida inmediata del poder del presidente Nicolás Maduro del poder, y no lo lograron.

Por Rafael Croda/ Proceso

Su plan era que el rechazo interno y el aislamiento internacional llevaran a Maduro a renunciar al cargo en febrero, o a convocar a elecciones presidenciales anticipadas en condiciones de equidad y con nuevos árbitros electorales. Pero nada de eso prosperó.

Tampoco el propósito de que el alto mando militar venezolano diera la espalda al mandatario para apoyar al autoproclamado presidente encargado, Juan Guaidó.

Estos escenarios fueron altamente viables entre el pasado 23 de enero, día de la autoproclamación de Guaidó en una plaza pública de Caracas, y el sábado 23 de febrero (el llamado 23F), cuando según el joven presidente de la opositora Asamblea Nacional, debía entrar ayuda humanitaria a Venezuela.

Esos 31 días fueron el mes más crítico que ha enfrentado el chavismo en sus 20 años en el poder.

La crisis que enfrenta Maduro continúa y es profunda, pero hay dos factores que modificaron su curso.

El primero es que el mandatario chavista impidió, con el cierre de sus fronteras con Colombia y Brasil, y con escuadrones armados que reprimieron a manifestantes, el ingreso de la ayuda humanitaria a su país.

Esto era para él un asunto de sobrevivencia política. Si esa ayuda hubiera entrado, Guaidó habría quedado ante los venezolanos como un “presidente interino” capaz de aliviar la crisis humanitaria que registra el país.

El segundo factor que alteró la escena fue que el alto mando de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) se mantuvo leal a Maduro.

Durante el mes que corrió entre el 23 de enero y el 23F, el alto mando de la FANB había aparecido dos veces en cadena nacional de radio y televisión ratificando su respaldo a Maduro.

Este tipo de pronunciamientos suelen ocurrir cuando existe –como sucedió en este caso– alguna duda de la lealtad militar.

A lo largo del mes, Guaidó llamó insistentemente a los generales de la república para que el 23F se pusieran “del lado del pueblo que sufre hambre” y permitieran el ingreso de la ayuda humanitaria almacenada en ciudades de Colombia y Brasil fronterizas con Venezuela.

Incluso, la Asamblea Nacional había aprobado una ley de amnistía para militares y funcionarios chavistas que dieran la espalda al régimen y reconocieran a Guaidó como presidente.

Y como parte de ese paquete de incentivos, Washington ofreció a los altos oficiales venezolanos –muchos de los cuales tienen cargos por narcotráfico y lavado de dinero en Estados Unidos— una “exención de sanciones” si reconocían a Guaidó.

La intención de Estados Unidos, el Grupo de Lima y la oposición venezolana era quebrar la fidelidad de los altos oficiales con el régimen para que estos inclinaran la balanza a favor del autoproclamado presidente interino.

Pero el 23F sólo 104 miembros de las FANB desconocieron a Maduro, según datos de las autoridades migratorias de Colombia que recibieron en puestos fronterizos a los uniformados. La mayoría de ellos eran soldados rasos. Un mayor de la Guardia Nacional fue el oficial de más alto rango que figuró en ese grupo.

El 23F Maduro le ganó el pulso a Guaidó, al Grupo de Lima y a Estados Unidos porque el plan era sacarlo del cargo y ello no ocurrió.

Y al mantenerse en el poder y derrotar la apuesta de la ayuda humanitaria y del quiebre militar, modificó a su favor la adversa correlación de fuerzas que lo había tenido al filo del abismo en el último mes.

Maduro, golpeado

Hoy Maduro luce como un boxeador que, luego de estar contra las cuerdas y a punto del nocaut, logra eludir el ataque y se ubica en el centro del cuadrilátero para esperar, envalentonado, a su oponente.

Pero Maduro está golpeado, es evidente. Medio centenar de países lo desconoció como presidente; él y sus más cercanos colaboradores enfrentan sanciones en el exterior, y Estados Unidos le dio a Guaidó el control de la petrolera Citgo, el mayor activo de Venezuela en el exterior, y de las cuentas de la estatal PDVSA en la banca estadunidense.

Por ello, desde finales de enero Venezuela ya no exporta petróleo a Estados Unidos, país que, a pesar de los desencuentros bilaterales, era su principal cliente.

Esto comprometerá aún más la situación económica y social del país, donde nueve de cada 10 personas viven en la pobreza y donde la hiperinflación llegará este año a 10 millones por ciento, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Con el reforzamiento de las sanciones financieras, Maduro tiene el argumento que necesitaba para terminar de culpar al “imperialismo” de los problemas económicos del país.

También puede utilizar la amenaza de la opción militar estadunidense para invocar al nacionalismo y para restregarle a Washington las torpezas históricas que ha cometido en la región, y a Colombia –que ha reiterado que busca una solución pacífica de la crisis venezolana– su “sumisión al imperio”.

Tiene años que la producción petrolera venezolana está en declive. El país cerró 2018 con una extracción de 1.1 millones de barriles diarios, un 40% menos que el promedio de 2017, y sólo la tercera parte de lo que producía hace tres décadas.

A Maduro le queda como reserva financiera la explotación del Arco Minero del Orinoco, una región inmensamente rica de la que se extraen oro, diamantes, bauxita, coltán, hierro y dolomita, entre otros minerales, y en cuyo manejo –caracterizado por su opacidad– participan militares leales al presidente.

El régimen de Caracas también tiene una carta importante a su favor: el respaldo de China y Rusia, que ha sido determinante en estos días críticos del chavismo.

Esto no quiere decir que Maduro está blindado de la profunda crisis política, económica y social que enfrenta, pero sí explica algunas de las razones por las cuales se mantiene en el poder a pesar de la estrategia aislacionista que impulsan Washington y el Grupo de Lima.

Es imposible determinar qué tan efímero o revitalizador será el respiro que logró el presidente de Venezuela a partir del 24F.

Eso dependerá de cómo maneje el regreso de Guaidó al país –anunciado para este lunes— y las tensiones con Colombia en la frontera común, donde cualquier chispa puede detonar el fuego.

Fuente: Proceso

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