– 1.700 personas llegaron a Chiapas para participar en el curso “La libertad según l@s zapatistas” y convivir con las bases del movimiento, el mayor ejercicio de divulgación y apertura del EZLN desde su alzamiento hace 20 años y la demostración de que la frase ‘otro mundo es posible’ puede hacerse realidad si hay organización, trabajo, dignidad, constancia y una verdadera democracia.
Por María Merza
“Cuidado aquí compañero”. El votán (guardián) de Víctor Cabrera le va avisando por donde pisar. “No me deja ni para ir al baño en mitad de la noche”, comenta Víctor, un hombre entrado en la cincuentena y defensor de derechos humanos de la Comarca Lagunera, una de las zonas más violentas del norte de México. Son las 5 de la mañana en las montañas y la selva de Chiapas y los integrantes de la primera Escuelita zapatista “La libertad según l@s zapatistas” (desarrollada del 11 al 18 de agosto) empiezan a trabajar. Son 1.700 alumnos (jóvenes, niños, adultos, mexicanos, extranjeros, indígenas, académicos, hombres, mujeres -incluso algún transgénero- todos integrantes de organizaciones sociales) que participan en el mayor ejercicio de divulgación y apertura del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desde su alzamiento, hace casi 20 años.
Los alumnos están repartidos por los cinco caracoles que existen (un caracol agrupa varios municipios y cada municipio varias comunidades), las entidades de gestión y autogobierno zapatista que acaban de cumplir este agosto una década de funcionamiento al margen del Estado Mexicano. A Víctor le ha tocado el de Morelia, igual que a Juan Luis, un madrileño de la Plataforma de Solidaridad con Chiapas. Machete en mano y con poca destreza, reconoce el español, se dirige a un cafetal en una finca recuperada. “Antes del alzamiento, los finqueros no permitían el paso a los indígenas pero las bases zapatistas se organizaron para poblar la zona”. Juan Luis repite lo que le ha contado su votán, su sombra durante las 24 horas del día y uno de los muchos jóvenes que apenas habían nacido cuando el EZLN saltó a las portadas del mundo entero aquel 1 de enero de 1994. Pero eso poco importa. “Son la segunda generación de zapatistas y ya tienen una identidad propia basada en unos valores de colectivismo, solidaridad e igualdad impresionantes”, añade Juan Luis. Los votanes, además, son traductores de español, la lengua franca del EZLN para que mames, tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles… puedan entenderse entre sí y, ahora, con los forasteros.
La disciplina y la organización es lo primero que sorprende a los alumnos. “Cuando pregunté a nuestra votán, de 16 años, porqué no descansaba un poco, no me dijo ‘no puedo’ o ‘no quiero’ dijo ‘no debo’”, cuenta Ninett Torres, que llegó a la Escuelita procedente del DF junto a su hijo Paul, de 10 años.
Todo está pensado al detalle. Nada más levantarse unos hacen tortillas, otros preparan el fuego, luego todos se van al campo para recoger maíz o frijol, cortar hierba, atender al ganado o trabajar en las plantaciones de café, la principal fuente de ingresos de los zapatistas a través de las exportaciones que hacen a través de ONG o las ventas a loscoyotes (los que cruzan ilegalmente a los migrantes), las únicas vías para no entrar en el sistema oficial.
Tras compartir un pozol (caldo típico a base de maíz) queda tiempo para ver de primera mano cómo funcionan las escuelas (que en algunos caracoles llegan hasta secundaria); las clínicas; un proyecto de la panadería; los invernaderos; o una zapatería que te hace unas botas en dos días.
“Me ha llamado la atención la agroecología”, dice Manuel Valdivia, instalado en el caracol de Oventic. “Todos los productos son orgánicos, hacen abonos, pesticidas e incluso cultivan microorganismos. Y en salud es impresionante se combina la medicina tradicional, con la moderna y sobre todo la preventiva”. Pese a la falta de dinero y a que siempre necesitan más medicinas, tienen 40 microclínicas y un hospital donde ya hay gente capacitada hasta para hacer cirugías de primer nivel aunque sigan llegando médicos de apoyo de zonas no zapatistas.
Democracia real
Por la tarde es la hora del estudio. Sentados junto a los votanes y los maestros, los alumnos leen y comentan los libros (cuidadosamente editados) que se les distribuyeron el primer día junto a unos DVDs . Mientras, en la Universidad de la Tierra, en San Cristóbal de las Casas, otros compañeros explican al mundo lo mismo, mediante videoconferencias retransmitidas por internet. “La vida nos fue enseñando a construir nuestra autonomía, nadie nos dijo cómo organizarnos pero creamos una democracia real, desde abajo que no se ejerce cada 4 o 6 años sino a diario, en la que el pueblo elige a un gobierno que manda obedeciendo y si lo hace mal, lo saca”.
Organizados de forma asamblearia y rotativa (todo el mundo pasa por todos los puestos alguna vez) los integrantes de las Juntas del Buen Gobierno (JBG), la instancia máxima de cada caracol, aprovecharon los días previos a la Escuelita para rendir sus cuentas semestrales, unos informes que para alguien que llegue de fuera pueden resultar tediosos por lo detallados pero que demuestran el minucioso control que tienen las JBG de toda su administración. Así, llueva, truene o aplaste el sol, la comunidad escucha los resultados de su sistema de créditos y cuándo debe o ha pagado cada persona; se entera de en qué ocasiones ha tenido que actuar la comisión de justicia y porqué; de los beneficios de la última cosecha de café; sabe cuánto se ha gastado en compra de medicinas, en un ordenador para la escuela o en arreglar uno de los camiones. Porque aunque cada familia puede tener sus pequeños cultivos personales, lo que prima son los proyectos colectivos, cuyos beneficios se reparten equitativamente entre todos.
“El Banco Zapatista es increíble, prestan dinero a un interés mínimo – destaca Juan Luis- y el sistema de justicia es de lo más pragmático, por ejemplo, en casos de asesinato, el asesino tiene que mantener de por vida a la familia del asesinado”. Pero lo que más le sorprende es que los que no son zapatistas –que muchas veces conviven puerta a puerta con ellos-, también pueden pedir un crédito o someterse a su justicia, como el caso de un pollero (el que cruza ilegalmente a los migrantes) detenido recientemente y que le pusieron a hacer trabajo comunitario –un puente- durante seis meses”.
En las reuniones de la tarde, antes de los bailes o los partidos de baloncesto o fútbol, se multiplican las preguntas, curiosidades que van desde cómo les afecta la llegada de Coca-Cola a la sexualidad. “Es increíble cómo la planificación familiar se ha convertido en un asunto político y colectivo”, indica Ninett sorprendida también por la participación de los hombres en el cuidado de los bebes y otras actividades antes solo de mujeres. “Dicen, hay que tener tantos hijos como seas capaz de mantener y los que hayas acordado con tu pareja. El resultado es que se han reducido los embarazos, incluso me encontré una mujer ¡que iba a ser madre primeriza a los 30!”
Más allá de los pasamontañas
Los cambios no han sido fáciles, reconocen los zapatistas, pero ahí están y ahora han decidido enseñar al mundo lo logrado. “En 1994 todo esto era un sueño, hoy es real”, reconoce Juan Luis, que lleva viajando a la zona desde entonces. Sólo hay un tema tabú: la parte militar. “Algunos se quedaron con el romanticismo revolucionario de los pasamontañas pero lo más importante es la base civil, hasta ahora invisibilizada”, comenta el español. Sin embargo, el aroma de una guerrilla que sigue alzada en armas permea la vida diaria aunque quede en segundo plano y por eso no sorprende ver a toda la comunidad formándose y colocándose en posición de saludo militar, ancianas y niños incluidos, la mano en la frente, la frente alta, cuando anuncian que hay que cantar el himno zapatista. ”Vamos, vamos, vamos, vamos adelante/ Para que salgamos en la lucha adelante/ Porque nuestra Patria grita y necesita / De todo el esfuerzo de los zapatistas”.
¿Y cómo se relaciona la Comandancia con ustedes?”, pregunta Victor a su votán que trabaja de locutor en la radio de los insurgentes. “De eso no puedo hablar”, contesta. Los alumnos no insisten, saben que puede ser peligroso indagar más y la seguridad es lo primero. Por eso esperan pacientemente a que se pongan los pasamontañas o los paliacates (los típicos pañuelos rojos) antes de poder hacer una foto. Por eso le cuentan a Ninett que en sus casas solo deben tener lo básico, para poder huir rápido si es necesario. Por eso pocos se extrañan cuando unos aviones militares sobrevolaron la zona. “Dieron varias vueltas, parece que vigilaban las cañadas de entrada a la selva”, comenta Juan Luis. La Comandancia del EZLN no dudó el denunciar la intimidación. “Si Enrique Peña Nieto quiere que sus soldados aprendan en la Escuelita, que pidan ser invitados”, dijo el comandante Tacho . “Como quiera, no los vamos a invitar, pero así tendrán pretexto de que están espiando porque no los invitamos”.
Tras cinco días de convivencia, el curso intensivo de zapatismo está a punto de acabar. Los participantes están exhaustos, muchos con ampollas en las manos, todos conmovidos por el trato excepcional, la generosidad pese a la escasez, y la increíble organización. Los más de cinco meses de minuciosa preparación, como parte de las acciones civiles anunciadas por el EZLN a principio de año, han dado resultado. La última noche, la de balances y confidencias, todos celebran. “Los zapatistas nos mostraron su alegría por saber que no están solos”, señala Ninett. “Nosotros por haber entendido un poco mejor su mundo”.
Las lecciones aprendidas no tardan en llegar. “Igual que ellos resisten, pese al hostigamiento del Estado, nosotros tenemos que encontrar la manera de hacer frente a la violencia que tenemos en el Norte”, explica Víctor. “Y no digo que tengamos que levantarnos en armas pero sí explorar otras formas de organización”.
“Los zapatistas nos mostraron su realidad y eso no significa que haya que copiarla pero se pueden sacar buenas ideas para adaptar a cada lugar”, afirma José Luis. “Me voy con esperanza de que otro mundo sí es posible, solo hay que tener claridad, disciplina, encontrar el momento adecuado de actuar y tener mucha paciencia. Nada se consigue en seis meses”.
“Aquí está el verdadero zapatismo, no en los discursos bonitos”, asegura Richard Stahler-Fholr, un profesor de universidad estadounidense. “Es otra manera de hacer política”.
La Comandancia del EZLN, que coordinó la salida el primer día, tomó de nuevo la palabra en la clausura de la Escuelita y en el encuentro del Consejo Nacional Indígena que tuvo lugar a continuación en la Universidad de la Tierra de San Cristóbal. Fue el colofón de una semana de intenso trabajo en el que cada pueblo expuso sus problemas, el principal, el acoso al que son sometidos por parte del crimen organizado, las multinacionales, las mineras o los políticos.
Los zapatistas llamaron a todos a unir fuerzas y rebeldía y el subcomandante Moisés, en su primera intervención pública, les pidió mantener la lucha fuera de todo interés económico.
El único ausente fue el subcomandante Marcos, que desde la web mandaba un mensaje a futuro: “Lo que sigue de la escuelita es algo que usted y solo usted debe decidir”.
Fuente: Periodismo Humano/ Fotos: Víctor Cabrera