Por Gonzalo Martínez Corbalá
En el último día de 2012, tan lleno de acontecimientos de primera importancia en todos los aspectos de la supervivencia del planeta, se hace presente como nunca, desde el primer día de su creación, la presencia, imposible de soslayar, de ciertos hechos que por sí mismos hacen sentir a la humanidad –supuestamente dueña, en el mejor sentido del término–, lo dudoso que resulta resolver algunos de los problemas vitales para nuestra subsistencia como género, y aun como planeta, siquiera en las condiciones primordiales, tan elementales, como se encuentran los cohetes, tripulados o no, simplemente observados jubilosamente a su arribo a otros planetas que han sido elegidos como destino.
En realidad tenemos dudas también de la propiedad de la expresión no tripulados para denominar la circunstancia de que hubieran completado la trayectoria de su fantástico viaje sin la presencia de tripulantes ni de viajeros del reino animal, cuya única misión es dejar viva una muestra de la que disfrutaron en la Tierra, como habitantes que ocuparon cierto espacio físico, que no explica enteramente su origen ni tampoco la verdadera función que cumplen con su presencia, que puede ir de simple pieza de cacería o de pesca, que en ocasiones únicamente se constituyen en recuerdos de atrevidas hazañas, y costosas, que muestran la gran capacidad de algunos seres humanos para conservarlos con su bella apariencia física, que lucían invariablemente como seres vivos hasta llegar a ser simplemente un extravagante abrigo de una señora bella y rica, o bien una pieza elaborada por algún taxidermista que integraba de esta manera las exóticas salas de cacería que eran el asombro de los invitados que tuvieron el privilegio de ser parte de los amigos para quienes en realidad fueron perseguidos hasta matarlos para el disfrute y el asombro de los mencionados, exclusivos invitados que de esta manera se evitaban la molestia de visitar los museos donde se les conserva vivos, hasta lo más aproximado posible a la realidad tan inaccesible para el común de la gente.
El público que presencia estos espectáculos de arribo de un cohete a otro lejano planeta, en primera instancia, es muy reducido, y si bien celebran jubilosamente cada uno de éstos, a diferencia de los descritos más arriba, quienes los disfrutan han participado de algún modo en las difíciles maniobras para lograr el éxito de las misiones; con su participación aportan algo, generalmente en el campo de la ciencia más inalcanzable por su complejidad y grado de dificultad, y por lo costoso de cada uno de estos experimentos, cada vez más difíciles de llevarse a cabo.
Por otra parte, las restricciones que se aplican a los combustibles nucleares y a su uso, puesto que se aproximan mucho al uso que se hace de ellos, a los que se les podrían dar para usos bélicos, y no únicamente científico.
La referencia que hacemos al princpio se debe a que no son realmente no-tripulados, estos complejos y costosos cohetes, puesto que desde las bases terrestres en la NASA, y en las otras organizaciones semejantes, en alguna medida van tripulando las naves espaciales, durante el seguimiento que hacen, tan preciso, tan estrecho, de manera que sí hay algún grado de tripulación, que los hace peligrosos, pues ya lanzados en ruta, ésta pueden llegar a cambiarla, si no es que ya lo están haciendo actualmente.
Dice la Agencia Internacional de Energía (AIE), en su más reciente reporte, refiriéndose a la rivalidad entre los gases natural y los no-convencionales, que hay un pero para que sea factible el advenimiento de la era del gas. Hace falta que se cumplan ciertas condiciones, pues el gas pizarra (shale), el gas comprimido (tight) y el metano de cama de carbón (coal bed carbon) condicionarán el desarrollo de la era del gas para que se constituya el gas natural solamente en una proporción significativa, de las muy vastas existencias de los yacimientos de éste en el planeta (se refiere a los gases no-convencionales) siempre que los no-convencionales puedan desarrollarse de una manera costeable y, sobre todo, que no se dañe considerablemente el ambiente, sino en dimensiones aceptables.
Suponemos que con este término lo que se quiere decir es que no se trata de la explotación, sin límites razonables, de los gases no-convencionales.
Afirma que los avances en la tecnología, de la explotación de la cabeza de pozo-arriba (upstream), han llevado a aumentar muy considerablemente la producción en Norteamérica en los años recientes, reservándose la posibilidad en mayores aumentos de producción, así como la emergencia de una industria en gran escala de gas para industria que use los gases-no convencionales en otras partes del mundo, donde hay considerables volúmenes de gases no- convencionales; esto llevaría finalmente a otros beneficios, como sería muy principalmente la generación de energía de bajo costo.
Aunque esto no lo menciona, la AIE explícitamente, nosotros agregaremos el comentario de que México podría ser una de estas regiones en las que se pudieran encontrar cantidades importantes de gases no-convencionales, y las complejas conclusiones, incluso de orden político, se las dejamos al lector. Nosotros seguiremos analizando las consecuencias que pudieran venirse encima, adelantaremos que todas podrían ser positivas, excepto una: no actuar con rapidez y con mucho patriotismo.
Fuente: La Jornada