Ética, valores, integridad. Las empresas de Wall Street pasan mucho tiempo empleando esas palabras cliché cuando hablan sobre el desarrollo de la cultura correcta. Pero un informe sobre la conducta de quienes trabajan en las empresas de Wall Street muestra que la insidiosa cultura de la codicia está de regreso; o quizá nunca desapareció, publica The New York Times. Buena parte de los empleados cree que las empresas incentivan la violación a la ley.
Y, sin embargo, un nuevo informe sobre personas dentro de la industria y acerca de su conducta ética realizado por el despacho legal Labaton Sucharow sugiere en forma inquietante que las nobles palabras de Wall Street podrían seguir siendo en gran medida huecas. De 250 personas de la industria pertenecientes a docenas de compañías financieras que respondieron a preguntas – operadores, administradores de cartera, banqueros de inversión, profesionales de fondos compensatorios, analistas financieros, asesores de inversión, entre otros – 23% dijo que “había observado o tuvo conocimiento de primera mano de malas acciones en el lugar de trabajo”.
Conforme nos acercamos este mes de septiembre al quinto aniversario del inicio de la crisis financiera, parece que la memoria es más corta que nunca. Si el informe es preciso, la insidiosa cultura de la codicia está de regreso; o quizá nunca desapareció.
Las empresas incentivan a violar la ley
Las preguntas fueron formuladas el mes pasado por Labaton Sucharow a instancias de uno de sus socios, Jordan A. Thomas, un ex director asistente y abogado litigante en jefe asistente en la división de ejecución de la ley de la Comisión de Valores y Cambios (SEC, por sus siglas en inglés). Los resultados son un revelador recordatorio de los continuos desafíos que enfrenta la industria, desafíos que parecen endémicos.
Si bien los resultados quizá no sean científicos, son desoladores. Por ejemplo, 26% de los encuestados dijo que “creía que los planes de compensación o las estructuras de bonificaciones en vigor en sus compañías incentivan a los empleados a comprometer los estándares éticos o violar la ley”.
Existe la opinión de que los problemas éticos se originan en el nivel superior: 17% dijo que esperaba que ”fuera probable sus líderes se hicieran de la vista gorda si sospechaban que un subalterno con excelentes resultados se hubiera involucrado en operaciones con información privilegiada”. Se vuelve incluso más inquietante: “15% dudó de que su liderazgo, al enterarse del delito de un subalterno con excelentes resultados, lo reportaría a las autoridades’’.
No hay nada aceptable en estas respuestas.
Wall Street tiene un problema muy grave, ya sea que los líderes de la industria quieran creerlo o no.
A menudo se dice que es injusto generalizar con toda la industria, y así es. Evidentemente hay gente buena ahí haciendo un buen trabajo. Una gran mayoría cae en esa categoría. Pero las cifras presentadas en el informe reflejan la inquietante realidad de que también pudiera haber más que unas cuantas manzanas podridas en la industria. Debería considerarse una señal de alarma cuando las personas dentro de la industria dicen esto: “28% de los encuestados siente que la industria de los servicios financieros no pone primero el interés de los clientes”.
Quizá extrañamente, el problema es más pronunciado entre los empleados más jóvenes en las finanzas, la próxima generación del liderazgo en Wall Street.
¿Recuerda la pregunta sobre si un ejecutivo se involucraría en operaciones con información privilegiada por 10 millones de dólares si no hubiera repercusiones? Bueno, si analiza las cifras según la antigüedad en la industria, los encuestados con menos de 10 años de experiencia tendrían incluso más probabilidad de violar la ley: 38% dijo que se involucraría en operaciones con información privilegiada por 10 millones de dólares si no les atraparan.
Ese resultado es particularmente notable ya que yo hubiera esperado que la próxima generación de financieros estuviera más interesada en ayudar a crear una nueva cultura contraria a Gordon Gekko en Wall Street.
Virtualmente todos los programas principales de maestría en administración en Estados Unidos incluyen ahora clases de ética, muchas de ellas obligatorias. En 2008, una coalición de estudiantes dio inicio al Juramento de la Maestría en Administración, una promesa voluntaria entre los estudiantes de “crear valor responsable y éticamente”. Hasta ahora, más de 6,000 estudiantes han firmado la promesa.
Y, sin embargo, el informe y otra evidencia anecdótica sugiere que lo que se está haciendo en las aulas y en el trabajo no es suficiente. Según un polémico estudio llamado “educación de Economía y Codicia” publicado en 2011 por profesores de Harvard y la Universidad del Noroeste, una educación en economía sorprendentemente podría estar empeorando el problema.
“Los resultados muestran que la educación en economía es sistemáticamente asociada con actitudes positivas hacia la codicia”, escribieron los autores. “El dominio no disputado de la maximización del interés propio como la lógica primaria (si no la única) de los mercados, en las escuelas de administración y los escenarios corporativos por igual, podría conducir a las personas a ser más tolerantes con lo que otras personas consideran como moralmente censurable”.
El problema se agrava por un rasgo compartido por todos, sin importar su industria. “La gente predice que se comportará más éticamente de lo que realmente lo hace”, según un estudio de 2007 encabezado por Ann E. Tenbrunsel, profesora en Notre Dame. “Luego creen que se comportaron éticamente cuando no lo hicieron. No sorprende, entonces, que la mayoría de los individuos crea erróneamente que son más éticos que la mayoría de sus colegas”.
Eso podría ayudar a explicar por qué, en el informe de Labaton Sucharow, 52% dijo que “creía que era probable que sus competidores se hayan involucrado en actividad ilegal o poco ética para tener éxito”.
Quizá también explique por qué 89% de los encuestados “indicó su disposición a reportar malas acciones” y, sin embargo, tan pocos lo hagan.
Como parte de la ley de revisión financiera Dodd-Frank, la SEC desarrolló un programa de delatores de 500 millones de dólares que paga entre 10% y 30% de las multas cobradas al delator. El fondo aún cuenta con 450 millones de dólares, pese a las recientes declaraciones de Stephen L. Cohen, director asociado de la división de ejecución de la ley de la SEC, de que deberíamos esperar mayores pagos pronto. Thomas, de Labaton Sucharow ayudó a desarrollar el programa de delatores cuando estaba en la SEC., y ahora representa a los delatores.
“Estamos viendo una cultura del silencio”, dijo. “Hay poca disposición a denunciar”.
La codicia, para demasiados, sigue siendo buena, aparentemente. Hay mucho trabajo por hacer antes de que las palabras cliché se vuelvan una cultura.
Fuente: The New York Times