Por Servando Pineda Jaimes
Mal la están pasando los dueños de este país y del mundo. Donde quiera que se paran y la gente los descubre, reciben sonoras silbatinas, abucheos, gritos, burlas e insultos, cansada que está de tantos desplantes de sus gobernantes, quienes ya de plano hicieron a un lado pudor alguno.
Y no es para menos. La gente ve en ellos la encarnación de todos sus males en el menor de los casos, y en otros, el coraje de observar a una casta divina que sin el menor esfuerzo se lleva la mayor parte de la tajada del pastel, mientras la mayoría, literalmente se está muriendo de hambre.
Eso le sucede a don Carlos Slim, quien ya no se puede parar en ningún lado como Dios manda, sin que vengan las protestas. El mexicano más rico del planeta que vive en uno de los países más pobres del mundo, es el rostro del neoliberalismo que tiene a millones de familias luchando por no morir de hambre mientras él, día a día y sin prácticamente mover un solo dedo acumula más y más riqueza. Desde luego, no todo lo puede comprar el dinero. Lugar donde llega, lugar donde lo abuchean o se burlan de su persona, sin que sus millones algo puedan hacer. Ahora sí que hay cosas que el dinero no puede comprar. Una de ellas: la dignidad.
Lo mismo le sucede al Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, sí, a ese que le encanta matar elefantes, que sus vasallos le detienen para que no falle el tiro. Se le ocurrió asistir a un partido de basquetbol y así le fue. Claro que para compensar el enojo del respetable don Juan Carlos, magnánimo que es, anunció que para solidarizarse con la plebe española, “donó” al Estado español “El Fortuna”, uno de sus lujosos yates que tiene un valor de 21 millones de dólares. Lo que no dijo es que lo hace porque ya le resulta carísimo poder mantenerlo. Tan sólo llenar su tanque de combustible le cuesta cerca de 20 mil euros. Así que mejor que los pague el pueblo y no él.
Ahora le tocó el turno a los Príncipes de Asturias, Don Felipe y Doña Letizia a quienes lo menos que les gritaron en el Liceo de Barcelona fue: “foteu el camp”, una expresión muy, pero que muy catalana, que viene a significar algo así como: ¡lárguense de aquí! El equivalente en México sería algo así como váyase mucho a donde usted ya sabe. Al igual que don Juan Carlos, pusieron cara de: what? Y ya no sabían si quedarse a ver “El elíxir del amor”, la ópera bufa de Gaetano Donizetti, reírse, o de plano ponerse a llorar.
La picaresca mexicana
Ya no se diga de los políticos mexicanos o de sus incorregibles juniors, ladies y lores. Y las pruebas sobran. Ahí está la celebérrima “Ladyprofeco”, y ahora la “Ladysenado”, quienes se enfurecieron porque no se les cumplieron sus caprichitos. La primera montó en cólera en un restaurante del Distrito Federal porque no le dieron la mesa que pidió cuando ella quiso. Hija del procurador, furiosa mandó cerrar el negocio. Gracias a las protestas que se dieron en las redes sociales, el padre de la famosa chiquilla, el titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco, Don Humberto Benítez Treviño fue cesado de su cargo por el propio presidente Peña Nieto.
La segunda, una senadora de Quintana Roo, casi, casi cesa de su cargo a una despachadora de la aerolínea Vivaaerobús, porque ésta le negó el acceso al avión ya que el vuelo estaba cerrado. La senadora había llegado tarde y exigía a grito pelón le dejaran abordar el aparato, porque ella había llegado tarde –según dijo- porque realizaba altas encomiendas en bien de la Nación. Luego, a través de las mismas redes sociales vimos a la ínclita senadora durmiendo plácidamente en su curul. Cierto, Vivaaerobús es la peor línea aérea de México, y son múltiples sus fraudes y mal servicio, pero quienes viajan en ella son –como diría la hija del presidente Peña Nieto- la prole, dadas sus bajísimas tarifas. Ante este panorama, uno se pregunta si la jugosísima dieta de senadora que supera los 150 mil pesos, no le alcanza para viajar en una línea más o menos seria como Aeroméxico. ¿O tan mal andan ya los senadores? No nos vayan a salir ahora con que su sueldo es tan bajo que tienen que viajar por Vivaaerobús.
Ni qué decir de los Ferraris que el líder petrolero Carlos Romero Deschamps con su sueldo de 24 mil 633 pesos mensuales, acostumbra regalar a su pobre hijo, José Carlos, quien sufre la gota gorda en Miami. Don Carlos le obsequió a su vástago un Ferrari Enzo 399 que tiene un precio en el mercado de dos millones de dólares (cerca de 25 millones de pesos) de los cuales sólo se fabricaron 399 en el mundo, y que para contar con uno de ellos, la agencia pone como requisito contar mínimo con dos autos de la misma línea. O su hija Paulina, que pasea por todo el mundo a sus tres mascotas, unos bulldogs ingleses de nombres Keiko, Boli y Morgancita, quienes acompañan a Doña Paulina por su periplo por el mundo como si se tratara de cualquier hija de algún jeque árabe, pues también compra bolsas “Hermés” de miles de dólares, a las que coloquialmente las llama: “mis bolsas del Superama” (supermercados que abundan en el Distrito Federal). Para que se dé una idea, tan sólo una de estas bolsas, el modelo “Birkin”, tiene un precio en el mercado de 12 mil dólares, algo así como 150 mil pesos, equivalentes a ¡dos mil, 316.24 salarios mínimos! en esta frontera.
¿Quiere más? Ahí tenemos al exgobernador de Tabasco, Andrés Granier Melo, de quien, gracias a la magia de algunos alcoholes, la sociedad mexicana se pudo enterar que al exmandatario le encanta vivir bien y vestir mejor. Cuenta con un guardarropa de 400 zapatos, igual número de camisas, 300 trajes y mil camisas. En comparación con doña Paulina, don Andrés tiene gustos más refinados. El exgobernador tomaba vinos –con cargo al erario público, por supuesto- de 99 mil pesos la botella, o cognac de 62 mil pesos, contra los 10 mil pesillos de un Vega Sicilia que le encanta a la hija del líder petrolero.
A don Andrés lo buscan en estos momentos porque por más que abren y abren cajones, no encuentran mil 900 millones de pesos, recursos federales que fueron enviados a Tabasco para atender problemas de salud, educación y seguridad. En el edén ya no hallan la puerta porque deberán pagar una deuda a bancos en el orden de los 17 mil millones de pesos. Don Andrés, orondo, sólo atinó a decir en sus momentos de gloria, que él no era muy pretencioso y que vivía modestamente.
Para no ser menos que su exjefe, su extesorero, don José Saíz Pineda —aclaro que me deslindo de cualquier parentesco— presume por las calles de Villahermosa su Ferrari F430 de cuatro millones 615 mil pesos, que según dice, lo compró con su sueldo de 144 mil pesos que cobraba como Secretario de Finanzas. Ni ahorrando todo un año lo pudiera haber comprado. Sólo basta decir que el saqueo en ese estado no tiene fin. Recién nos enteramos en vivo y a todo color, del descubrimiento de más de 100 millones de pesos en efectivo, guardados en “cajitas de huevo”, presuntamente propiedad del exgobernador, que los tenía en una “casa de seguridad”, ahí nomás para sus “cuchulucos” o lo que se le ofreciera. Pa´las propinas pues.
Ya ni para qué le cuento de los exóticos gustos de Doña Elba Esther, de todos conocidos. O de los caprichitos de don Teto Murguía, de gastarse 100 millones en una X que sólo le produjo un monumental abucheo.
Ante este inmenso saqueo de las arcas nacionales y desplantes de juniors ladies y lores, palidecen las tropelías o excesos de otros personajes de la picaresca mexicana. A las bolsas del super de la hija de un líder petrolero, y los Ferraris de la actual clase política mexicana, resultan juegos de Monopoly el Partenón del “Negro” Durazo y sus famosos centenarios. O el saqueo de Pemex que hizo Jorge Díaz Serrano y los entonces líderes Joaquín Hernández Galicia (a) La Quina, o Salvador Barragán Camacho. Lo que hicieron esos personajes sería casi la propina de lo que han hecho ahora Carlos Romero Deschamps, que sus 24 mil pesillos de sueldo, le permiten comprar Ferraris, yates, aviones y hasta donde su imaginación le pueda dar. Por si le interesa, don Carlos es el socio mayoritario de Banorte. (http://www.sinembargo.mx/opinion/14-11-2012/10683)
Vamos, ante estos pillos, las tropelías de don José López Portillo resultan un juego de niños. Y pensar que en su momento nos escandalizamos porque en una de sus múltiples giras presidenciales por el extranjero, su entonces esposa doña Carmen Romano, mandó tirar el muro del cuarto de un hotel en el que se hospedaba porque no cabía su piano, el cual le encantaba tocar, carajo. Bueno no, el caso era que tenía gustos refinados.
¡Ay, si don Agustín de Iturbide viviera..!
Y es que a no querer, al chingao Peje resulta que parece que hay que darle —otra vez— la razón: ¿Hasta cuándo se cansará la gente de tanta pinche tranza..?
Por cierto, se me pasaba, el 7 de julio hay elecciones…
*Servando Pineda Jaimes, maestro investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, es integrante de Hilo Directo