Por Xavier Caño Tamayo*
Corrupción es soborno. Que funcionarios y políticos profesionales se apropien de fondos públicos. Que se manipulen o distorsionen datos e informaciones en concursos o negocios públicos en beneficio de corruptores y corrompidos. Que se oculten y manipulen datos para no pagar impuestos. Que empresas e individuos tengan ventajas y privilegios en la obtención de contratos y recursos públicos.
Hace unos días, en el Reino de España fueron detenidos más de cincuenta políticos, funcionarios y empresarios por esas prácticas corruptas organizadas. La mayoría, políticos del gobernante Partido Popular. La investigación intenta concretar quiénes cobraron comisiones hasta 250 millones de euros en total por conceder contratos públicos. Es la operación Púnica, pero ya hay otra en marcha, Enredadera…
En España hay unas 1.700 causas por corrupción con cientos de imputados. Nombres ‘ilustres’ de la política, la empresa, las administraciones públicas, la burocracia sindical y las instituciones del Estado aparecen en la larga lista de cientos ya imputados, o que lo serán, en la corrupción que ocupa portadas día tras otro. Como Acebes (que fue ministro de Interior), Rato (ex-vicepresidente económico), Bárcenas (que fue tesorero del Partido Popular), Iñaki Urdangarín, (cuñado del rey Felipe VI), Cristina de Borbón (hermana del rey), Miguel Blesa (que fue presidente de Bankia), Jordi Pujol (presidente del gobierno autónomo de Cataluña más de veinte años).
Pero la corrupción no es solo problema español. En absoluto. Como muestra, en julio de 2003 se destapó una de las mayores tramas de corrupción de Europa. Eurostat, el servicio de estadística de la Unión Europea, había actuado durante años como empresa mafiosa. Doble contabilidad, contratos falsos, contratos inexplicables, aumento contable de costes, ofertas ficticias, fondos secretos, oscuros movimientos de docenas de millones de euros… Y hace unos días, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación desveló que se firmaron 548 acuerdos secretos entre el paraíso fiscal Luxemburgo (miembro de la Unión Europea) y 340 grandes empresas… para evadir impuestos. Cuando era primer ministro de ese pequeño país el actual presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker y cuando el ministro español de economía, Luis de Guindos, era responsable financiero de la consultora PwC, una de las cuatro empresas que organizaron las trampas fiscales de cientos de multinacionales para no pagar impuestos o apenas pagar.
¿Cómo no ha de haber corrupción si el Fondo Monetario Internacional contribuyó, tal vez ignorante pero imprudente e irresponsable, a grandes corrupciones? En los noventa, el FMI prestó a Rusia más de 20.000 millones de dólares sin controlar el destino de ese capital y altos funcionarios del gobierno de Yeltsin desviaron 500 millones de dólares, mientras respetables bancos estadounidenses aceptaban abrir depósitos con cantidades obscenas por políticos corruptos y delincuentes similares. Según el Congreso de Estados Unidos, se ocultó por sistema el origen de esas fortunas. El Citibank abrió 350 cuentas secretas con dinero de origen inexplicable y la mafia rusa utilizó el Bank of New York para blanquear 10.000 millones de dólares. Bancos estadounidenses y europeos contribuyeron a blanquear más de 200.000 millones de dólares, fruto del saqueo del patrimonio público ruso tras ser privatizado. Rosa Jansen, ex-vicepresidenta del Tribunal de Utrecht, fue profeta al afirmar entonces que “estamos ante el nacimiento de la corrupción supranacional”. Y muy organizada, cabría añadir.
Contra la errónea idea de que la corrupción es propia de países poco desarrollados, además de recordar que en toda corrupción hay dos: corruptor y corrompido, es evidente que la corrupción está muy a gusto en los países ricos. Así lo demuestran los numerosos escándalos estallados desde los noventa de Eurostat, Enron, World Com, Parmalat… y otras grandes empresas. O que el presidente Bush y el vicepresidente Cheney estuvieran bajo sospecha antes de ocupar la Casa Blanca. Y también que la mayoría de grandes empresas alemanas se hayan sentado en el banquillo de los acusados en los últimos años. O que Berlusconi utilizara en Italia su mayoría parlamentaria para aprobar leyes de inmunidad que le permitieran escapar de condenas seguras por corrupción…
Lo cierto es que la corrupción ya es otro modo de acumulación de capital del neoliberalismo. Junto con la especulación financiera, la austeridad fiscal y la deuda como medio de dominio. Y se ha instalado en todo el mundo para quedarse. Mientras haya capitalismo.
* Xavier Caño Tamayo. Periodista y escritor
@xcanotamayo
Fuente: CCS,org.es