¿Por qué no podemos conciliar el sueño? La cafeína puede ayudar pero no es algo duradero, al igual que las pastillas para dormir, según los estudios. La respuesta puede encontrarse en nuestro comportamiento, de acuerdo con este análisis de The Wall Street Journal. Por ejemplo, evitar la luz azuleja de las pantallas de la computadora, los televisores y los teléfonos inteligentes (que nuestro cerebro interpreta como luz natural) al menos una hora antes de acostarse.
“En los primeros años del siglo XXI, el sueño no era causa de preocupación. La tecnología achicaba el mundo, la globalización cerraba la brecha entre un día y el siguiente y factores como tiempo y lugar se volvían cada vez menos importantes en las empresas que funcionaban sin cesar. Dormir se ubica más o menos en el mismo lugar que el uso del hilo dental: es algo que deberíamos usar con mayor frecuencia, pero que no lo hacemos”, escribe David K. Randall.
Hoy en día el consumidor es bombardeado por ofertas de bebidas energizantes dudosas, colchones que prometen un descanso placentero y medicinas para conciliar el sueño. Al parecer, la falta de descanso se ha convertido en uno de los achaques de la era moderna.
“¿Pero por qué el sueño, que parece ser algo tan sencillo reflexiona -Randall-, se está volviendo tan problemático? La razón podría tener mucho que ver con lo que tiene colgando ahora mismo sobre su cabeza: el foco. Antes de la era de la iluminación eléctrica, nuestros antepasados dormían en dos tiempos cada noche. El primer sueño empezaba poco después de la puesta del sol y duraba hasta no mucho después de la medianoche. Luego, la persona se despertaba por más o menos una hora y se volvía a acostar para el llamado segundo sueño”.
Era algo tan cotidiano como el desayuno y que habría quedado en el olvido a no ser por el trabajo del profesor de historia A. Roger Ekirch, de la Universidad Politécnica de Virginia, que pasó casi 20 años en la década de los 80 y 90 investigando la historia de la noche. El tiempo entre los dos períodos de sueño era un espacio natural y previsto de la noche y, dependiendo de las circunstancias, era utilizado para rezar, leer, meditar o tener sexo, de acuerdo con el reportaje de The Wall Street Jorunal.
Los estudios muestran que este tipo de sueño está tan arraigado en nuestra naturaleza que lo retomaríamos si pudiéramos. Participantes de experimentos a los que se les priva de la luz artificial tienden a caer en este ritmo. De hecho, integrantes de culturas que no usan la luz eléctrica duermen de esa manera.
El ciclo natural del sueño cambió para siempre con Thomas Edison. La puesta del sol dejó de marcar el fin de la vida social para convertirse en el punto de partida. La noche pasó a ser el tiempo en que todo lo bueno pasaba. La oscuridad dejó de interferir en la producción de las empresas.
“Por supuesto, nadie quiere volver a la época en que no había luz eléctrica. Sin embargo, los intentos de fusionar nuestros ritmos de sueño naturales con el mundo moderno parecen estar fallando, especialmente luego de que la luz artificial pasó de nuestros techos a nuestras manos, de donde raramente se apartan los teléfonos inteligentes y otros aparatos”, explica el periodista David K. Randall.
Las consecuencias de este cambio en nuestro estilo de vida son mucho más funestas que una simple pérdida de conexión con el mundo natural. Los investigadores encuentran cada vez más evidencia de que la falta de sueño es terrible para nuestra salud. La falta de descanso ha sido ligada a tasas más altas de enfermedades cardíacas, obesidad, derrames cerebrales y hasta ciertos tipos de cáncer.
“Muchos de nosotros intenta mitigar la falta de sueño con café o pastillas para dormir, pero eso sencillamente no funciona. La cafeína puede funcionar en el corto plazo, pero no es una solución duradera para la persona promedio, porque el cuerpo empieza a crear una tolerancia a ella. Aumentar la dosis de cafeína tiende a alterar el cuerpo y cuando deja de hacer efecto, usualmente la persona queda exhausta. En cuanto a las pastillas para dormir, estudios muestran que las medicinas no ofrecen una mejora significativa en la calidad del sueño del paciente”, explica.
“Entonces, ¿por qué no nos esforzamos más para solucionar nuestros problemas de sueño?” El propio Randall ofrece algunos tips para adaptar la manera en la que lidiamos con el sueño, para hacerlo más efectivo para la vida moderna:
“Mucho tiene que ver con nuestro comportamiento. Una cosa que ayuda es acostarse a la misma hora todas las noches. Estudios también han concluido que las personas deben evitar la luz azuleja de las pantallas de la computadora, los televisores y los teléfonos inteligentes —que nuestro cerebro interpreta como luz natural— al menos una hora antes de acostarse”.
“El yoga u otras técnicas de relajación también mejoran la calidad y el tiempo del sueño. El secreto de un buen dormir bien podría ser reconocer que necesita esfuerzo, y que ese esfuerzo vale la pena. La salud, la habilidad mental, el sexo, las relaciones, la creatividad, los recuerdos, todo lo que nos define, depende de las horas que pasamos cada noche con los ojos cerrados”.
– David K. Randall es reportero senior de Reuters y autor de Dreamland: Adventures in the Strange Science of Sleep, publicado el 13 de agosto por W.W. Norton, en Estados Unidos.