En torno al asesinato en 1985 del agente de la DEA Enrique Camarena en México casi nadie se decide a hablar. Quienes tenían la obligación de saber lo que ocurrió con el estadunidense en Guadalajara optaron por guardar silencio o alegar ignorancia. Uno de ellos, Sergio García Ramírez, a la sazón procurador general. Otro, Manuel Bartlett, entonces titular de la Secretaría de Gobernación. Uno más: José Antonio Zorrilla, exdirector federal de Seguridad. Pero alguien sí quiso hablar: Jorge Carrillo Olea, segundo al mando en aquella dependencia durante el sexenio delamadridista. En entrevista con Proceso, el exgobernador de Morelos confirma que la temida DFS estaba, literalmente, al servicio de la CIA y ambas colaboraban con el Cártel de Guadalajara. “Bartlett lo sabía perfectamente”, remata.
Por Jorge Carrasco Araizaga
Rafael Caro Quintero guardó silencio durante sus 28 años de encierro. Nunca quiso hablar sobre el asesinato del agente de la administración antidrogas de Estados Unidos (DEA), Enrique Camarena, en 1985. El entonces procurador general Sergio García Ramírez tampoco ha querido decir nada y el ex secretario de Gobernación y actual senador Manuel Bartlett se lava las manos de lo que pasaba en aquellos años entre la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA), implicadas en el asesinato.
“Eso no puede ser… si no era el subsecretario de la Reforma Agraria, era el secretario de Gobernación”, dice indignado Jorge Carrillo Olea, subsecretario con Manuel Bartlett durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), sexenio turbulento en la relación de México con Estados Unidos.
“La Dirección Federal de Seguridad estaba totalmente al servicio de la CIA”, afirma quien fue encargado de liquidar aquella institución y fundar el Centro de Investigación y Seguridad Nacional.
Durante décadas la DFS operó como policía secreta del régimen priísta, pero también estuvo al servicio de la CIA: espiaba a los países del bloque socialista acreditados en México, le hacía labores de correo, dedicaba personal a trabajar en exclusiva para los estadounidenses y hasta destinaba parte de sus recursos a mantener un coche con placas diplomáticas que usaba la embajada de Estados Unidos.
De ahí a que la CIA entrara en contacto con los narcotraficantes protegidos por la DFS sólo había un paso. “Era un paso absolutamente fácil, cenaban en la misma mesa”, dice Carrillo Olea en entrevista con este semanario, el martes 22 en Cuernavaca.
Coronel retirado y jefe de la Sección de Inteligencia del Estado Mayor Presidencial en el gobierno de Luis Echeverría, Carrillo Olea fue testigo de la crisis generada por el secuestro y asesinato de Camarena en una alegada acción de la CIA, la DFS y el Cártel de Guadalajara como parte de la ilegal operación Irán-Contras del gobierno de Ronald Reagan (Proceso 1928 y 1929).
Como Bartlett, García Ramírez o Caro Quintero, el último director de la DFS, José Antonio Zorrilla Pérez, también ha guardado silencio sobre el homicidio de Camarena y el papel de la CIA en ese hecho. Desde el pasado septiembre Zorrilla cumple en su domicilio el resto de su condena de 29 años de prisión.
En los 24 años de encierro que vivió en distintos penales de la Ciudad de México por el asesinato del periodista Manuel Buendía, no salió ni una sola palabra de Zorrilla respecto a la colaboración de la DFS, la CIA y el Cártel de Guadalajara en la muerte de Camarena, quien habría descubierto que esa relación formaba parte de la trama del caso Irán-Contras.
Eterno espionaje
Los servicios estadounidenses de inteligencia han sido muy activos en México. Una de sus mejores épocas fue la del gobierno de Felipe Calderón.
Con el argumento del combate al narcotráfico se diversificaron y entraron a México incluso agencias del Pentágono y terminaron por espiar al propio Calderón y al actual presidente Enrique Peña Nieto.
Para Carrillo Olea esa intromisión no es nueva. Asegura que la DFS trabajaba para la CIA desde la época en la que estaba bajo el control del capitán Fernando Gutiérrez Barrios, quien ingresó a la policía secreta del régimen en 1952 como jefe de control político. En 1958 fue subdirector y en 1964 el presidente Gustavo Díaz Ordaz lo designó director.
De 1970 a 1982 fue subsecretario de Gobernación, cargo desde el cual controlaba a la DFS. En el sexenio de Echeverría (1970-1976), Bartlett fue director de Gobierno de esa secretaría, y Zorrilla, secretario particular del subsecretario Gutiérrez Barrios. Otro secretario del capitán retirado era el actual diputado priísta Manlio Fabio Beltrones.
Gutiérrez Barrios ocupó la Subsecretaría de Gobernación durante dos sexenios. Un año antes de que acabara el gobierno de López Portillo, Zorrilla quedó al frente de la DFS al suceder a Miguel Nazar Haro, quien se vio obligado a renunciar después de verse inmiscuido en un escándalo de contrabando de autos robados en Estados Unidos.
Cuando Bartlett fue nombrado en 1982 secretario de Gobernación por Miguel de la Madrid, Zorrilla fue ratificado en la Federal de Seguridad.
“La relación entre los dos era muy intensa. Se conocían de años. Zorrilla despachaba directa y constantemente con Bartlett en Gobernación. Para mí era lo más lógico desde el momento en que Manuel me dijo que él se iba a encargar directamente de la DFS”, dijo Carrillo Olea en entrevista anterior, el pasado septiembre (Proceso 1924).
– ¿Entre los encargados del área de seguridad se sabía lo que hacía la inteligencia de Estados Unidos en México? –se le pregunta en la entrevista del martes 22.
– Sí. Totalmente. Además Bartlett estaba siguiendo una ruta hacia la Presidencia. Su plan era seducir a (John) Gavin (embajador de Estados Unidos en México). Tenían acuerdos constantes en Gobernación, por lo que Bartlett no necesitaba tener una relación con el jefe de la estación (de la CIA). A mí me tocó llevarla.
“La relación empezó mal porque, cuando llegamos, Zorrilla ya tenía un año en la Federal de Seguridad y me encuentro con que el embajador de Estados Unidos tenía gente de la DFS a su servicio. La embajada disponía de un coche de la dirección con placas diplomáticas. Se guardaba en sus instalaciones en la Plaza de la República y se le ponía gasolina de la DFS. A cambio la embajada mandaba cajas de whisky de regalo ‘para los muchachos’. Yo acabé con todo eso. Los estadounidenses estaban totalmente metidos.”
Para Estados Unidos no fue buena noticia la desaparición de la DFS. “Se le acabaron los informantes fáciles y eficientes”, dice.
Aunque en la embajada de Estados Unidos “se alarmaron con la decisión del gobierno de Miguel de la Madrid de desaparecerla, también veían que eso estaba muy descompuesto y seguro que tuvieron sus alternativas”.
– ¿Cómo cambió la relación con Estados Unidos?
– Se abrió un vacío en la cooperación. No hubo relación de ese tipo. Todo eso de las grabaciones de los países del Este por supuesto que se acabó.
Autor del libro México en riesgo, Carrillo Olea asegura que Bartlett sabía de esa relación de la DFS con la CIA y de sus contactos con el Cártel de Guadalajara. “Bartlett lo sabía y por supuesto que a Gavin le interesaba más hablar con Manuel que con Bernardo” (Sepúlveda Amor, entonces canciller).
Gavin, ex actor de Hollywood y anunciante de ron en la televisión antes de ser embajador en México, ha sido un defensor de Bartlett y crítico de Sepúlveda, actual vicepresidente de la Corte Internacional de Justicia.
En declaraciones a la periodista Dolia Estévez para el libro El embajador, Gavin elogia y deslinda de cualquier responsabilidad en el caso Camarena al entonces secretario de Gobernación y ahora senador por el Partido del Trabajo:
“Era un soldado del PRI. Bartlett quiso limpiar la Secretaría de Gobernación, pero enfrentó muchos problemas; incluidos problemas, según las fuentes que teníamos, con un viejo operador llamado Fernando Gutiérrez Barrios, a quien el presidente mantuvo en su puesto en Gobernación”.
El ex diplomático dice que ante el asesinato de Camarena sus principales interlocutores en el gobierno mexicano fueron el entonces procurador García Ramírez y Bartlett, a quien define como “el segundo hombre más poderoso en el gobierno mexicano”, aunque el ex secretario de Gobernación se dice sorprendido por las recientes revelaciones sobre la presunta participación de la CIA en el asesinato del agente de la DEA y de su vinculación con el caso Irán-Contras.
Del ex secretario de Relaciones Exteriores, Gavin asegura: “Para efectos prácticos eliminamos a Sepúlveda, quien estaba a la vanguardia de los denostadores de la víctima asesinada”. De acuerdo con Carrillo, Bartlett tampoco quería a Sepúlveda. “Confiaba en muy pocos. Incluso a mí me seguía y espiaba”.
Gobernador de Morelos entre 1990 y 1994, cargo al cual renunció dos años antes del término constitucional en medio de una crisis de seguridad en el estado, Carrillo asegura que García Ramírez “sabe más que nadie” lo ocurrido en el caso Camarena.
Pero el ex juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y ex consejero del PRI en el Instituto Federal Electoral ha guardado silencio: “No sé por qué no quiere decir nada. Él tiene la foto del centro del caso del agente de la DEA. Lo que yo sé, sólo son anécdotas alrededor”.
La Contra
La relación de la CIA, la DFS y el Cártel de Guadalajara fue más allá de las relaciones entre México y Estados Unidos.
De acuerdo con el ex agente de la DEA Héctor Berrellez, responsable de la Operación Leyenda (el operativo de esa agencia desplegado en México para investigar el asesinato de Camarena), se topó con la confabulación de los servicios de seguridad e inteligencia de México y Estados Unidos para favorecer a la contrarrevolución nicaragüense, en una operación internacional de compra de armas y tráfico de drogas que involucró también a Irán e Israel (Proceso 1929).
El propósito era entregar armas a la Contra para derrocar al régimen sandinista, pero también se establecieron campos de entrenamiento de los llamados “soldados de la libertad” en México, financiados con el dinero de la operación Irán-Contras.
– ¿Se sabía de la presencia de los Contras en México? –se le pregunta a Carrillo.
– Edén Pastora, el Comandante Cero (ex sandinista y uno de los líderes de la Contra), entraba y salía de México con mucha frecuencia. Hasta que nos dimos cuenta y lo pescamos un día. Era muy arrogante, muy majadero. Lo llevamos a un hotel y cuidamos que no se escapara ni le pasara nada. Al siguiente día lo mandamos de regreso a Panamá, de donde había llegado.
Sobre la decisión de establecer campos de entrenamiento de la Contra nicaragüense en territorio mexicano, asegura desconocer cómo se tomó esa decisión y si participó algún funcionario mexicano.
Pero añade que el entonces secretario de la Defensa Nacional, Juan Arévalo Gardoqui, conocía la existencia del rancho El Búfalo, en Chihuahua –propiedad de Caro Quintero– antes de que ahí se hiciera el mayor decomiso de mariguana de la historia de México, en 1984, en una operación en la cual intervino la DEA.
Fuente: Proceso