Un libro hecho de retazos de añejas demandas de justicia social, componendas políticas y loables propósitos que no incluyen las garantías para cumplirlos: así es la Constitución Mexicana a un siglo de su promulgación en 1917, afirma uno de sus principales estudiosos, el doctor Elisur Arteaga Nava. Por ese motivo, dice, “los mexicanos comunes y corrientes no tenemos nada que festejar; en cambio, quienes han gobernado el país, tanto el PRI como el PAN, sí… Con ella nos han querido hacer creer que vivimos en un Estado de derecho”.
Por Jorge Carrasco Araizaga/ Proceso
Una Constitución burlada, utilizada para mantener el control político, inaplicable en la división de poderes y sin garantías para hacer realidad los derechos previstos en ella es lo que uno de los principales constitucionalistas de México, Elisur Arteaga Nava, dice del documento que desde hace 100 años rige la vida del país.
Considerado como la máxima autoridad en la Constitución mexicana y autor del Tratado constitucional, publicado en cuatro tomos por la Universidad de Oxford en 1999, Arteaga Nava asegura que la llamada Carta Magna se ha convertido en un instrumento de “engaño y sometimiento”, con grupos de poder, como el Ejército y la Iglesia católica, o poderes formales, como los de los gobernadores, que actúan por encima de ella.
“La han convertido en una buena máscara para ejercer el poder”, dice el especialista que se ha dedicado por más de 60 años al estudio de la ley fundamental.
También litigante, asevera: “Los mexicanos comunes y corrientes no tenemos nada que festejar (por el centésimo aniversario de la Constitución). En cambio, quienes han gobernado el país, tanto el PRI como el PAN, sí tienen mucho que festejar. Con ella nos han querido hacer creer que vivimos en un Estado de derecho.”
Sin embargo, se opone a la creación de una nueva: Para él basta que se aplique honestamente para que en buena parte funcione, “eliminando lo que inexpertos en derecho le han metido.”
Licenciado por la Escuela Libre de Derecho, historiador por la UNAM y doctor en derecho constitucional por la Universidad Iberoamericana, Arteaga hace una revisión histórica de los artículos relacionados con los derechos sociales y de las modificaciones que se la han realizado al calor de las disputas políticas:
“La Constitución comenzó con un gran engaño. (Venustiano) Carranza (presidente de México entre 1914 y 1920), como estaba consciente de que no podía imponer de buenas a primeras un nuevo texto constitucional, recurrió al expediente de decir: Constitución de 1917 que modifica la de 1857.”
LA PRIMERA MENTIRA
“Eso fue una falacia porque el documento se hizo al margen de lo que establecía el artículo 127 de la Constitución del 57, que es similar a nuestro artículo 135. En aquél se establecía un procedimiento para reformarla en una combinación del Congreso de la Unión con una mayoría reforzada por la intervención de las legislaturas de los Estados. Carranza se brincó esa disposición constitucional y convocó a un Constituyente ad hoc en el que los obregonistas hicieron lo suyo.”
Esa fue la primera mentira, dice el historiador y constitucionalista nacido en 1937 en Taxco, Guerrero. “Para impedir que los obregonistas tomaran el poder, Carranza estableció que todos aquellos que hubieran intervenido directa o indirectamente en una asonada, motín o cuartelazo no podían ser presidentes de la República. Trató de imponer al ingeniero (Ignacio) Bonilla (embajador de México en Washington) como presidente y fracasó.”
“Obregón se le adelantó y sacrificó a Carranza. Hubo un interregno de Adolfo de la Huerta (presidente en 1920), quien convocó a elecciones y resultó alguien que no podía ser presidente de la República por haber intervenido en el golpe de Estado contra Carranza: Álvaro Obregón; de todas formas fue el titular del Ejecutivo federal de 1920 a 1924.”
“Después, cuando Obregón trata de reelegirse, se encuentra con el impedimento del artículo 83, que le prohibía ser presidente de la República por el inconveniente de la no reelección. Tampoco respetó el período de cuatro años establecido en la Constitución para ejercer el cargo. Se le hizo poco y lo aumentó a seis.”
“Hubo una rebelión en su contra y para quitarle los elementos armados y el dinero a la oposición antirreeleccionista (encabezada por los generales Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano), Obregón le ordena a Calles (entonces presidente de la República, 1924-1928) que modifique la Constitución para neutralizar a los adversarios de Obregón.”
Dice el también profesor en derecho constitucional de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco: “La Constitución sirvió para asegurar el poder a una facción del grupo revolucionario e impedir que los enemigos, los que están en la periferia, ingresaran al poder.”
NO PODÍAN SER Y FUERON
En su revisión sobre cómo la Constitución se ha adaptado a la clase gobernante, Arteaga refiere también el periodo presidencial de Emilio Portes Gil (1928-1930), después del asesinato de Obregón y quien sucede a Calles como presidente interino: “Portes Gil no podía ser presidente de la República porque era gobernador de Tamaulipas y no se retiró un año antes de la elección.”
“Además era hijo de un abogado dominicano; es decir, que no era hijo de padre y madre mexicanos por nacimiento, como lo exigía en ese momento la Constitución. Pero se hizo una interpretación para permitir el enjuague de Calles de poner a Portes Gil.”
“Después, hace presidente a Pascual Ortiz Rubio (1930-32), quien también estaba impedido porque era el embajador de México en Brasil. No reunía el requisito constitucional de no haberse ausentado del territorio nacional un año antes de la elección, pero Calles lo impuso.”
Con Abelardo L. Rodríguez (1932-1934) hubo otro rompimiento constitucional. Era secretario de Guerra y Marina. Pertenecía al Ejército y, como tal, de acuerdo con el artículo 82 original, tenía que retirarse con 90 días de anticipación. No lo hizo.
Asegura que Adolfo Ruiz Cortines, presidente de 1952 a 1958, tampoco debió serlo porque su mamá era española. “Lo mismo pasó con Adolfo López Mateos (1958-1964), porque su papá era español, Mariano López.”
Casi medio siglo después, a finales de los noventa, se modificó el artículo 82 para que Vicente Fox, del PAN, fuera presidente. “Lo hicieron tan ad hoc que el nuevo artículo dice ‘ser hijo de padre o madre mexicanos por nacimiento’. Ahí estuvo la complicidad de Diego Fernández de Cevallos, quien negoció esa reforma constitucional.”
Fuente: Proceso