Juárez, después de la guerra: el modelo de violencia se puede repetir

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Por Sandra Rodríguez Nieto

El programa “Escuela Segura”, diseñado desde 2007 por el Gobierno federal para la “prevención del riesgo escolar” en Ciudad Juárez, tiene como fin evitar conductas criminales, pero no se ocupa de atender el impacto de las ya registradas. “A lo mejor como que tenemos equivocado el concepto, porque ahorita se están haciendo como trabajos de prevención”, dice la coordinadora del programa Abriendo Espacios Humanitarios (AEH). “Ahorita ya no es prevención: es atención, es contención de los jóvenes; la prevención ya no nos sirve ni les sirve a los jóvenes, ya pasó. Ahorita tenemos que contener esa situación y estar atendiendo a esos jóvenes que están afectados”, considera.

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Ciudad Juárez, 17 de julio (SinEmbargo).– Además de la impunidad en la que, de acuerdo con la Fiscalía General del Estado, están un 85 por ciento de los crímenes registrados cuando esta era la ciudad más violenta de México, la atención y “contención” a los impactos sicológicos que esta criminalidad dejó entre la población más vulnerable es casi nula.

De acuerdo con Dora Elia Espinoza Cota, coordinadora del programa Abriendo Espacios Humanitarios (AEH) por parte de la Secretaría de Educación, Cultura y Deporte del Estado de Chihuahua, en la ciudad se ha detectado una “preocupante” incidencia de menores de edad que presenciaron algunos de los más de 10 mil asesinatos registrados a partir de 2008 o que perdieron a algún familiar y que, además, muestran conductas de riesgo de violencia futura.

Y de estos menores de edad, advierte la funcionaria, sólo una minoría está recibiendo atención sicológica por parte de alguna institución de Gobierno.

“Yo encontré que, de alguna manera, sólo está Espacios Humanitarios para atender esto”, dice Espinoza. “No tenemos mucha herramienta para atender a esta población y de verdad que esto es preocupante (…) Aparte de Abriendo Espacios Humanitarios hay otros programas, pero que no atañen directamente a atender las consecuencias humanitarias que deja la ola de violencia”, agrega.

En entrevista con SinEmbargo, la funcionaria explica que en Juárez se aplica también el programa “Escuela Segura”, diseñado desde 2007 por el Gobierno federal para la “prevención del riesgo escolar”; pero su finalidad, insiste, es evitar conductas criminales y no atender el impacto de las ya registradas.

“A lo mejor como que tenemos equivocado el concepto, porque ahorita se están haciendo como trabajos de prevención”, dice. “Ahorita ya no es prevención: es atención, es contención de los jóvenes; la prevención ya no nos sirve ni les sirve a los jóvenes, ya pasó. Ahorita tenemos que contener esa situación y estar atendiendo a esos jóvenes que están afectados. Sí nos falta, nos falta algo”, agrega.

Abriendo Espacios Humanitarios es un programa que introdujo aquí el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en 2011 con el fin de “reducir la vulnerabilidad y aumentar la capacidad de respuesta” de comunidades que, como Ciudad Juárez, han sido afectadas por la “violencia organizada”.

En los últimos cinco años, ha llegado a unos 27 mil menores de edad que han cursado en alguna de las 32 secundarias participantes –de un total de 160 que hay en la ciudad.

AEH no proporcionó una estadística oficial sobre la cantidad de menores de edad que perdieron a un familiar o que presenciaron algún crimen, pero personal entrevistado consideró “alta” o de hasta un 50 por ciento la incidencia de estudiantes participantes con síntomas de estrés postraumático relacionado con esta violencia.

VALORES HUMANITARIOS

Foto: Cri Rodríguez

¿Cómo palear el dolor por la perdida violenta de un ser querido? Especialistas batallan contra los demonios de miles de menores en Ciudad Juárez. Foto: Cri Rodríguez

El CICR, que también introdujo el programa AEH en Honduras, inició el mismo programa de intervención en diversas regiones del estado mexicano de Guerrero, pero fue suspendido, explica el personal de la institución, debido al mayor grado de involucramiento del magisterio de esa entidad en la movilización contra la Reforma Educativa.

En Ciudad Juárez, en cambio, la Secretaría de Educación estatal aceptó la intervención desde 2011 y, otra ventaja, plantean, ha sido la “fortaleza” de la delegación local de la Cruz Roja Mexicana, para la que trabajan decenas de voluntarios, entre ellos unos 25 sicólogos que imparten las terapias con los adolescentes.

La idea de buscar ayuda internacional para que la población de Ciudad Juárez enfrentara las consecuencias psicosociales de la violencia generada a partir de 2008 surgió, de hecho, del presidente del patronato local de esta institución, Gilberto Contreras, él mismo afectado por un homicidio contra un integrante de su familia en agosto de 2010.

Antes, narra Contreras, había quedado clara la necesidad de establecer protocolos de seguridad para las decenas de paramédicos que, durante el periodo más violento de esta frontera, mantuvieron el trabajo de rescate de miles de heridos por arma de fuego.

“A mí me tocó vivir una de las experiencias más difíciles: me secuestraron un hijo, nos extorsionaron, pagamos y nos lo asesinaron”, narra Contreras.

“Me decía, ¿qué se pudiera hacer?, ¿cómo pudiéramos ayudar a la gente que ha tenido ese tipo de pérdidas? Porque el que se va, se va, pero el problema no es el que se va, ya murió; el problema es el sobreviviente; queda con unos rencores muy fuertes; muchas veces no tiene la capacidad ni de cómo sobrevivir o cómo palear el dolor, que es un dolor que nunca se acaba”, dice.

Esta misma preocupación por el impacto que tendría la violencia entre quienes la vivieron directamente es el motivo que expresa Yasir Hernández, de 25 años, para participar como sicóloga voluntaria y viajar hasta una vez por semana a lugares todavía con altos índices de asesinatos, como El Valle.

“Yo me ponía a pensar: ‘Dios, ¿qué va a pasar con esos niños que están solos?, porque lamentablemente les mataron al papá, les mataron a la mamá”, dice.

De acuerdo con su información oficial, el CICR busca difundir perspectivas y principios humanitarios en las regiones afectadas por la violencia buscando, en “los símbolos locales, los indicios, a veces olvidados, de las tradiciones humanitarias” con el fin de mostrar la “universalidad de estos valores”.

Ese mismo principio de autoconocimiento y de identificación de recursos, habilidades y fortalezas para enfrentar conflictos es el aplicado en los talleres de estrés con los estudiantes, explica Beatriz Reyes, encargada del área sicológica del programa por parte del CICR.

“Hay una actividad que es un árbol, con raíces, manzanas y hojas, y para ellos las manzanas son los logros o las metas alcanzadas; las hojitas son como sus recursos: ¿qué te ha ayudado? Y las raíces son ‘¿qué está siempre presente para ti?”, dice la sicóloga.

Dafne, de 14 años y quien participó en 2015 en los talleres, explica que constantemente comparte en su escuela una técnica de respiración denominada “el popote”, ya que “un 98 por ciento” de sus compañeros, considera, presenta síntomas de estrés.

“O a veces también puedes estar sentado, pensando, pero no pensando cosas malas, pensar cosas buenas. Decir: me voy a controlar, voy a ser una mejor persona, así, y exhalando, inhalando, platicar contigo misma, ‘puedo echarle ganas, puedo ser una mejor persona, ya no voy a ser una persona mala, voy a olvidar, voy a ser una nueva historia, no voy a pensar en el pasado; el pasado quedó atrás, vivamos el presente”, explica.

Dafne es el nombre con el que la menor de edad –entrevistada a través del personal de AEH– pidió ser identificada en este artículo. La entrevista omite detalles sobre los hechos violentos que motivaron el estrés postraumático que le fue detectado y se enfoca en los resultados de su acceso a la única atención que ha recibido para enfrentar los síntomas.

–¿Qué pusiste en las raíces del árbol? –se le pregunta.

–Mi familia, mis estudios, mis amigos, mi ciudad, mi país y mi ser –responde.

SinEmbargo

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