Jeb Bush echó mano de contactos para ascender

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Miembro del clan Bush, el exgbernador de Florida contenderá por la Presidencia en 2016 y para ello ha apuntalado a republicanos afines echando mano de sus contactos y los de sus familias…

Por Steve Eder y Michael Barbaro/ New York Times

Nueva York— La ola de solicitudes que Jeb Bush, el joven pero bien relacionado líder republicano del Sur de la Florida, hacía a la Casa Blanca oscilaban entre lo pesado y urgente a lo provinciano y mundano.

En 1985, envió una emotiva misiva presionando a su padre, el vicepresidente George Bush, a investigar la detención de menores cubanos en Texas, preguntando, “¿no debería de haber algo de compasión?”. La respuesta que dio el vicepresidente: “es algo que rompe el corazón”.

En 1989, luego de que su padre asumiera la Presidencia, Bush hizo una recomendación para la próxima vacante en la Suprema Corte. (“su sugerencia será considerada con detenimiento”, contestó un colaborador de alto nivel).

En 1990, Bush cabildeó en la Casa Blanca a fin de reunirse con ejecutivos del gigante de las telecomunicaciones Motorola, fomentando una relación que posteriormente serviría a sus propias ambiciones políticas. (El jefe de colaboradores sostuvo un encuentro con Motorola, lo mismo que el presidente Bush).

Durante los 12 años que su padre ocupó un puesto de elección popular a nivel nacional, Bush recurrió a su acceso especial en las filas más altas del Gobierno con el propósito de solicitar favores para aliados republicanos, impulsar sus puntos de vista y pulir su perfil político en su estado, según muestra la revisión de los archivos de la biblioteca presidencial. En el ínter, Bush construyó cuidadosamente en Florida una compleja y perdurable red de nexos que ayudaron a conducir a que en 1998 resultara electo gobernador y, en la actualidad, a su posición como precandidato de primer nivel para la nominación presidencial republicana del 2016.

Se trató de un periodo cuando Bush, constructor de bienes raíces y empresario antes y después de cumplir 30 años, debutó en la política regional, valiéndose del apellido de su familia para ocupar la dirección del Partido Republicano del Condado Dade y surgiendo como buscada figura para cualquiera que intentara tener contacto con la Casa Blanca.

Las misivas de Bush archivadas en las bibliotecas presidenciales de George Bush y Ronald Reagan lo muestran como alguien en ocasiones compasivo, de vez en cuando exigente y siempre consciente sobre su estatus como miembro de un prestigiado y poderoso clan político. No dudaba en hacer solicitudes grandes y pequeñas, pero reconoció un temor subyacente respecto a sonar como algo muy poco Bush: un jefe partidista local exageradamente ansioso, “otro director de Condado con mal aliento”, como escribió en una solicitud enviada al presidente Ronald Reagan.

Aún en el interior de una familia empapada desde tiempo atrás en la política, Bush sobresalió ante los colaboradores de la Casa Blanca por la frecuencia de sus comunicaciones y la intensidad de sus opiniones.

“Todos percibimos que Jeb tenía un fuerte interés en un futuro político propio”, dijo John H. Sununu, quien durante su gestión como jefe de colaboradores del primer presidente Bush respondió varias preguntas de Bush. Las palabras del hijo, opinó Sununu, llevaban el peso extra del linaje. “Nosotros lo escuchábamos”.

Aliados recomendados

A Bush se le había acabado la paciencia con el personal de su padre. La Casa Blanca aún no nombraba oficialmente a uno de sus aliados, Dexter Lehtinen, procurador federal en el Sur de Florida, como había recomendado en repetidas ocasiones Bush. La misiva que dirigió a C. Boyden Gray, el asesor de la Casa Blanca, era directa y enfática.

“Boyden, es hora de actuar”, escribió Bush.

El caso demostró la manera en que Bush abogaba inexorablemente por sus allegados, exhibiendo una confianza cada vez mayor en sí mismo y un creciente tono asertivo que pudo haber propiciado desdén si su padre hubiera sido alguien más. Cuando en 1988 quedó vacante el cargo de procurador federal, Bush, quien para entonces ya había iniciado su ascenso en la política de Florida, pasando de director republicano de Condado a secretario estatal de Comercio, hizo que se conociera bien su preferencia. Llamó a Craig Fuller, el jefe de colaboradores de su padre, a quien posteriormente le hizo llegar una nota hecha a meno.

“Dexter es un hombre muy brillante con un currículum excelente en derecho penal”, escribió Bush.

La Casa Blanca de Reagan nombró fiscal federal interino a Lehtinen, estatus que con el tiempo dejó insatisfecho a Bush. En 1990, después de que su padre había asumido la Presidencia, escribió a Gray que “la prensa trataba injustamente” a Lehtinen y que la administración Bush había sido “injusta” por dejarlo en el limbo. (El Senado terminó rechazando la nominación de Lehtinen).

En su correspondencia, Bush no se explayó sobre sus vínculos con Lehtinen, los que se habían vuelto profundos: él había dirigido la exitosa campaña para el Congreso de la esposa de Lehtinen, Ileana Ros-Lehtinen.

Bush no limitó sus consejos a sugerir funcionarios que pudieran recibir nombramiento para Fiscalías Federales. Cuando su padre llevaba siete meses como presidente, apuntó mucho más alto, haciendo su sugerencia para un nombramiento de la Suprema Corte en misiva a la Casa Blanca.

La disposición de Bush de recompensar en el Condado Dade a los republicanos leales fue parte de lo que le permitió ganarse a tantos dentro del partido. “Si uno trata bien a la gente y recuerda a sus amigos cuando va ascendiendo, ellos estarán con uno durante la bajada”, dijo Barry Schreiber, ex comisionado del Condado Dade, a quien Bush recomendó en los años 80 para una comisión presidencial. “Jeb Bush encaja en ese molde”.

Fuente: New York Times vía El Diario

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