Los presidentes de los países se han manifestado abiertos a una negociación para resolver sus diferencias sobre el programa nuclear iraní
Por Antonio Caño/ El País
Pese a que el esperado apretón de manos entre Barak Obama y el presidente de Irán, Hasan Rohaní, no se produjo finalmente, ambos dirigentes se han manifestado abiertos a una negociación para resolver sus diferencias sobre el programa nuclear iraní y dispuestos a inaugurar una nueva era de entendimiento entre los que han sido los más irreconciliables enemigos del mundo durante más de tres décadas. La trascendencia de este paso, de concretarse en hechos, desborda la mera relación bilateral, puesto que los dos países son actores relevantes en varios de los principales conflictos internacionales.
El saludo entre Obama y Rohaní debía de ser la guinda de este pastel de diplomacia servido enla 68 Asamblea General de la Naciones Unidas. El encuentro se frustró primero en el almuerzo que el secretario general de la ONU ofreció a sus invitados y al que no acudió el presidente iraní porque sabía que se serviría alcohol. Posteriormente, la Casa Blanca informó que, aunque se habían buscado algunas alternativas, se renunció al saludo porque se había hecho “demasiado complicado para los iraníes”.
Ese impedimento creó una cierta frustración y supuso un pequeño desaire para la delegación norteamericana, que confesó que había tratado de organizar el encuentro y se chocó con la negativa iraní, que un portavoz de la Casa Blanca atribuyó a las dificultades que pueden representar para la política interna iraní una foto de Rohaní junto a Obama.
Pero esa frustración se vio rápidamente compensada por las palabras de Rohaní ante la Asamblea General, donde dijo que las armas nucleares “no tienen cabida” en el sistema de seguridad de Irán y que había escuchado “atentamente” el discurso anterior de Obama y había llegado a la conclusión de que “existen posibilidades de crear un marco en el que resolvamos nuestras diferencias”. El presidente iraní dijo que su país está listo para participar en negociaciones sobre su programa nuclear e insistió en que “Irán no representa ninguna amenaza para el mundo”.
Aún sin el esperado simbólico gesto, esta Asamblea ha permitido lo que hasta hace muy pocos días parecía imposible: intercambio de palabras conciliadoras entre los presidentes norteamericano e iraní y la programación para este jueves de la primera entrevista de trabajo entre los responsables de la política exterior de ambos países desde la revolución islámica de 1979.
Obama confirmó por la mañana en el podio de la Asamblea General que, “alentado” por las declaraciones escuchadas recientemente de parte del régimen iraní, ha dado instrucciones a su secretario de Estado, John Kerry, para que explore hasta qué punto esas palabras son el anticipo de una nueva política en Teherán. De esta manera, la reunión que Kerry mantendrá con el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, junto a los ministros de Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania, se convierte en una prueba fundamental para conocer las posibilidades de resolver el problema del programa nuclear iraní por vías pacíficas.
“No creo que una historia difícil pueda cambiarse de la noche a la mañana; las sospechas son muy profundas”, dijo Obama. “Pero sí creo que, si podemos resolver el asunto del programa nuclear, eso puede conducirnos a unas relaciones diferentes basadas en los intereses y el respeto mutuos”.
Respeto mutuo es una de las demandas habituales de Irán. Pero Obama ofreció otras garantías: la política de Estados Unidos hacia Irán no pretende un cambio de régimen y el Gobierno norteamericano reconoce el legítimo derecho de ese país a desarrollar la energía nuclear para usos civiles. “Tenemos que ser capaces”, manifestó, “de conseguir una solución que respete los derechos del pueblo iraní, mientras ofrecemos confianza al mundo de que el programa iraní es pacífico”.
Obama añadió algunos precauciones. “Para tener éxito”, advirtió, “las palabras conciliatorias deben de ser respaldadas por hechos transparentes y verificables”. Sin embargo, a diferencia de otros intentos de aproximación que naufragaron de inmediato, Washington confía en que esta vez el presidente Rohaní cuenta con el apoyo del poder religioso de Irán, como destacó el presidente norteamericano al mencionar en su discurso la reciente fatua del líder supremo iraní, Alí Jamenei, en la que condenaba el armamento nuclear.
La diplomacia fue también la vía defendida por Obama para abordar la crisis de Siria. Se mostró optimista en que el acuerdo alcanzado por su Gobierno y el de Rusia para desmantelar el arsenal química del régimen de Bachar el Asad acabe, finalmente, haciendo innecesaria una intervención militar. Pero añadió que, para ello, será necesario que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una “fuerte” resolución para obligar a que ese acuerdo se cumpla. “Si no se consigue eso, será la prueba”, declaró, “de que el Consejo es incapaz de imponer incluso las normas más básicas”. Obama no culpó directamente a Rusia del bloqueo actual en el Consejo, aunque el presidente Vladimir Putin ha asegurado que su país no aceptará una resolución que incluya la autorización automática del uso de la fuerza si El Asad incumple lo pacto. Sí pidió, no obstante que Rusia e Irán dejen de apoyar al régimen de Damasco para ayudar a prevenir males mayores.
Obama utilizó su anual discurso en la ONU para precisar la política de su Administración en Oriente Próximo y el norte de África. Dijo que las dos grandes prioridades son Irán y el conflicto palestino-israelí. No presentó ideas nuevas sobre este último conflicto, aunque destacó que cree que los líderes de ambos países están en este momento más decididos a asumir los riesgos que se requieren para la paz, y prometió que, pese a todo el escepticismo, su Gobierno se va a mantener involucrado en el desarrollo de un diálogo para obtener la paz.
Obama destacó que, pese a que no quiere mantener a su país en una continua senda de guerra en Oriente Próximo y pese a que EE UU depende hoy menos del petróleo de esa región, el Gobierno norteamericano seguirá defendiendo la seguridad del transporte de crudo en el área y sus intereses nacionales. Lo hizo de una forma muy solemne: “Los Estados Unidos de América están preparados para usar todos los elementos de nuestro poder, incluida la fuerza militar, para asegurar nuestros intereses en la región”.
Fuente: El País