Científicos de la Universidad de Cincinnati encontraron evidencia de una explosión de origen cósmico en 11 sitios arqueológicos de la cultura Hopewell, una civilización indígena que se había desarrollado en Norteamérica, en una extensa área al sur de los Grandes Lagos.
El desastre, producido hace aproximadamente 1.500 años, dejó como huella una concentración inusualmente alta de meteoritos en la respectiva capa del suelo en comparación con otras épocas. Estas piezas de origen extraterrestre, ricas en hierro y silicio, fueron identificadas a partir de las concentraciones reveladoras de otros elementos que contenían iridio y platino. En muchos casos estaban fragmentadas y tenían la forma microglobular.
Además, los arqueólogos encontraron una capa de carbón que sugiere que el terreno estuvo expuesto al fuego y al calor extremo, según recoge un comunicado universitario. A partir de la distribución de este cuadro de incendios acompañados con la presencia de material químicamente ajeno, se calculó que el impacto afectó a casi 24.000 kilómetros cuadrados de tierras en el valle del río Ohio.
“Los Shawnee se refieren a una ‘pantera del cielo’ que tenía el poder de derribar el bosque. Los Ottawa hablan de un día en que el sol cayó del cielo. Y cuando un cometa golpea la termosfera, habría explotado como una bomba nuclear. Y los Wyandot cuentan una nube oscura que cruzó el cielo y fue destruida por un dardo de fuego, dijo Tankersley.
“Eso se parece mucho a la descripción que los rusos dieron de Tunguska”, dijo sobre el estallido de un cometa documentado sobre Siberia en 1908 que arrasó 1,300 kilómetros cuadrados de bosque y rompió ventanas a cientos de kilómetros de distancia.
Los investigadores creen que era un cometa y las dos formas de datación aplicadas, por radiocarbono y tipológica, apuntan a un período de tiempo comprendido entre los años 252 y 383 d.C. A este lapso corresponden los vuelos cerca de la Tierra de 69 cometas, que observaron y documentaron en aquella época los astrónomos chinos.
Las viejas leyendas obtienen una explicación
Los nativos norteamericanos no tienen una historia escrita, pero también presenciaron algunos de esos hechos celestes, cuya mención los investigadores encuentran en los relatos orales. Varias tribus algonquinas e iroquesas, descendientes de la cultura de Hopewell, hablaron de una calamidad que cayó sobre la Tierra, dijo el antropólogo Kenneth Tankersley, uno de estos descendientes y el autor principal del estudio sobre los hallazgos de la cuenca de Ohio, publicado el 1 de febrero.
“Lo que es fascinante es que muchas tribus diferentes tienen historias similares del suceso”, enfatizó Tankersley. “Las de Miami hablan de una serpiente cornuda que voló por el cielo y dejó caer rocas sobre la tierra antes de caer en picado al río”. En opinión del investigador, cuando un cometa atraviesa el aire, “se parecería a una gran serpiente”.
El relato de los indígenas shawnee es diferente, porque mencionan una ‘pantera del cielo’ que tenía fuerza para derribar el bosque. A su vez, en la tribu de Ottawa “hablan de un día en que el sol cayó del cielo“, mientras que los hurones cuentan que una nube oscura cruzó el cielo y fue destruida por un dardo de fuego.
Tankersley compara estas descripciones con las que dejaron los testigos del estallido más grande producido por un cometa o meteorito durante la historia escrita de la humanidad, el de Tunguska (1908), y encuentra ciertas coincidencias. La explosión producida en Siberia precisamente arrasó miles de kilómetros cuadrados del bosque.
Consecuencias del desastre
El impacto del supuesto cometa no extinguió inmediatamente a todos los representantes de la cultura indígena local. La gente de Hopewell recolectó los meteoritos y forjó el metal maleable a partir de ellos. Por tanto, parte de los hallazgos son unas láminas planas utilizadas en joyería e instrumentos musicales, las denominadas flautas de Pan.
Un hecho destacable es la presencia cerca del supuesto epicentro del estallido de un montículo con la forma de un cometa, conocido desde hace tiempo y parcialmente destruido por unas obras a comienzos del siglo XIX. Forma parte de un conjunto de terraplenes en el área y el equipo considera su construcción como una de las pistas culturales dejadas por los pueblos indígenas sobre el accidente.
El coautor del estudio David Lentz describe también el paisaje devastado que podían contemplar los supervivientes al estallido y los posteriores incendios. En su opinión, el impacto sería “muy perjudicial para la agricultura”, puesto que no habría habido formas de almacenar maíz durante largo tiempo, mientras que “perder una cosecha o dos causaría un sufrimiento generalizado”.
Si la explosión arrasó los bosques como en Rusia, los nativos habrían perdido los nogales y otros árboles que proporcionaban parte de los alimentos para el invierno. “Cuando falla su cosecha de maíz, generalmente se puede confiar en una cosecha de árboles. Pero si todos son destruidos, sería increíblemente perturbador”, sostuvo el científico.
De ahí, proviene la idea del declive de esta cultura norteamericana, que se prolongó durante al menos un siglo más, pero efectivamente dejó de existir en el siglo V d.C.
Fuente: RT/ DPA