Iñaki Urdangarin, el cuñado del Rey de España, Felipe VI, ingresó esta mañana de forma voluntaria en la cárcel de Brieva, en la provincia de Ávila, donde deberá cumplir la condena de cinco años y diez meses que le impusieron los tribunales por los delitos de prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencia y dos delitos fiscales relacionados con la trama delictiva que diseñó. Urdangarín se convierte así en el primer ex miembro de la Casa Real española en ser condenado a una pena de prisión y en ser encarcelado.
El marido de la Infanta Cristina pasó los últimos cinco días en su residencia de Ginebra con su familia, una vez que la ratificación del Tribunal Supremo a su condena inculpatoria hizo que iniciara la cuenta atrás para su inminente entrada en prisión. La legislación española le permite al reo elegir prisión, con lo que finalmente optó por una cárcel a unos cien kilómetros de Madrid y aislada de núcleos urbanos, además de estar también cerca de la frontera con Portugal, ya que se especula que su esposa se podría trasladar a vivir a ese país en las próximas semanas.
Urdangarin fue condenado en el marco de la investigación policial del llamado “caso Nóos”, en referencia al nombre de la red societaria que creó el propio cuñado del Rey y su socio, Diego Torres, para tejer una trama delictiva desde la que se desfalcó al erario pública varias decenas de millones de euros y se lograron contratos de forma irregular con diversas instituciones autonómicas y municipales, la mayoría gobernadas por el derechista Partido Popular.
Urdangarin ingresó en la prisión alrededor de las siete y media de la mañana y una vez que cumplió con todos los trámites del primer ingreso, se le hizo una ficha y el reconocimiento médico, además de ser entrevistado por un equipo multidisciplinar formado por trabajadores sociales y psicólogos que evalúan su estado general. Lo habitual es que el preso pase la primera noche en el módulo de ingresos y después se le traslade al más adecuado. Probablemente, y dadas sus características, al conocido como “modulo de respeto”, donde el interno, al que se clasifica en segundo grado, acepta unas normas de comportamiento e higiene y de organización de la vida diaria.
Fuente: La Jornada