Una multitudinaria manifestación se concentró este domingo en las calles de Saná para repudiar la guerra regional en Yemen, en el segundo aniversario de la ofensiva militar de la coalición liderada por Arabia Saudita y apoyada por Estados Unidos, que ya dejó miles de muertos y llevó al país más pobre del mundo árabe al borde de una hambruna, en un conflicto ignorado por la comunidad internacional.
Las protestas, convocadas por rebeldes chiís hutis partidarios del ex presidente Alí Abdula Salé y el líder huti Abdul-Malek al-Huti, piden el fin del conflicto que cumple dos años.
En la guerra han muerto más de 10.000 civiles, unas tres millones de personas han quedado desplazadas y el país ha quedado al borde de la hambruna.
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Los bombardeos han causado masacres de civiles en mercados, funerales, en barcos de pescadores y hasta en una embarcación de refugiados que trataban de huir del país.
La coalición árabe está encabezada por Arabia Saudí e integrada por Emiratos Árabes Unidos, Catar, Kuwait, Baréin, Egipto, Marruecos, Jordania y Sudán y cuenta con el apoyo logístico y naval de Estados Unidos.
La ofensiva empezó el 26 de marzo de 2015 en apoyo del presidente Abdo Rabu Mansur Hadi y en un intento de hacer frente a las milicias de los rebeldes hutíes -chiíes apoyados por Teherán- que se acababan de hacer con el control de la capital, Saná.
Las raíces de el conflicto yemení se hunden hasta 2012, con el fracaso del proceso de transición política en el país tras el levantamiento popular que obligó al entonces presidente, Ali Abdalá Saleh, a entregar el poder a su vicepresidente, Hadi.
Hadi no logró hacerse con la lealtad de todos los líderes militares y afrontó crecientes problemas por el deterioro de la situación económica y por la escalada de los ataques de Al Qaeda.
Los rebeldes hutíes, que profesan el dogma chií zaidí, minoritario en el país, aprovecharon la debilidad de Hadi para tomar el pueblo de Saada, en la frontera con Arabia Saudí.
En 2014 organizaron manifestaciones masivas, a las que se sumaron los suníes, contra medidas económicas de Hadi y, en una escalada de violencia, tomaron las armas e invadieron la capital el 21 de septiembre del mismo año.
En febrero de 2015, Hadi huyó a Adén y estableció su Gobierno en esa ciudad costera, pero en marzo los rebeldes bombardearon el palacio presidencial y obligaron al mandatario a exiliarse en Riad, lo que desencadenó la intervención saudí.
En los primeros meses de contienda, las fuerzas leales a Hadi lograron expulsar a los hutíes de Adén, pero luego el conflicto se enquistó, con lentos avances de las tropas gubernamentales, aunque los rebeldes siguen dominando Saná y amplias zonas en el norte y el oeste del país.
La ONU organizó varias rondas de negociaciones bajo la dirección de su enviado especial para el Yemen, Ismail Uld Sheij Ahmed, pero todas terminaron sin éxito.
El primer ministro, Ahmed Obeid bin Daghr, dijo en un comunicado emitido el sábado por la televisión estatal que la intervención de la coalición “salvó” al Yemen del “control iraní”.
Aseguró que el Gobierno “legítimo” ha logrado imponer su control sobre el 80 % del país, donde reside un 55 % de la población, pero admitió que las pérdidas económicas ya han superado los 100.000 millones de dólares y aseguró que se necesitarán “diez años para la reconstrucción del país, como mínimo, si hay fondos disponibles”.
La guerra ha arruinado las cosechas y paralizado el comercio, además de llevar al país al borde de la hambruna, que según la ONU amenaza a cerca de 17 millones de personas, dos tercios de la población.
Hoy, cientos de miles de personas se manifestaron en Saná para pedir el fin del bloqueo económico y recibieron al expresidente Saleh, que acudió a la protesta, con gritos de “con el alma y la sangre nos sacrificamos por ti, Ali”, mientras que el Gobierno rebelde hizo llamamientos a la resistencia ante la coalición árabe.
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