Hasta el momento, hay evidencia científica suficiente como para no permitir el fracking en México; deben realizarse más investigaciones y presentar mucho mejores soluciones a los claros impactos ambientales y de salud en una población que, sin embargo, ignora de qué se trata la extracción de gas mediante la fractura hidráulica
(Ciencia, sociedad y fracking )
Por Vicente Hernández
Una de las premisas de la divulgación de la ciencia es que proporciona a los ciudadanos más y mejores herramientas para tomar decisiones, sobre todo cuando nuevas tecnologías y recientes avances científicos llegan a la vida de la mayoría. Desde luego, este no es el fin último de la divulgación, sin embargo, si al comunicar la ciencia se logra captar la atención del público y hacerles saber que su opinión es importante, algo -o mucho- se habrá conseguido.
Nuestra vida depende de la ciencia y la tecnología, admitámoslo: transmisiones de TV, radio e internet, producción de mejores medicamentos, detección y cura de diversas enfermedades, tratamiento de aguas residuales, alimentos de mejor calidad, extracción y procesamiento de combustibles fósiles o la generación “limpia” de energías y un largo etcétera; y a diferencia de lo que mucha gente podría pensar, tales avances merecen nuestra atención. Los ciudadanos debemos inmiscuirnos en la cadena que genera y aplica esos conocimientos. Es parte de lo que suele llamarse “apropiación social de la ciencia y la tecnología”.
Es por eso que los diversos temas que tocan las reformas en telecomunicaciones y energética merecen -y deben- ser explicados, aclarados y debatidos en todos sus términos. Ambas reformas dependen fundamentalmente de los avances científicos y tecnológicos y todos debemos estar al tanto de los riesgos y beneficios que pueden surgir de tales cambios.
En la energética, el caso de la extracción de gas y petróleo de esquisto por el método de fractura hidráulica o fracking, debería estar en boca de todos. Es el ejemplo perfecto de una tecnología relativamente nueva, que está influyendo directamente en la vida de las personas y de la cual, en México, poco se habla, salvo raras excepciones.
Imaginemos un México más democrático y participativo, ¿qué pasaría si en este momento se levantara una encuesta a nivel nacional para preguntar la opinión sobre el fracking, su uso, sus métodos y sus consecuencias? ¿Cuántos de nosotros contamos con información suficiente para opinar a favor o en contra? Mucho me temo que una consulta ciudadana así estaría plagada de “no se” o información a medias. Es el caldo de cultivo perfecto para que cualquier empresa o gobierno aprovechen la situación, hagan lo que les venga en gana y en el futuro enfrentemos graves problemas sociales, de salud pública y medioambientales.
El tema del fracking es complejo y amplio, y va mucho más allá del proceso mismo. Brevemente diré que se trata de un método no convencional de extracción de gas y petróleo por medio de perforaciones en el subsuelo. Una vez que se llega a la profundidad deseada, se taladra horizontalmente y el pozo se recubre con concreto. Después en la parte horizontal se inyectan a presión enormes cantidades de agua, arenas y mezclas químicas, con el fin de fracturar las rocas y facilitar que los gases y petróleo atrapados en esas capas sean extraídos. Los lodos de desecho son sacados pero deben ser cuidadosamente tratados antes de almacenarse o reciclarse. Los combustibles obtenidos son mandados por gasoductos o vehículos hasta los lugares de distribución y consumo final. En sentido contrario, millones de litros de agua deben allegarse a los pozos para generar la fractura hidráulica; es la misma cantidad de desechos contaminantes que se obtiene. Muy a grosso modo, por este proceso, millones de hogares y miles de empresas tienen gas natural principalmente en Estados Unidos. En el futuro, en México, uno de esos hogares podría ser el suyo.
La cadena del fracking tiene muchas vertientes de principio a fin, con opiniones positivas y negativas. Los que apoyan este método argumentan un impulso al crecimiento económico del país, una reducción en costo del combustible, la rápida generación de empleos y una menor producción de gases contaminantes generados para producir electricidad (quemar gas natural para producir energía genera menos contaminación que usar diésel, combustóleos o carbón).
En Estados Unidos, la parte económica ha tenido enorme influencia en el uso del fracking y es considerado uno de los pilares fundamentales para la independencia energética del país. Aunque por otro lado, varios expertos apuntan a una posible “burbuja” y sobre-valoración del método. En México, los cronogramas presentados por el gobierno federal para mostrar los beneficios económicos en la población son ambiguos y poco claros.
Por otro lado, desde hace varios años se están documentando y estudiando los problemas ambientales y de salud a corto, mediano y largo plazo: contaminación de lagos, ríos, agua subterránea y suelo, generación excesiva e incontrolada de metano, inadecuado manejo de los productos post-proceso, la enorme cantidad de agua que el fracking necesita, entre otros.
Cada vez hay más evidencia que relaciona la fractura hidráulica con pequeños sismos. El problema es que no sabemos cuáles serían las repercusiones en zonas con fallas geológicas o si estos pueden generar terremotos de mayor magnitud. Los últimos estudios sugieren que las zonas de pequeños temblores podrían prolongarse a varios kilómetros de distancias de los pozos.
Finalmente -y no es un problema menor- habrá consecuencias sociales para las personas que residan en la zonas donde se pretende perforar los pozos. Por ejemplo, en la unión americana se han creado pequeños pueblos nómadas que siguen las rutas del fracking, mientras sus pobladores viven en casas-remolque y a la espera de nuevos sitios de extracción. Es necesario asegurar servicios de salud, seguridad y educación para los ciudadanos que vayan tras el sueño del gas de esquisto.
En resumen, necesitamos valorar si los beneficios prometidos superan, o no, la serie de dudas y problemas que pueden presentarse. Hasta el momento, hay evidencia científica suficiente como para no permitir el fracking en México; deben realizarse más investigaciones y presentar mucho mejores soluciones a los claros impactos ambientales y de salud en la población. Algunos argumentan que siguiendo las normas adecuadas los daños pueden minimizarse, pero sin un estado de derecho fuerte y con regulaciones estrictas, la situación podría salirse de control; y seamos honestos, el Estado mexicano no es especialmente riguroso para aplicar la ley y además da constantes muestras de ser fácilmente corruptible. ¿Podemos confiar en ellos esta vez?
Finalmente, creo que es el momento justo para que la población se acerque, se informe, comente y opine sobre temas científicos y tecnológicos que impactan o impactarán directamente su vida. El gran Carl Sagan tenía razón cuando en su libro El Mundo y sus demonios, escribió, “Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre.” Vicente Hernández
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Fuente: Sin Embargo