El hallazgo de la primera representación tridimensional de la deidad del maíz, en la zona arqueológica de Palenque, Chiapas, pieza que tiene más de mil 300 años de antigüedad, fue dado a conocer este martes por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El arqueólogo Arnoldo González Cruz, quien dirigió los trabajos que descubrieron la cabeza estucada, señaló a La Jornada que la importancia de esta noticia radica en que se trata de un objeto único, con esas características, pues en el área maya generalmente la figura del dios del maíz ha aparecido solo representada en pintura mural, en escenas pintadas en vasos y platos cerámicos o también esgrafiada en este tipo de objetos.
Durante la temporada 2021 del proyecto “Conservación Arquitectónica y de los Acabados Decorativos de El Palacio”, trabajó un equipo interdisciplinario codirigido por González Cruz y la restauradora Haydeé Orea Magaña, quienes se encargaron de la conservación arquitectónica del sitio, proyecto financiado por el INAH conjuntamente con la embajada de Estados Unidos a través de su Fondo de Embajadores del Departamento de Estado para la Preservación Cultural.
El especialista recuerda que estaban trabajando en unas estructuras del lugar, porque presentaban problemas de conservación y durante el proceso “tuvimos la fortuna de encontrarnos esta escultura, esta cabeza de estuco”, la cual estaba dentro de un receptáculo formado por tres paredes.
Durante la exploración de la fachada sur de la Casa B de El Palacio, los expertos hallaron un estanque dentro del cual se encontraba la cabeza de estuco y debajo de ella un depósito ritual quemado, “en donde los mayas llevaron a cabo un evento de clausura de lo que más adelante comprobamos que es un estanque con un sistema de drenaje sumamente sofisticado”, explicó el arqueólogo Carlos Varela Scherrer, en un video difundido por el INAH.
De acuerdo con la información proporcionada por el instituto, bajo una capa de tierra suelta emergieron la nariz y la boca semiabierta de la divinidad y conforme avanzó la exploración se constató que la escultura es el eje de una rica ofrenda que se dispuso sobre un estanque de piso y paredes estucadas –de casi un metro de ancho por tres metros de largo, aproximadamente–, para emular el ingreso de este dios al inframundo, en un entorno acuático.
Los arqueólogos detallan que la cabeza estucada –con una longitud y un ancho máximos de 45 y 16 centímetros, de manera respectiva, y 22 centímetros de altura– guardaba una orientación este-oeste, lo que simbolizaría el nacimiento de la planta del maíz con los primeros rayos del sol.
“La escultura, la cual debió ser modelada alrededor de un soporte de piedra caliza, tiene características gráciles: el mentón es afilado, pronunciado y partido; los labios son finos y se proyectan hacia afuera, el inferior ligeramente hacia abajo, y muestran los incisivos superiores. Los pómulos son finos y redondeados; y los ojos, alargados y delgados. De la frente amplia, larga, aplanada y de forma rectangular, nace una nariz ancha y pronunciada”, agregó Varela, quien junto con Wenceslao Urbina Cruz, asistieron como jefes de campo.
Otro vestigio significativo, son los fragmentos de un plato trípode sobre el que se dispuso la escultura, ya que esta “se concibió originalmente como una cabeza cercenada”. Tal idea surge al contrastar la iconografía del joven dios del maíz en otras piezas y documentos, como una serie de platos del periodo Clásico Tardío (600-850 d.C.), una vasija de la región de Tikal, del Clásico Temprano (150-600 d.C.), y representaciones en los códices Dresde y Madrid, en los que esta deidad o personajes vinculados a ella aparecen con la cabeza cortada.
La cabeza del joven dios del maíz se halló dentro de una especie de caja, donde permaneció oculta por alrededor de mil 300 años en un entorno de humedad, por lo que se encontró muy fragmentada y tuvo que someterse a un proceso de secado paulatino para evitar que la pieza se deteriorara más debido al drástico cambio de ambiente. Una vez que la pieza se encuentre en las condiciones adecuadas, se podrá iniciar su restauración a cargo de especialistas de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH.
“La escultura fue extraída en bloque a fin de poder transportarla al taller sin que sufriera pérdidas. Ahí fue secada poco a poco en una cámara húmeda, para que no se secara violentamente el lodo que la cubría. Las capas de tierra que se encontraban en su superficie fueron retiradas poco a poco con hisopos de madera, humedeciendo ligeramente la tierra con agua y alcohol etílico. Se liberó la mayor parte de la tierra a fin de dejar expuesta la superficie del estuco ya limpia y posteriormente se unirán los tratamientos con adhesivo para cerámica”, añadió en la entrevista González Cruz, quien agregó que en noviembre esperan concluir la restauración.
El restaurador Jorge Alejandro Coraza, quien también forma parte del equipo, mencionó en el video del INAH que “se van a limpiar todos los fragmentos, se van a tratar de adherir y rescatar todos los fragmentos de cerámica que se encontraron junto con la pieza”.
González Cruz dijo que “el descubrimiento del depósito nos permite empezar a conocer cómo los antiguos mayas de Palenque revivían de manera constante el pasaje mítico sobre el nacimiento, la muerte y la resurrección de la deidad del maíz”.
Reiteró que encontrar la pieza en un estanque es muy importante porque pone a la deidad en un entorno acuático, tal como la vemos estampada en los platos y vasos cerámicos, lo que comprueba arqueológicamente que hay una congruencia de las escenas iconográficas presentes en estos objetos.
Esta cabeza se suma a las halladas en la tumba de Pakal en 1952, por el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, y a la hallada en 2018, por Arnoldo González, en la misma área de la fachada sur de la casa B de El Palacio de Palenque.
Por el tipo cerámico del plato trípode que acompañaba la cabeza del “joven dios del maíz tonsurado”, calificativo que alude al cabello recortado del numen, el cual recuerda al maíz maduro, el contexto arqueológico ha sido fechado hacia el periodo Clásico Tardío (700-850 d.C.).
Sobre la ofrenda se colocó una laja de piedra caliza con una pequeña perforación, no sin antes “sacrificar” el plato trípode, es decir fue roto casi por la mitad, y una porción con uno de sus soportes fue colocada en el agujero de la laja. Luego vino un lecho semicircular de tiestos y pequeñas almas de piedra sobre el que se asentó la cabeza de la deidad, la cual se apoyó lateralmente con los mismos materiales, precisó el arqueólogo, también descubridor del hallazgo del entierro femenino de la llamada Reina Roja en 1994, en Palenque, uno de los más bellos sitios arqueológicos de Chiapas.
Fuente: La Jornada