Por Alejandro Páez Varela
No hay plazo que no se cumpla. Miren en dónde estamos, seis años después. Véanse en esta foto.
Enrique Peña Nieto camina hacia Los Pinos. Andrés Manuel López Obrador se queja de otro fraude y funda un partido político, lejos del PRD. Vicente Fox y su esposa lucran ahora del lado del PRI. El PAN es la tercera fuerza electoral. Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps se reeligieron por otros seis años. La Secretaría de Seguridad Pública desaparece y Genaro García Luna sigue libre. Humberto Moreira clama justicia. Alonso Lujambio, Juan Camilo Mouriño y José Francisco Blake Mora han muerto. Unos cien mil mexicanos también están muertos, y otros miles de vivos buscan a sus desaparecidos mientras miles y miles más dejaron su hogar en busca de seguridad. 49 niños fallecieron y los culpables, ligados a la familia presidencial, están libres. Un poeta, Javier Sicilia, se ha convertido en el líder de los que sufren por la violencia que devora grandes extensiones del territorio nacional.
Vean la foto. Falta alguien al centro, por supuesto. Es Felipe Calderón Hinojosa. Y falta porque se mueve; porque todavía no es claro cuál será su futuro. Fiel a su historia personal, patalea, manotea. Se aferra peligrosamente al poder aunque empieza el camino incierto. Sus más duros soldados se han atrincherado en el partido y en el Congreso para tratar de contener el deslave. Las rebeliones al interior han sido aplastadas con poder y sin inteligencia: hay muchos heridos, hay infinidad de quejas. Pero es inevitable: Felipe I de México pierde, hora por hora, el poder que detentó con mano dura.
Una frase que lo marcará para siempre: Haiga sido como haiga sido. Es el resumen de la filosofía del egoísmo, del pragmatismo llevado al extremo.
¿Es posible defender a Felipe Calderón? Algunos creen que sí.
Haiga sido como haiga… fue: Quienes defienden la guerra de Calderón pueden seguir haciendo la misma pregunta retórica: “Qué querías, ¿qué dejara a los criminales gobernar al país?”. Sigan empujando esa piedra hacia arriba, como Sísifo. Se vale ser fan. Pero la piedra se les devolverá cada vez que alcancen los datos: que la violencia se desató cuando el Presidente entrante declaró la guerra al narco (2006) sin consultarlo con nadie: ni con especialistas, ni con analistas, ni con miembros de la sociedad, ni con organizaciones internacionales. Que la violencia se desató cuando mostró a los criminales que el Estado mexicano (las policías, las Fuerzas Armadas, el sistema judicial, el sistema penitenciario, etc.) no estaba preparado para combatirlos. Que la violencia se desató porque no armó una estrategia, por la premura: se puso el traje de soldadito (sí, de soldadito: sin respeto a esa institución) para dar un golpe de efecto cuando la mitad de la población cuestionaba su legitimidad. Que la violencia se desató porque NUNCA escuchó a las miles y miles de voces (entre ellas la de los especialistas, los analistas, las organizaciones civiles nacionales e internacionales) que le exigieron revisar la estrategia. Que la violencia se desató justo en los lugares a los que envió a los federales a “combatir a los narcotraficantes”. El saldo de la indolencia multiplicada: 100 mil muertos, miles y miles de desaparecidos, una nación desangrada, decenas de miles de desplazados y un costo económico difícil de calcular.
Haiga sido como haiga… fue: Quienes defienden la integridad política de Calderón podrían empezar por explicar su relación con tres de los personajes más corruptos y podridos en la historia reciente de México: Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps y Valdemar Gutiérrez. Con la líder eterna del sindicato de maestros se alió desde 2006 y durante todo su mandato; en 2011 su hermana, María Luisa Calderón, intentó gobernar Michoacán con votos del PANAL, para terminar pronto. Al dirigente de los trabajadores de Pemex lo tuvo a su diestra y le entregó enormes cantidades que desconocemos (así como desconocemos su destino) de la renta petrolera, es decir, de nuestras bolsas. Al líder de los trabajadores del IMSS lo hizo diputado federal del PAN, imagínense. El “íntegro” Calderón buscó comprar, con nuestro dinero y sin dignidad, los pilares del viejo sistema político priísta y lo único que logró fue perpetuar a la bola de zánganos en el poder que ahora, claro, están de regreso a la ubre de ubres: el PRI. ¿Íntegro Calderón? Ajá: que sus fans cuenten cuántos miembros de la familia del Presidente cobran hoy en distintas nóminas, como la del Senado y la de la Cámara de Diputados.
Haiga sido como haiga… fue: Quienes defienden el mandato de Calderón, que empiecen por explicar el daño causado por el “club de amigos”. Que expliquen por qué Juan Molinar Horcasitas sigue libre después de la muerte de 49 niños (más los que quedaron marcados de por vida) en la Guardería ABC. Que expliquen la corrupción nunca aclarada con la Estela de Luz (y aquí lamento la muerte de Alonso Lujambio por su familia, por sus amigos; pero también porque se fue sin explicarnos tantos señalamientos de corrupción en su contra, además de su relación con el SNTE). Que expliquen cómo Cecilia Romero pudo llegar a la secretaría general del PAN siendo que durante su paso por el Instituto Nacional de Migración murieron los 72 migrantes y la oficina se convirtió en un nido de extorsionadores. Que expliquen con qué motivos puso a Germán Martínez, su amigo personal (y malogrado presidente nacional del PAN) en la Secretaría de la Función Pública, que se supone era un órgano fiscalizador autónomo. Que expliquen por qué Calderón sostuvo a Genaro García Luna al frente de la súper Secretaría de Seguridad Pública contra viento y marea, y no se le investiga por las acusaciones de enriquecimiento ilícito, por sus intentos de engañar al país con montajes, por las acusaciones de corrupción contra una gran parte de sus cercanos, por…
Haiga sido como haiga… fue: Quienes defienden a Calderón podrían empezar por explicarse cosas más simples. Como, por ejemplo, por qué los votantes mexicanos dieron la espalda al PAN en estos años, y la convirtieron en la tercera fuerza electoral. Qué, ¿le sigo?
Los defensores de Calderón irán menguando, sí. Ya abrirán los ojos, como un día los abrieron los que defendían a Carlos Salinas de Gortari, ¿lo recuerdan?, allá por 1994, 1995. Y los más radicales se esconderán para encenderle una veladora como un culto proscrito.
No hay plazo que no se cumpla.
@paezvarela
Fuente: Sin Embargo