Habla la novia de Caro Quintero: “No lavo dinero ni trafico droga”

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Diana Espinoza Aguilar es la pareja sentimental de Rafael Caro Quintero, el prófugo exlíder del Cártel de Guadalajara. La mujer –quien niega ser una delincuente– narra a Proceso la historia de su relación con el hombre que afirma ahora estar alejado de las actividades ilícitas… y pone sus esperanzas en la Suprema Corte de Justicia, la cual debe decidir si el pedido de extradición girado contra el llamado Príncipe es legal o no.

caro quintero noviaPor Anabel Hernández/ Proceso

Diana Espinoza Aguilar, de 45 años, originaria de Matachi, Chihuahua, es dueña de una figura que, por donde camina, atrae las miradas. Pero desde mayo atrajo una que le quita el sueño: El Departamento del Tesoro de Estados Unidos dio a conocer su nombre y su rostro, y la acusó de haber sido narcotraficante y de facilitar de manera ilegal recursos económicos a su pareja sentimental, Rafael Caro Quintero, uno de los más buscados por la DEA.

En entrevista con Proceso, Espinoza —pareja de Caro Quintero desde hace seis años— habla por primera vez de su relación con “El Príncipe”. También explica la estrategia legal que éste sigue para dejar de ser fugitivo y responde a las acusaciones de lavado de dinero.

“Soy inocente, no tengo absolutamente nada que ver con lo que están diciendo los medios de comunicación: Que soy narcotraficante, lavadora de dinero de Rafael Caro Quintero… Soy su esposa, soy la mamá de su hijo”, afirma.

Aunque Washington lo acusa de haber vuelto al narcotráfico tras su liberación, en agosto de 2013, Espinoza asegura que Caro Quintero ya no se dedica a eso y que ella fue testigo de su transformación en prisión.

Afirma que los gobiernos de México y de Estados Unidos han orquestado una “campaña” contra él para hacerlo ver mal ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la cual desde mayo analiza si es legal o no la solicitud de extradición hecha por Washington contra El Príncipe por el secuestro y homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena, ocurrido en 1985 en Guadalajara.

“No está de narcotraficante, puedo meter mis manos al fuego que no está de narcotraficante… Sería ilógico que se esté defendiendo con abogados, que esté amparándose para terminar este proceso apegado a derecho y que esté de narcotraficante… Eso no es posible, sería una incongruencia total.”

Historia de amor

Diana conoció a Caro Quintero en la cárcel de Puente Grande, Jalisco, cuando ella estuvo presa ahí, acusada de delincuencia organizada. Y aunque su vida pareciera la típica historia de “la reina de belleza y el capo”, en realidad está lejos de serlo.

Ella viene de una familia conservadora de clase media dedicada al comercio de madera, que en principio no estaba de acuerdo en su relación con quien fuera un temido capo en los ochenta.

La pesadilla de Diana Espinoza comenzó en agosto de 2008, cuando en la Calzada de Tlalpan, en la salida a Cuernavaca, dos autos le cerraron el paso al vehículo en el que viajaban ella y su entonces pareja, el narcotraficante colombiano Ever Villafañe.

“Mi expareja tenía una orden de extradición y una orden de aprehensión. Iban por él. Creo que me llevaron a mí para lastimarlo de alguna forma a él y poder obtener información, supongo”, cuenta.

La torturaron toda la noche. No fue, sino hasta el día siguiente, cuando la presentaron ante el Ministerio Público, acusada de delincuencia organizada en su modalidad de “operaciones con recursos de procedencia ilícita” y posesión de arma de fuego. De acuerdo con la sentencia absolutoria dictada por el Tercer Tribunal Unitario del Tercer Circuito el 18 de agosto de 2011, nunca fue acusada de tráfico de drogas.

—Cuando la presentaron ante el MP, ¿usted pudo narrar estas arbitrariedades?

—Sí, sí, claro. Y ellos dijeron que esto era el sistema y que no se podía hacer absolutamente nada. De hecho escribí una carta de (mi) puño y letra al juez, porque lo que estaban diciendo en esa declaración (los policías federales) eran mentiras y cosas que no sé de dónde sacan.

Afirma que le obligaron a firmar una declaración ministerial incriminándose.

—¿En qué circunstancias?

–En circunstancias de amenaza… Que le iban a cortar la cabeza a mis hijos.

Ella y Villafañe tenían dos hijos. Fue recluida en el penal femenil en Puente Grande, Jalisco; en el mismo lugar, pero en el reclusorio masculino, estaba Caro Quintero. Quien los presentó fue la conductora grupera Ely Castro, del programa “¿Qué quiere la Banda”, de Televisa.

“Ella fue quien dijo: ‘Pueden hablarse’, ‘están solos los dos, ¿por qué no hablan?’ Yo fui reina (de belleza de la cárcel) en ese tiempo”, señala. Su coronación se televisó y así la conoció Caro Quintero. Establecieron comunicación pero no fue sino hasta 2011 cuando ella fue absuelta de todos los cargos y se ordenó su libertad.

“Salgo de prisión y voy a visitarlo. Ahí empezamos. Decidimos tener un hijo y pues… Nace nuestro hijo, fruto del amor; y, bueno, con planes de formar una familia, con planes de que cuando él cumpliera su tiempo en la cárcel estar juntos y poder ver crecer a nuestro hijo”.

Es un caballero

—¿Qué la movió a tener este encuentro, esta relación personal con él?

—Pues en primera, que estábamos solos y en esos lugares es tan solitario y tan frío que hablar con alguien es bueno. Entonces empiezas a hablar con él y me doy cuenta que es un gran ser humano, que no es ese monstruo que ponen en los medios de comunicación, que no es ese perro rabioso que describen, que es una persona común y corriente, con sentimientos, con ganas de vivir, con ganas de salir adelante, que los años que le queden de vida, los muchos o los pocos, quiere vivirlos con dignidad y con su familia.

—¿Para usted quién es Rafael Caro Quintero?

—Es un caballero, es un señor, educado, ha trabajado mucho con ello, ha trabajado para educarse, para ser un ser humano con principios, para formarse mejor, para encontrarse con su familia diferente. Yo no conocí al Rafael anterior. No lo conocí. Yo conozco solamente al señor actual, que es un señor educado, formal, caballero, que llora por sus hijos, que anhela estar con ellos, que anhela tener un hogar, que anhela ver crecer a sus nietos, ver crecer a su hijo.

—¿Qué hay de esa leyenda negra, Diana? ¿Qué hay del “Príncipe”, del narco de narcos, como se le conocía en los ochenta? ¿Qué hay de esa personalidad?

—Nada, nada de eso, no hay nada de eso.

—¿Nada?

–Solamente existe el hombre. El mito del corrido, la película, eso no existe; eso nada más existe en las películas y en los corridos. Existe el hombre y ojalá sea juzgado como el hombre, no con el nombre; es importante que la justicia lo juzgue, porque las leyes son muy claras en juzgar al hombre, no al nombre ni a la leyenda.

“Estoy estudiando derecho y estoy viendo que es justo que le den su libertad, que ya pagó, que no se fugó de una cárcel o que nunca ha estado fuera de una cárcel”.

“Rafael ya pagó, está esperando que sus abogados peleen sus beneficios, ya está sentenciado por 40 años, que es la pena máxima, y ya causó ejecutoria su sentencia. En el artículo sexto de la ley de extradición claramente dice que no puede ser juzgado un hombre dos veces por el mismo delito”.

—Es difícil pensar que un hombre como él pueda cambiar…

—¡No, no es difícil! Después de estar 28 años en la cárcel no es difícil cambiar. Tuvo todo el tiempo para recapacitar, para arrepentirse de sus errores…

—¿Usted vio esa conversión?

—Yo la vi. Yo la vi antes de salir de prisión.

Fuente: Proceso

 

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