Por Vicenç Navarro
Como era de esperar, el artículo de Jürgen Habermas publicado en Le Monde (y más tarde en varios rotativos europeos, incluso en España) sobre la crisis europea, titulado “Ahora más que nunca, Europa”, ha tenido gran impacto en los mayores círculos políticos, intelectuales y mediáticos del continente europeo. Y no es extraño que lo tuviera, no sólo por el gran renombre y prestigio del autor –el filósofo más conocido en Alemania– sino por su crítica fuerte y contundente al gobierno alemán presidido por la canciller Merkel, responsabilizándola, en parte, de no haber promovido las políticas que él cree que deben adoptarse para salvar a Europa que -según él- corre el peligro de desmembrarse.
Pero antes de centrarnos en sus propuestas analicemos sus críticas al gobierno Merkel y a los otros gobiernos de la Unión Europea, acusándoles de paralizar el desarrollo de la Europa democrática de tipo federal que él considera urgente y necesaria que se establezca. Al gobierno alemán le critica, con razón, por adoptar una postura moral hacia los países del Sur, intentando penalizarlos por su indisciplina fiscal dando la imagen de la dueña de la casa que castiga a los miembros de la vivienda que se han gastado demasiado. Para Habermas, el problema no es éste y la actitud del gobierno alemán está generando unos sentimientos de clara hostilidad que están anulando el intento de conciliación con Alemania que se había conseguido después de la derrota del nazismo. Tampoco en esto le falta razón a Habermas. Basta leer la prensa de mayor tiraje en Alemania para ver el carácter ofensivo y arrogante que tales medios (con honrosas excepciones) están adoptando hacia los países llamados en la literatura anglosajona PIGS (cerdos) y que incluyen Grecia, Portugal, España e Irlanda, categoría a la que más recientemente se ha añadido a Italia (pasando de PIGS a GIPSI).
Hay que agradecer que un intelectual alemán de su talla critique y denuncie esta postura arraigada en el establishment alemán, que es profundamente equivocada pues las clases populares del Sur son víctimas, en lugar de responsables de la crisis del euro, como he señalado y documentado repetidamente (ver sección economía política de mi blog www.vnavarro.org). Pero además de injusta, esta postura moral del gobierno alemán es profundamente ofensiva, y está despertando agravios y recuerdos que hubieran sido mejor silenciar para el propio beneficio de Alemania. Como bien señala Habermas, esta arrogancia del gobierno alemán, que da pie al renacimiento del nacionalismo alemán, está despertando durísimas memorias en los países que derrotaron al nazismo. Grecia es un caso claro de esta situación. Brutalmente ocupada por las fuerzas nazis en la II Guerra Mundial, nunca ha recibido reparaciones del gobierno alemán desde el fin de aquel conflicto.
Habermas también tiene razón cuando añade que el problema es la falta de una estructura federal que termine con la situación actual en la que cada gobierno parece ir por su cuenta, reproduciendo una situación en la que los fuertes tiran hacia adelante, a costa de que los otros vayan para atrás. Hay que establecer, dice Habermas, una “Europa federal” y añade “democrática”, lo cual quiere decir, según él, una Europa con plena participación de la población a través de instituciones representativas que sean las que gobiernen esta nueva entidad política. Sólo así –afirma Habermas– se puede justificar una política fiscal y financiera europea, pues el principio que guió el establecimiento de Estados Unidos de América fue precisamente el de “no imposición de impuestos sin representación”. De ahí que la unión política sea un paso necesario para desarrollar la serie de medidas –desde la unión bancaria a la política fiscal- que deberían desarrollarse con mayor rapidez. Termina Habermas criticando al gobierno alemán y otros países por desatender tal urgente necesidad. Hasta aquí es difícil que un europeísta comprometido con el establecimiento de una Europa unida, justa y democrática, no esté de acuerdo con el filósofo alemán.
Ahora bien, dicho esto, hay un problema grave en su artículo que peca de excesivo formalismo. En otras palabras, no aclara el camino hacia el establecimiento de la Europa justa, federal y democrática. Asume, -a mi manera de ver erróneamente- que las instituciones ahora existentes nos permitirán alcanzar aquel objetivo. Y ahí está la enorme limitación del artículo de Habermas. Parece creer que las instituciones actuales tienen el potencial para convertirse en las necesarias para alcanzar este sueño futuro. Y es ahí donde tengo enormes dudas de que ello sea así. En realidad, el hecho de que las instituciones actuales sean profundamente no-democráticas, cuando no antidemocráticas, no es por casualidad. Que la única instancia de representatividad –el Parlamento Europeo- tenga un papel secundario, ajeno a las mayores decisiones que se toman en la UE y en la Eurozona, no es por casualidad. Ocurre siguiendo un diseño que se llama neoliberalismo, promovido por el capital financiero que hoy domina las instituciones europeas que “mandan” (y utilizo esta expresión deliberadamente) en la eurozona.
Un ejemplo de este mandar aparece cuando el director (el Sr. Draghi) de la institución europea más poderosa en la UE, el Banco Central Europeo, llama al presidente de España y le dice (o se lo escribe por carta) qué es lo que debe hacer, incluido el desmantelamiento del Estado del Bienestar español. Y el Sr. Rajoy lo hace. Y hoy estamos viendo el ataque frontal más duro que ha existido en España desde que se estableció la democracia en contra de su estado del bienestar.
Lo cual me lleva a otro tema, el de la Agencia de Cambio. En otras palabras, quién hará el cambio. El gobierno alemán representa el establishment alemán, en el cual el Bundesbank tiene enorme poder. No hay duda de que este establishment jugaría un papel importantísimo en configurar aquel proyecto supuestamente democrático.
Y ahí mi otra crítica a Habermas. Parece no ser consciente de que las clases populares de los distintos países de la Eurozona tendrán poca influencia en este desarrollo. De ahí deriva el excesivo formalismo de Habermas. Hoy los países de la Eurozona están en llamas. Más y más gente está saliendo a la calle. Y una enorme agitación (en gran parte silenciada en los grandes medios) está ocurriendo en la Unión Europea. No sabemos dónde llevará esta energía popular. Pero lo que sí debería estar claro es que las instituciones actuales, desde la Comisión Europea al Consejo Europeo y al Banco Central Europeo (que hoy gobiernan la Eurozona) son parte del problema y no pueden utilizarse para lograr la solución. Una nueva Europa se necesita con otras instituciones que desde el principio estén democráticamente gobernadas y que se vayan construyendo de arriba abajo, y que no sea un producto, una vez más, de las élites antidemocráticas que la están gobernando. Al lema de que “there is no taxation without representation” de la Revolución en EEUU hay que añadirle otro que lo guió “government of the people and for the people can not exist unless is by the people” (el gobierno para el pueblo no puede existir sin que haya un gobierno del pueblo). A no ser que la nueva Europa esté diseñada y gobernada por los pueblos de los países de la UE, esta nueva Europa no será de uso y servicio para ellos. Y lo que está ocurriendo es un claro ejemplo de esto. Es, en este sentido, una farsa que el Premio Nobel de la Paz se haya dado a la UE por su dedicación a la paz y a la democracia. La patética lista de Nobeles de la Paz (con honorables excepciones) es un ejemplo de la utilización abusiva de tal premio para fines políticos. Cualquier persona mínimamente objetiva puede ver que la Unión Europea se está construyendo a las espaldas de la población. Habermas así lo denuncia, pero se equivoca creyendo que las instituciones que hoy la gobiernan serán las bases para alcanzar la Europa justa, y democrática que todos queremos.
* Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
Fuente: www.NuevaTribuna.es