El gobernador de Morelos, Graco Ramírez Abreu, enfrenta la protesta social más fuerte de la historia de Morelos. La violencia en Morelos, la falta de respuesta de las autoridades, en hallazgo de fosas con cientos de cadáveres y la cerrazón del perredista para dialogar los problemas del estado han unido a izquierda y derecha.
Entre el gentío, entre los gritos y las consignas que exigían la renuncia de Graco Ramírez este martes por la mañana en Cuernavaca, México, tres mujeres caminaban solas, sin hablar con nadie. Pasado el mediodía, la marcha contra la inseguridad convocada en la capital del Estado de Morelos llegaba a la Plaza de Armas, frente al Palacio de Gobierno. Allí despacha Ramírez, el gobernador.
Las tres mujeres -madre, hija y nieta- vestían camisetas parecidas, pero no idénticas. En la parte delantera, la foto de un hombre, la misma imagen, Rodolfo García Aragón, un abogado asesinado en la ciudad el pasado mes de mayo. En la trasera, tres frases, una para cada playera: “justicia para mi padre”, “justicia para mi esposo”, “justicia para mi abuelo”.
El lunes 9 de mayo, García Aragón desapareció. “Vivimos en el barrio de San Cristóbal”, explicaba este martes Flor, su viuda. “Aquel día salió a desayunar como a las 9.30. De ahí se iba a ir a su despacho, en la colonia Amatitlán, por el centro”. Pero el abogado no llegó y dos días después apareció muerto, con un balazo en la cabeza. La revista Proceso señalaba al día siguiente que ya eran 15 los abogados asesinados durante el mandato de Graco Ramírez.
Días más tarde, colegas del abogado, un penalista reconocido en Cuernavaca, crearon el Frente Social Morelense con el auspicio del rector de la Universidad Estatal Autónoma de Morelos, la UAEM, el doctor en psicología Alejandro Vera Jiménez. El 24 de mayo, una caravana de autos organizada por el frente viajó a la Ciudad de México, a la residencia del presidente Enrique Peña Nieto. La intención era que Peña Nieto les recibiera y así convencerle de que mande fuerzas federales a Cuernavaca y al resto del Estado para combatir la inseguridad. La caravana acabó frente a la sede de la Secretaría de Gobernación. Allí, protestaron.
“Hasta la fecha”, explicaba Flor hija, “no hay sospechosos. Nos hablan bonito de la tecnología que tienen, pero eso no sirve de nada”. El tono empleado por estas dos mujeres recogía el sentir de los miles de ciudadanos que acudieron a la marcha y que luego se concentraron en el centro de Cuernavaca. Una buena cantidad de instituciones públicas y asociaciones y organizaciones de la sociedad civil –entre ellas la UAEM, asociaciones de transportistas, de comerciantes, de campesinos– cantaron contra Graco Ramírez, del izquierdista PRD y exigieron su salida del Gobierno estatal.
Las razones son varias. Los transportistas rechazan, por ejemplo, el nuevo sistema que quiere instaurar el Ejecutivo estatal, parecido al de la Ciudad de México, basado en autobuses que circulan por carriles exclusivos. “Quieren centralizar el transporte público”, decía el líder de los transportistas, Juan Carlos Franco. “Hasta ahora, un particular podía tener una concesión –una ruta– que explotaba y eso daba de comer a su familia. Ahora, el morebus irá por el buelvar Cuauhnahuac –la circunvalación de Cuernavaca- y a nosotros no nos dejarán ir por ahí. A nosotros nos dejarán recoger a la gente en las colonias y llevarlas al bulevar. Pero, igual que el morebus, tendremos que llevar pago con tarjeta. O sea, el dinero ya no lo manejaremos nosotros, sino el Gobierno de Graco”.
La universidad, por su lado, exige al Ejecutivo estatal el pago de una deuda que, según el rector, asciende a casi cincuenta millones de dólares, entre inversiones que no se han realizado y adeudos en el abono de pensiones, aguinaldos, etcétera.
Este tipo de reclamos vienen de lejos y no serían reseñables –al menos no atraerían un interés extraordinario– si no fuera porque casi todos los que tienen cuentan pendientes con el gobernador y su equipo se han puesto de acuerdo y han marchado juntos con el objetivo de echarle: hasta el poeta Javier Sicilia, que lideró un movimiento contra la violencia hace unos años en México, acompañó en la marcha este martes.
El punto de quiebre, decía el rector, fue el asesinato de Alejandro Chavo Varona en 2014. “Era un activista social y lo asesianaron, a él y a su esposa”. Como suele ocurrir en México, las autoridades dieron con los autores materiales, pero con los intelectuales. Y el rector da por supuesto que los hubo. Este asesinato ilustra de alguna manera el clima de inseguridad que vive la entidad desde hace años, siempre arriba en las listas nacionales de robo con violencia, secuestro, extorsión y asesinato.
El segundo punto de quiebre, según el rector, fueron las fosas de Tetelcingo. El año pasado trascendía que la fiscalía estatal había enterrado en una fosa irregular decenas de cadáveres, entre ellos, al menos, el de un muchacho plenamente identificado. ¿Por qué enterraron en una fosa común el cuerpo de un hombre identificado? ¿Por qué lo hicieron si la madre del muchacho preguntaba continuamente por el cuerpo en la morgue? La fiscalía lo achacó a un error, pero la falta de sensibilidad de los funcionarios, denunciada innumerables veces por Sicilia y el rector, elevó el caso a la prensa nacional y obligó a las autoridades a desenterrar decenas de cuerpos para comprobar si acaso la fiscalía había confundido más de un cadáver.
Durante meses, este año y el pasado, las quejas contra Graco, aspirante a la candidatura de su partido a la presidencia del país, fueron continuas, pero aisladas. Su Gobierno se defiende y dice que los datos de insegurdiad han mejorado. Y es verdad, pero para los convocantes de la marcha, ya no importa. Todos los que no quieren al Gobernador se han puesto de acuerdo. Sicilia lo decía esta mañana: “Graco debe irse y Morelos necesita un Gobierno de reconciliación”.
Fuente: El País