Alrededor del 60% de los 39 millones de niños ha sido víctima de algún tipo de violencia en su casa o la escuela y casi un 10% –más de tres millones—trabajan en condiciones de explotación y sin oportunidad de estudiar, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF-México)
La ruptura del vínculo familiar expulsa a muchos de ellos a las calles, donde enfrentan explotación laboral y sexual, exclusión, hambre, desnutrición, enfermedades, carencias e incapacidad para acceder a las garantías establecidas en la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por México en septiembre de 1990, afirma Víctor Inzua Canales, académico de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
Esa situación de vulnerabilidad en la que están miles de menores, sostiene el especialista, es el reflejo del fracaso de las políticas económicas instrumentadas en México en las últimas décadas.
De acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño los gobiernos están obligados a garantizar su derecho a la supervivencia; al desarrollo pleno; a la protección contra influencias peligrosas, malos tratos y explotación, y a la plena participación en la vida familiar, cultural y social.
En México, refiere Inzua Canales, están vigentes más de 60 normas y artículos para la protección y asistencia a este sector.
Sin embargo, sostiene en el marco del Día del Niño que se celebra el 30 de abril, la norma contrasta con la realidad de los menores en riesgo social que padecen explotación, desnutrición, hambre, enfermedades infecciosas, discriminación, exclusión y muerte por afecciones estomacales, gripe o influenza, neumonía o accidentes.
“En esta fecha, los discursos políticos reconocen la relevancia de la niñez como capital social del futuro, se organizan festivales y los pequeños reciben juguetes y regalos, pero para el 1 de mayo todo queda en el olvido”, fustigó.
Se trata, afirma, de “un problema estructural” que requiere atención urgente y participación multidisciplinaria.
Los programas e instancias orientados a atender a este sector requieren la capacitación de su personal y la participación multidisciplinaria de especialistas, sostiene.
De hecho, afirma que en la ENTS ya se puso en marcha un seminario permanente sobre niños en riesgo para analizar la problemática y diseñar nuevas metodologías apropiadas de intervención social.
El especialista, que ha trabajado con grupos de hasta 50 infantes en situación de vulnerabilidad, ha observado que quienes crecen en esas circunstancias son estigmatizados y sobreviven en un ambiente hostil y violento que moldea su conducta y personalidad.
Por ello sostiene que los programas vigentes requieren personal con vocación de servicio para los menores que viven en las calles y la educación constituye una acción prioritaria de intervención para inculcarles valores y rescatar su potencial humano.
Fuente: Apro