Por Poloma Símon
Padres desesperados. Algunos desembolsan hasta 1.200 dólares (más de 960 euros) en eBay por una muñeca Elsa, cuyo precio original no supera los 20 euros. Otros prometen fiestas de cumpleaños temáticas para acabar cosiendo a mano una versión libre del disfraz del año –el de las hermanas Elsa y Anna ha sido, según la consultora SLI System, el más vendido en Halloween–. Y muchos hacen, en balde, interminables colas en las tiendas oficiales de Disney a la caza y captura de algún artículo de merchandising de la cinta hasta convertir un local concebido para satisfacer las fantasías infantiles en «el lugar más triste de la Tierra», según el diario New York Post. Lo que podría parecer el argumento de la enésima película navideña en la línea de Un padre en apuros no es sino la historia real de un fenómeno que supera los tintes épicos de la historia que le da pie. Adaptación del cuento La reina de las nieves de Hans Christian Andersen, Frozen, el filme, estrenado hace ahora un año, ha pulverizado todos los récords. Es la película de animación más taquillera de la historia, por encima incluso de Toy Story 3 (2010), con una recaudación que superó los 16 millones de euros en España en 18 semanas. Y en YouTube los gorgoritos de Idina Menzel entonando la canción del filme han recibido más de 150 millones de visitas.
«Es como una droga», reconocía la madre de Jack Solomon, de cuatro años, a The New York Times en mayo. Ya entonces el periódico anunciaba la fiebre Frozen que asolaba a niños de entre cuatro y siete años, con testimonios tan ilustrativos como el de Rachel Thebault, la dueña de una pastelería en el muy trendy vecindario de Tribeca, en Nueva York, que admitía no haber despachado tantas tartas temáticas en su vida. «En los siete años que llevamos abiertos no había visto algo semejante», decía. Por no hablar de los progenitores, que compartían vídeos de sus retoños entonando el tema principal de la B. S. O., Let It Go, que se llevó el Oscar a la mejor canción original en 2013 (y que vendió el millón de copias necesario para obtener el Disco de Platino). La tonada no hace sino apuntalar un fenómeno que, por superar, hizo lo propio hasta con las expectativas de los ejecutivos de Disney, que gestaron el argumento a lo largo de dos años dinamitando, de paso, las reglas del género. «De repente, alguien en las oficinas de Burbank, California, soltó: ¿Y si fueran hermanas?», recuerda el codirector de la cinta, Chris Buck. «Ya habíamos contado la historia del bien contra el mal, del amor romántico… pero nunca antes habíamos hecho algo así», desliza Jennifer Lee, guionista y la otra mitad del tándem de dirección. «Frozen honra y subvierte a la vez las expectativas del público en lo que a una película de princesas se refiere», añade el guionista John August. «El elenco incluye al príncipe encantador, que resulta ser un villano. La respuesta está, una vez más, en el amor verdadero. Pero no en el sentido convencional del término, sino en el familiar».
El eterno estereotipo. Se equivocaba pues Sabina cuando cantaba que «las niñas ya no quieren ser princesas». Para encontrar un hito a la altura de Elsa y Anna, las heroínas de Arendelle, habría que remontarse «a las muñecas repollo», asegura Sean McGowan, analista de la industria del juguete en Needham & Co. «Los objetos vinculados a la película se han erigido en símbolos de estatus debido a la dificultad para hacerse con uno de ellos», apunta. Los dependientes del establecimiento de Disney en Times Square hablaban hasta de peleas entre padres. En España, las colas en las sedes del gigante de la animación fueron la tónica pre-Halloween.
La primera edición del salón de moda infantil The Petite Fashion Week, celebrado en noviembre en Madrid, incluía un espacio dedicado a las princesas Disney, con Elsa como principal atractivo. En Francia proliferan las fiestas de estética Frozen en las que, como apunta Le Monde, abunda el raso made in China, al que son tan aficionadas las pequeñas aspirantes a princesas. Por otro lado, Elsa y Anna –junto al resto de personajes de la película– capitalizan el espectáculo navideño de Disneyland París. Un protagonismo que se prolonga a España: ambas participarán en la cabalgata de los Reyes Magos de Madrid. «Frozen volverá a ser la reina absoluta en estas fiestas», pronostican desde Disney España, a la par que revelan cómo en la reciente inauguración de su primer establecimiento en Barcelona «hasta vino una mujer desde Bélgica para conseguir el disfraz de Elsa. Su vestido y la muñeca homónima son los superventas. Cada vez que se reponen, se forman colas de hasta tres horas a las puertas de los establecimientos Disney. Y se agotan ese mismo día», deslizan.
Un guardarropa encantado. Este fenómeno no se circunscribe a la infancia. La moda está viviendo su particular momento Frozen. Una tendencia que podría ilustrarse con las creaciones de Carolina Herrera, Rodarte o Valentino, diseños en tejidos vaporosos y colores bucólicos que harían las delicias de Elsa. El modelo azul, tan gélido como efectista, ha inspirado hasta un traje de novia, demostrando que este hito de la cultura popular traspasa fronteras… y edades.
Alfred Angelo presentó en octubre su particular versión del vestido nupcial inspirado literalmente en el de Elsa. El diseño se vendía en Estados Unidos a 1.399 dólares, peccata minuta si tenemos en cuenta que, según Jason Gillen, del equipo creativo de la marca, «ninguna mujer se resiste a transmitir una imagen de fuerza, valentía y belleza, máxime en el día de su boda. Las princesas de los cuentos de hadas en general, y de Disney en particular, constituyen una de nuestras fuentes de inspiración más recurrentes. Disney está asociado invariablemente a conceptos como alegría y felicidad, y el traje de Elsa, con su cola watteau y su tejido cuajado de cristales, es elegante, audaz y dramático», concluye Gillen.
Existen también adaptaciones digitales de la temática: la página de venta online Polyvore ofrecía ya en verano looks ad hoc con la heroína de Frozen como reclamo para vender, por ejemplo, una bandolera de Jimmy Choo. Huelga decir que se agotó. «El argumento de los cuentos de hadas siempre gira en torno a ideas como renacer de las cenizas, sobrevivir en tiempos de crisis, transformarse. En estos momentos inciertos, su esencia se hace vigente», reflexiona Teja Sindhu, comisario y director de arte, colaborador puntual de Carine Roitfeld y habituado a explorar las fronteras entre realidad y fantasía en la moda actual. «En los cuentos de hadas siempre hay un elemento de suspense, pero el final siempre es feliz», zanja. Por lo pronto, la segunda parte de Frozen se estrenará en 2015. Entretanto, habrá que conformarse con la oferta de la Disney Store… o hacerse con alguna de las prendas y accesorios que las grandes cadenas, como Primark, incluyen en su oferta. La democratización de la moda alcanza así a los cuentos de hadas.