Franquismo, un lastre para españoles

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El franquismo que no acabamos de echar es grave obstáculo para que la ciudadanía de España se libere de la crisis-saqueo 

Por Xavier Caño Tamayo*

La crisis no es sólo un saqueo, descarada transferencia de rentas de las clases trabajadores a la minoría rica; es también un ataque organizado contra la democracia, un vaciado de la misma. Por eso una característica del Reino de España, la permanencia del franquismo, es un peligroso agravante.

No solo por el severo deterioro de libertades civiles, derechos cívicos y políticos; que también. Tampoco por el hecho incontestable de que, por ejemplo, en Madrid haya aún más de doscientos espacios públicos con nombres franquistas. Calles, plazas y otros lugares públicos ostentan nombres directamente vinculados a la feroz dictadura franquista. Tampoco porque la inminente ley contra el aborto del gobierno del Partido Popular sea más autoritaria y restrictiva que las de las muy católicas Polonia e Italia.

El permanente franquismo es un agravante peligroso del fracasado modelo productivo. Un modelo que se inició en los 60 sobre el ladrillo y sigue a pesar de su fracaso. Domenech, Buster y Raventós han escrito con muy buena puntería que, en España, la actual “corrupción sistemática echa sus raíces en el capitalismo oligopólico de amiguetes en el que se transformó la estructura de poder empresarial del franquismo con las privatizaciones de la Transición”.

Buen indicador de esa corrupción es que los tribunales españoles investigan hoy 1.661 casos de corrupción política y financiera, al tiempo que más de 300 políticos profesionales están imputados por presunta corrupción. Aunque solo cuatro estén en la cárcel. Y ningún empresario o banquero, la otra parte del tándem. Pues para que haya corrupción son necesarios corrompido y corruptor. Otra línea directa del franquismo también.

Por eso sólo un 4,5% de contribuyentes declara a Hacienda más de 60.000 euros anuales. Por eso hay una economía sumergida del 25% del PIB, (una pérdida de recaudación por IVA de más de punto y medio respecto a la media de la Unión Europea). Por eso un tercio o más de billetes de 500 euros están en España, que ocupa el lugar 30 de corrupción de la lista de Transparencia Internacional, tras Chipre y Botswana.

Hay un sello inequívocamente franquista (cuando los poderes políticos estaban en indecente totum revolutum) en la reciente decisión de la Fiscalía de no investigar los contratos del ministerio de Fomento con los generosos empresarios donantes del gobernante Partido Popular. Porque esa investigación es impertinente, dijo el fiscal. ¿Impertinente? ¿Que molesta con sus exigencias? ¿Que se comporta con insolencia y descaro? ¿Inoportuna, indiscreta? Que eso significa sobre todo el vocablo impertinente.

Sorprende que, cuando una parte notable de ingresos públicos se van por la cloaca de la sistemática corrupción, no se quiera averiguar por donde se van y a beneficio de quien desaparecen. Como también lleva el sello del nunca expulsado del todo franquismo que en los primeros meses de gobierno Rajoy, éste gobernara con más de 30 decretos-ley.

Y, como recuerda Juan Luis Gallego, es muy franquista que en los últimos tiempos se dispare el más rancio y ridículo patriotismo que práctica por sistema el odio contra el contrario. Patriotismo que se opone con ferocidad y malas artes “a la integración de los inmigrantes, al laicismo, a la bioética, al matrimonio homosexual, al pacifismo, a la igualdad de mujeres y hombres, a la discriminación positiva en favor de la mujer…”.

Como dijo hace poco Carmen Negrín, nieta del que fuera presidente de gobierno republicano Juan Negrín, “el franquismo nunca se ha ido: se ha transformado, se ha adaptado y está muy presente en toda la sociedad española”. Hasta el muy conservador Financial Times ha publicado que los dirigentes del Partido Popular “no han acabado su viaje desde sus orígenes franquistas a un centro-derecha moderno”.

A quienes crean que no hay para tanto, recuerden, como ha dicho el historiador Paul Preston, que en el bando que se rebeló contra la legítima República, el bando franquista, “había un plan de exterminio” de todos quienes no estuvieran de acuerdo con ellos. ¿Qué tiene que ver hoy? Pues que realmente son mala gente, pintiparados para aplicar sin vacilar la doctrina del shock que nos explicó Naomí Klein.

El franquismo que no acabamos de echar es grave obstáculo para que la ciudadanía de España se libere de la crisis-saqueo.

Algo habrá que hacer.

* Xavier Caño Tamayo. Periodista

Twitter: @xcanotamayo

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias

ccs@solidarios.org.es

 

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