Francia y México: Una Sola Lucha

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Por John M. Ackerman

Don Julio Scherer García, faro de valentía, constancia y rigor periodístico.

Su espíritu ejemplar es hoy más vivo que nunca. Hasta siempre.

El pasado miércoles, el presidente francés, Francois Hollande, acudió inmediatamente a la escena de la masacre en la revista Charlie Hebdo y declaró tres días de luto nacional. En contraste, Enrique Peña Nieto todavía no ha pisado Iguala, y ha exigido a la sociedad mexicana “superar” la trágica pérdida de 46 luchadores sociales de la Escuela Normal “Isidro Burgos” de Ayotzinapa. En lugar de viajar a las montañas de Guerrero, el presidente mexicano prefirió ir primero a China y después a Washington para vender los activos del país y recibir órdenes del imperio. Se confirma una vez más para quién “gobierna” el actual ocupante de Los Pinos.

También llama la atención cómo numerosos comentaristas y políticos mexicanos se escandalizan con los ataques en París pero se callan frente a hechos similares en su propio país. Estos analistas de “high society” asumen una actitud abiertamente colonial desde la cual las vidas y los derechos de los europeos tendrían un valor más elevado que los de sus colegas latinoamericanos.

Tanto en el caso francés como en el mexicano, personajes fuertemente armados y bien organizados silenciaron importantes voces críticas. Ambas masacres son crímenes de lesa humanidad y constituyen inaceptables ataques a la libertad de expresión. Todos los mexicanos deberíamos solidarizarnos con el noble pueblo francés, de la misma manera en que ellos generosamente lo han hecho con la causa de los estudiantes de Ayotzinapa.

El hecho de que en un caso los ataques hayan sido reivindicados por islamistas y en el otro sean el resultado de la captura de las instituciones públicas, locales y federales, por el crimen organizado, no altera en absoluto la esencia de ambos crímenes. Tampoco cambia la situación el hecho de que en Francia las víctimas son caricaturistas y en México estudiantes normalistas. La principal actividad de ambos grupos es promover el análisis crítico de la sociedad y de las instituciones públicas.

Además, todos los informes internacionales demuestran que México es hoy uno de los países más peligrosos en el mundo para ejercer el oficio periodístico. Cotidianamente los periodistas críticos son amenazados, desaparecidos, encarcelados y acosados. Docenas de informadores han sido cobardemente asesinados en los últimos años, muchos directamente en su lugar de trabajo. Peña Nieto tampoco ha hecho nada para detener esta constante subversión de los principios democráticos de la República Mexicana.

Sería ingenuo atribuir las contrastantes respuestas presidenciales en Francia y México a las evidentes diferencias con respecto a las capacidades políticas o intelectuales de los mandatarios correspondientes. Tampoco estaría esto relacionado con las distintas “culturas políticas” en las dos naciones. Ambos pueblos comparten una gran tradición de tolerancia y respeto para los derechos humanos surgida de revoluciones sociales que pusieron el ejemplo al mundo: la francesa en materia de derechos civiles y políticos durante el siglo XVIII, y la mexicana con respecto a los derechos económicos y sociales en el siglo XX. Las dos tradiciones constitucionales se comparan favorablemente con el individualismo, el consumismo y la privatización del espacio público que predominan en Estados Unidos.

La verdadera razón por las reacciones tan disímiles a acontecimientos similares es que en Francia el gobierno federal tiene una relación fluida de rendición de cuentas con el pueblo, mientras en México el gobierno solamente responde a los poderes económicos y políticos, tanto dentro como fuera del país.

Las lealtades del gobierno mexicano quedaron claramente expuestas en la reciente visita de Peña Nieto a Washington. En su viaje, no se atrevió a recibir una sola pregunta de los medios de comunicación ni a reunirse con un solo mexicano migrante residente en el país vecino. El único anuncio relevante después del encuentro con Barack Obama fue que el gobierno mexicano está de acuerdo con la decisión del gobierno de Estados Unidos de implementar políticas “mucho más agresivas en la frontera” con México. Asimismo, Peña Nieto se comprometió a “mantener nuestra política de mayor control en la frontera sur” con Guatemala y América Central.

Tal y como se ha anunciado y propuesto en numerosos estudios de los think-tanks de Washington, se consolida la inclusión de México como fiel agente fronterizo dentro del “perímetro de seguridad” de Estados Unidos. O en palabras del general David Petraeus –antiguo comandante de las fuerzas de la ocupación en Afganistán y posteriormente titular de la CIA– y Robert Zoellick ­–quien fue presidente del Banco Mundial–, hoy se revive la idea de Fortress North America que se había desarrollado durante la Guerra Fría como una prevención y protección en caso de que los otros países del mundo cedie­ran frente a la fantasiosa “amenaza comunista” (Véase: http://ow.ly/GZ5iv).

Hoy la fantasía ha cambiado de nombre. No son los “comunistas” sino los “terroristas” quienes supuestamente ponen en peligro la democracia y las libertades humanas, cuando en realidad la principal amenaza al bienestar de los pueblos es la violencia criminal y censuradora promovida desde las más altas esferas del poder económico y político global.

El pueblo francés y el mexicano comparten una sola lucha. Tanto el movimiento de Ayotzinapa como la movilización en solidaridad con Charlie Hebdo son dos caras de la misma moneda: el pueblo en pie de lucha en contra de asesinos censuradores.

Twitter: @JohnMAckerman

Fuente: www.johnackerman.blogspot.com

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