Por Iván Restrepo
En los países donde se plantea extraer gas con esa técnica levanta protesta de los ambientalistas y la reserva de importantes especialistas. En nuestro país, Juan José Guerra, titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), reconoce que puede tener consecuencias adversas, generar algunos conflictos. Y para evitarlos se debe trabajar en normas complementarias para resguardar los recursos naturales. Se refería a la explotación del gas shale o fracking, una de las principales propuestas de la reforma energética que sometió a consideración del Congreso el presidente Enrique Peña Nieto.
El titular de Semarnat también coincide con las críticas de los ambientalistas hacia dicha explotación, pero segura que en la dependencia a su cargo intentamos implementar las mejores prácticas posibles, no hay duda de que cualquier actividad humana deja huella en el medio ambiente, pero si se hace como se debe hacer, cuidando las descargas de agua, va a ser un gran beneficio para el país.
El fracking (fractura hidráulica) se puso de moda especialmente porque crece el consumo de gas pues contamina menos que el petróleo y permite llegar hasta las reservas menos accesibles y extraerlas. En Estados Unidos se utiliza desde hace décadas y el gas así obtenido representa la mitad del total, pero recibe severas críticas por sus efectos en el medio ambiente y la salud pública.
El sistema requiere miles de litros de agua mezclados con arena y varios productos químicos. Esa mezcla se inyecta a alta presión en los yacimientos que se localizan en lo más profundo del subsuelo, en roca densa, a fin de liberar el gas natural. Mas diversos estudios muestran que la técnica contamina con metano el agua potable. Esto se debe a que en la mezcla para extraer el gas se utilizan sustancias muy tóxicas, como el benceno y el plomo. En total se reportan 29 que figuran internacionalmente por sus posibles o probados efectos carcinógenos.
Por supuesto, el poderoso sector empresarial energético niega que contamine o amenace la salud pública, pero algo anda mal cuando varias dependencias gubernamentales y el Congreso de Estados Unidos estudian el asunto en medio de las reservas más estrictas y anuncian que tomarán decisiones al respecto. No esperó los resultados el estado de Nueva York, que prohibió el fracking.
Un documental galardonado en el festival de Sundance abona la oposición. Se llama Gasland y muestra los efectos en los acuíferos del vecino país. Especialmente en Dakota (plagada de pozos de fracking) con imágenes impactantes de granjeros que prenden fuego con un mechero al agua que sale de sus llaves. Varios estudios, como uno de 2011 de la Universidad de Cornell, reafirman que la emisión de gases de efecto invernadero en ese tipo de explotaciones de gas es mayor que en yacimientos convencionales, incluso que en las de carbón.
Inglaterra y España anunciaron su intención de extraer gas recurriendo a dicha técnica. No lo harán Francia e Irlanda mientras en toda Europa cuestionan sus efectos en la salud y el ambiente. Y si es necesario arriesgar tanto para extraer un energético que no va a desplazar realmente el uso del petróleo como combustible en, por ejemplo, el sistema de transporte. Y porque cifrar las esperanzas energéticas en el gas así obtenido resta fuerza a las políticas que buscan impulsar las energías limpias, renovables. En el caso de España, gobernada por un partido al que poco le interesa la conservación del medio ambiente y la salud pública, establecer el sistema fracking seguramente se haría sin tomar las previsiones necesarias.
En México no tenemos la tecnología ni los especialistas para emprender esa explotación. Serían las trasnacionales energéticas, respaldadas con la publicidad de su poderoso lobby, las encargadas de hacerlo. Corrupción mediante. Tampoco contamos con un aparato burocrático que haga cumplir las normas ambientales que anuncia el secretario Abud. Ni siquiera para las existentes. No en vano Petróleos Mexicanos es origen de accidentes que causan daños al ambiente y la muerte de trabajadores y de quienes viven cerca de sus instalaciones o ductos. Con el fracking, pues, nada bueno en el horizonte.
Fuente: La Jornada