Por Ainhoa Muguerza Osborne*
La técnica del fracking o fracturación hidráulica consiste en la obtención de gas esquisto o pizarra a través de la perforación vertical y horizontal del terreno. De esta manera se inyecta a grandes profundidades y a fuerte presión agua, arena y fluidos químicos que logran romper la roca para liberar el gas.
Los riesgos que se derivan de esta forma de explotación son múltiples. Entre ellos se encuentran la contaminación de la atmósfera por la emisión de gases de efecto invernadero y agentes cancerígenos. Otro de los peligros es la actividad sísmica que su uso puede producir o la contaminación de los acuíferos y su deterioro; se estima que entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos de agua son necesarios en cada exploración.
Aun así, cuando los carburantes se reducen y el subsuelo se deteriora, el fracking logra alcanzar las rocas aún por explorar y obtener energía. “Los yacimientos más convencionales de petróleo o gas empiezan a agotarse y esta técnica permite llegar a zonas más profundas”, asegura Juan Carlos Muñoz-Conde, portavoz de la asociación Shale Gas España que se encarga de divulgar las ventajas del fracking en este país.
Muñoz-Conde insiste en que se trata de una tecnología “madura” y que goza de un amplio recorrido que avala su uso; En Estados Unidos se practica el fracking desde hace más de 30 años y existen alrededor de 50.000 pozos de extracción. En Europa, países como Reino Unido o Polonia poseen también una importante experiencia en este ámbito en el que se han producido escasos accidentes derivados de su uso.
Otro de los argumentos a favor de este tipo de fractura es la reducción de la dependencia energética del exterior que algunos países mantienen. “Su explotación disminuiría la factura del sistema energético, generaría puestos de trabajo y daría lugar a un beneficio neto al utilizar recursos propios”, afirma Ángel Cámara Rascón, director del informe elaborado por el Consejo Superior de Colegios de Ingenieros de Minas de España sobre las oportunidades que brinda el fracking. En relación a los posibles peligros medioambientales que conlleva, argumenta que no existe ninguna industria exenta de riesgos y que de lo que se trata es de “minimizarlos” y optar por la más segura y menos contaminante.
Esta idea contrasta con la observación del informe que resalta que España tiene unas reservas de gas esquito o pizarra equivalentes a las necesidades de 39 años. Pasado ese tiempo habría que replantear nuevas formas de extracción con una tierra empobrecida y unos recursos limitados.
“Esta tecnología se caracteriza por la utilización de unos sistemas devastadores para el terreno”, añade Cote Romero, directora de la empresa fotovoltaica Ecooo que aboga por el uso de las energías renovables. “Lo destrozan, queda inservible y afecta a los ecosistemas y eso sin contar con los riesgos para la salud humana”, concluye.
Además, los beneficios económicos que se derivan de su uso se concentran en las compañías capaces de utilizar esta técnica. “Son las empresas dedicadas a este sector las que pueden ser propietarias frente a la opción que dan las renovables al consumidor de ser productor”, asegura Mar Asunción Higueras, biológa y responsable del Programa Cambio Climático de WWF. Las fuertes inversiones que requiere su desarrollo y los elevados costes en el plano social y medioambiental la convierten a su juicio en una “apuesta ruinosa”. Además, las energías renovables al ser ilimitadas garantizan su consumo y el precio que se paga por ellas a diferencia de lo que ocurre con el gas.
El uso continuado de hidrocarburos y combustibles fósiles implica asumir que son recursos perecederos y contaminantes. No se trata de buscar la tecnología “más segura”, eficaz y rentable para disfrutar de ellos sino plantear una alternativa que se desprenda de esta necesidad.
La supuesta seguridad o los beneficios económicos del fracking no impiden que esta técnica conlleve riesgos o dinamite un sistema alternativo basado en las energías renovables.
* Ainhoa Muguerza Osborne/ Periodista
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Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias