¿Fin del PRD?

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Por Octavio Rodríguez Araujo

Si en 26 años el PRD no pudo actuar sin tribus en pugna, ¿por qué ahora sí podría?

Las tendencias y corrientes, los grupos y mafias en el interior de este partido, han existido desde su fundación, en alianzas algunas, disputándose cuotas de poder otras. El resultado fue que nunca lograron poner al partido por encima de sus intereses, ni por convicción ni por disciplina.

La crisis del PRD no es nueva ni única. Ha tenido otras en el pasado y, por momentos, no deja de sorprender que todavía exista como instituto político de interés público. Cuando se ha salvado ha sido coyunturalmente, ante elecciones, pero sobre todo por ciertos liderazgos que le han dado triunfos: primero Cuauhtémoc Cárdenas y luego López Obrador. Ahora ni uno ni el otro forman parte de las filas del partido ni significan algo positivo para su futuro. Tan es así que se han propuesto buscar entre ex militantes y personalidades sin partido quién pudiera dirigirlos. Este detallito quiere decir que no confían en el posible liderazgo unificador entre sus afiliados. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que no son confiables. Los perredistas ya no son confiables ni para ellos mismos, mucho menos para quienes son (somos) ajenos al partido.

Si buscáramos culpables del desastre que está viviendo el PRD bastaría volver la vista hacia los dirigentes de Nueva Izquierda y sus aliados, los llamados chuchos, que mediante triquiñuelas y traiciones se hicieron del partido para finalmente destruirlo. La renuncia de Carlos Navarrete a su dirección, antes de cumplir su periodo formal para el que fue elegido (designado), es la demostración palmaria de su fracaso y, peor, de que los llamados chuchos se han convertido en un estorbo para la salud de su organización. Son tan miopes que han llegado a creer que poniendo en la dirección a gente para ellos honorable su partido reflotará una vez más. Pero se equivocan.

El cáncer que padece el PRD, casi metástasis, está en la persistencia de las tribus, que no están dispuestas a pensar políticamente en función de su partido como un todo y que debiera ser más o menos homogéneo y no un rompecabezas de piezas que ni siquiera encajan.

Ya se habló antes de refundación, sobre todo después de la debacle que vivió en 2009. No la hicieron, y están pagando las consecuencias. Los parches que pegaron con saliva obviamente se desprendieron, y así les fue en 2012, y sobre todo en 2015, ya sin López Obrador como argamasa coyuntural.

¿Borrón y cuenta nueva? Se dice fácil, pero no parece posible. ¿De qué vivirán quienes en la actualidad y desde hace muchos años han usufructuado posiciones bien pagadas en puestos directivos pequeños y grandes? ¿Dónde y haciendo qué conseguirían otros trabajos? Ni siquiera crearon un fondo para su necesaria jubilación de la política, que es lo que muchos están esperando.

Quizá la alternativa es dar por muerto e incinerado al PRD y fundar otro partido. Pero, ¿quiénes lo formarían? ¿Los mismos que lo llevaron a su destrucción? ¿Las mismas tribus que en 26 años no entendieron lo que debió ser un partido y no un palenque de gallos? ¡Vaya!, ni siquiera por alianzas, pues ¿quién se aliaría con perdedores, y para qué?

Hay quienes dicen que el país no puede ni debe vivir sin izquierdas, pues serían el único contrapeso a las derechas que se han apoderado del país. Reflexión poco realista, debe decirse. Las derechas no se han apoderado del país, lo han tenido desde Venustiano Carranza hasta la fecha, quizá con la excepción del gobierno de Lázaro Cárdenas. Las izquierdas, en el mejor de los casos, no han pasado de ser testimoniales, y en ocasiones (muy pocas), un peligro electoral para esas derechas, tanto panistas como priístas. Morena, siendo complacientes, sería la izquierda más importante en el México actual, pero estaríamos de acuerdo en que sería una izquierda relativa, es decir, por comparación con las otras fuerzas políticas existentes.

Algo es algo, dijo el calvo cuando le salió un pelito, y quizá tendremos que aceptar que Morena es la izquierda posible y la mejor que tenemos (aunque sería más preciso calificar a este partido como centro-izquierda). Si es así, la previsible defunción del PRD podría servir para engrosar las filas de Morena; pero cuidado, ya que según el dicho (que no me consta), una o varias manzanas podridas pueden dañar a las demás. Lo más probable, sin embargo, será que las bases frustradas del PRD no estén podridas y que sus dirigentes, los que han estado minando a su partido, busquen acomodo en otros partidos (el PRI o el PAN, por extraño que parezca). Si se da el caso, seguro que no entrarán por la puerta grande, pues tampoco están en condiciones para vender su imagen como conveniente, mucho menos como necesaria. Mucha piedra tendrían que picar para convencer de que su trayectoria oportunista y convenenciera será una ventaja para el partido que les dé hospedaje.

Tantos años de esfuerzo de los perredistas bien intencionados, y al final, en estos momentos, no ven claro su futuro. Una lástima, pues todo indica que el enfermo está en fase terminal.

Un abrazo a Helguera

rodriguezaraujo.unam.mx

Fuente: La Jornada

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