FIFA y el mundial para principiantes

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El Principio de la salchicha o la ignorancia voluntaria)

 

Por: Pineda Jaimes

Quienes gustan de disfrutar de  la televisión estadounidense, pudieron ver hace días a John Oliver, uno de los comediantes más famosos de los Estados Unidos y su no menos popular show: Last Week Tonight. Ahí, en menos de 13 minutos desmenuzó y despedazó a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) o si lo quiere ver más optimistamente, presentó un programa a la Rius, algo así como “La FIFA para principiantes” o lo que todo mundo sabe de la FIFA y no se ha atrevido a decirlo.

Ahí reveló muchas cosas que de no ser ciertas, simplemente serían de risa loca. Con un estilo desparpajado y entre alburero para el humor mexicano, Oliver simplemente se dirigió a su auditorio con lo que llamó primero su Principio de la Salchicha, que luego elevó a teoría, al tratar de explicarlo, que a su entender, no es otra cosa que “si amas algo, nunca averigües cómo lo hacen”.

En pocos minutos trató de explicar al público estadounidense cómo es posible que un deporte como el futbol, enloquezca a millones de personas en el mundo, al grado de elevarlo a religión, mientras que en Estados Unidos “sólo sepamos que es el deporte que juegan las niñas o que la Federación Internacional de Futbol Asociación sea un videojuego”. Luego hace una pregunta interesante, palabras más, palabras menos: Si en Brasil el futbol es una religión, entonces, ¿por qué los brasileños no están felices con la Copa del Mundo?, para inmediatamente después pasar escenas de las violentas protestas que se registraron en varias ciudades brasileñas previas al inicio del Mundial de Futbol.

La respuesta está en las cifras. Brasil ha gastado 11 mil millones de dólares para la organización del mundial, cuando millones de brasileiros no tienen ni qué comer, dice Oliver en su video. En realidad la cifra es más espantosa. Cálculos conservadores ubican en 20 mil millones de dólares los invertidos en la copa, o gastados si usted así lo quiere ver, y otros, los más críticos, ubican esta cifra en 30 mil millones, que obvio, tendrán que pagar los brasileños, como lo están haciendo aún los sudafricanos, los japoneses, los coreanos, los alemanes, y hasta nosotros los mexicanos. Es decir, todo aquel país que se aventó a organizar un Mundial de Futbol. Estas estratosféricas cifras incluyen caprichitos que se dieron los organizadores brasileños. Normalmente la FIFA pide entre 6 y 7 estadios para desarrollar los 64 partidos de la justa, pero los cariocas dijeron: Nanay, ¿por qué seis? Y decidieron que su Mundial se jugaría en 12 estadios, incluido el de Manaos, construido a un costo de 270 millones de dólares, en plena selva amazónica, donde ni equipo de futbol profesional tienen y donde sólo se jugarán cuatro partidos de la competencia futbolera y después, ya no saben qué hacer con ese monstruo.

Pero lo que más sorprendió a Oliver y por supuesto a sus millones de seguidores, es saber el poder que tiene la FIFA y lo “cómicamente grotesca” que puede resultar ser, al saber cómo se define, sus objetivos y alcances. Por ejemplo, yo no se si usted lo sepa pero por ejemplo, este organismo de alcance mundial, tiene más países afiliados que la propia ONU, y por increíble que lo parezca se define como una organización “sin fines de lucro”, pese a que sus ingresos, (fondo de reserva le llaman ellos) es de poco más de mil millones de dólares.

Para otorgar una sede, la FIFA impone a los países postulantes su famoso “Cuaderno de Cargos”, que no es otra cosa que los requisitos que le exigirá al país que obtenga la organización y que deberá cumplir a pie juntillas, sin chistar. Lo de los estadios es nada, comparado con lo demás, donde están los verdaderos negocios de la FIFA. Los inmuebles que construye cada país sede es parte de la corrupción que este organismo deja al Comité Organizador local y su gobierno. El verdadero negocio está en otro lado. Por ejemplo, la FIFA impone al país sede sus propias leyes. Esto incluye la totalidad de exención de impuestos de todo tipo y a todos los niveles, federal, estatal o municipal. Esto le deja al organismo cerca de 250 millones de dólares por competencia. Además de que cualquier conflicto comercial que surja, se dirimirá bajo las leyes de la FIFA y no de los países locales, como quedó demostrado en Brasil. De acuerdo a Oliver, el país sudamericano en 2003 prohibió la venta de alcohol en los estadios de futbol, como una medida urgente y desesperada para poder disminuir el número de muertes en las canchas por este concepto. Al ser el país sede de esta copa, Brasil tuvo que cambiar su ley, dado que uno de los principales patrocinadores del organismo es la poderosa trasnacional Budweiser, quien a cambio de ello, es el único que puede vender su cerveza en los estadios mundialistas. Y este derecho lo hace valer la FIFA a sangre y fuego por quien sea y sobre quién sea, sin discusión alguna, como lo deja bien clarito en el video de Oliver,  el secretario Jerome Valcke, quien sin ambages dice: “Tenemos el derecho a vender cerveza”.  ¿Así o más claro? Y sin más,  el Congreso brasileño aprobó lo que hoy se conoce allá como La Ley Budweiser.

FIFA y el mundial para principiantes

Y podríamos seguir y seguir con los requisitos y requisitos que impone la FIFA a los países organizadores para mantener su negocio, que en esta ocasión será de los más jugosos de todos los tiempos, mientras que los jugadores, actores centrales de esta puesta en escena, si bien les va, les tocará un poco de la rebanada del pastel que se come la FIFA, porque el dinero no va hacia ellos sino a sus Federaciones, quienes después ven cómo hacen el reparto de esos ingresos entre sus seleccionados.

Así que si quieren algo de ese suculento pastel, tendrán que ser campeones para recibir 35 millones de dólares, según estimaciones de la revista Forbes, especializada en negocios. La subcampeona, 25 millones de dólares; el tercer lugar 22 mdd; y el cuarto, “sólo” 20 millones de dólares. Todas las selecciones que queden eliminadas en la primera ronda, tendrán un incentivo de tan sólo ocho millones de dólares. Más aparte todas las selecciones que participan, recibirán 1.5 millones de dólares para “gastos de preparación”. O sea que independientemente de lo que pase, cualquier equipo se podrá embolsar 9.5 millones de dólares nomás por irse a pasear a Brasil. Si un equipo pasa a los octavos de final recibirá 9 millones de dólares y si llega a cuartos, tendrá asegurados 14 millones de dólares. Así que nuestros amados “ratoncitos verdes”, pase lo que pase, tienen asegurados sus 9.5 millones de dólares, 500 mil más de lo que ganaron en el Mundial de Sudáfrica en 2010.

Las cifras a repartir van en aumento. En el Mundial de España en 1982, a donde México no asistió pues fuimos eliminados por Honduras, se repartieron “sólo” 42 millones de dólares, contra los 420 mdd de Sudáfrica hace cuatro años y los 576 mdd que se repartirán ahora en Brasil.

Mientras en medio de escándalos de corrupción, la FIFA ya tiene la mirada puesta en Rusia 2018 y por supuesto en Qatar, el multimillonario país ubicado en pleno desierto, donde se deberán jugar partidos a 50 grados centígrados. Bueno, de esto ya se dieron cuenta en la FIFA, y como no queriendo, cambiaron la fecha para que este mundial se juegue en el invierno qatarí. No importa que se tengan que mover todos los calendarios de las competencias en el mundo, principalmente las europeas. Lo dicho, negocios son negocios, como lo muestra John Oliver en su show, donde ciertamente su Principio de la Salchicha se cumple: “si amas algo, nunca averigües cómo lo hacen”, como en este caso al futbol, es mejor voltear la vista para otro lado. La ignorancia voluntaria, de la que hablan los mercadólogos en la actualidad para despacharnos toda clase de embutidos, que se reduce a un simple pero brutal: hoy todo se puede vender, porque siempre hay alguien que preferirá ver a otro lado.

— ¿Qué dijiste?

— ¡Gooool!

Hasta mañana. Buen día y buena suerte.

 

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