Por Salvador Camarena
El sábado Felipe Calderón Hinojosa desperdició una gran oportunidad de quedarse callado. O, peor aún, dilapidó una ocasión dorada para dar una muestra clara de institucionalidad. El ex mandatario panista fue descortés y dio una muestra no sólo de falta de estatura política sino que actuó de una manera que incluso pone en entredicho su capacidad de elemental análisis estratégico.
Todo lo anterior cupo en 140 caracteres. Todo lo anterior quedó evidenciado en las redes sociales. Todo lo anterior comenzó con un mensaje inoportuno y, por su fuera poco, equivocado.
La mañana del la captura del Chapo, el expresidente publicó en su cuenta de twitter: “Felicito al Presidente Peña Nieto, al Gral @S_Cienfuegos_Z, a@gobrep, y a @SEDENAmx por la captura de Joaquín Guzmán. Gran golpe.” Es problema es que, como es sabido, el panista posteó ese mensaje muchos minutos antes de que el presidente Peña Nieto, y su gobierno, confirmaran lo que todo mundo ya daba por un hecho pero que al no ser oficial tocaba esperar a que fuera precisamente la nueva administración la que, en sus términos, diera la versión oficial de ese histórico mérito.
Sin proponérselo, Calderón nos hizo recordar que uno de los signos de su sexenio es la torpeza. ¿Cuál era la prisa, la urgencia para salir a decir algo sobre un hecho que ya no le compete? En el pecado ha llevado algo de penitencia. Su mensaje estaba equivocado no sólo en la forma sino en el fondo. Felicitó al Ejército y no a la Marina Armada, encargada específica de la detención.
Horas después de su patinón, el michoacano quiso enmendar el fallo. Sin embargo, sólo empeoró las cosas. Su segundo mensaje al respecto fue este: “Dicen que fue @SEMAR_mx la que capturó a Guzmán Loera. Felicidades al Presidente Peña, al Srio. @AlmSoberon y a los marinos por este golpe”. ¿”Dicen”? ¿Cómo que “dicen”? Quién “dice”. Él, quizá Calderón lo ha olvidado, es un ex presidente de un país rico en recursos, cultura e historia. ¿Cómo puede ponerse en el nivel de los “dichos”, de los trascendidos? Cómo pudo trivializar sobre algo tan importante, la detención del líder de un cártel que ha provocado, y él lo sabe mejor que nadie, al menos en teoría, sufrimiento y muerte en miles de hogares.
Lo que mal comenzó terminó aún peor cuando no se pudo aguantar las ganas de tratar de colgarse del éxito del operativo. “El equipo creado especialmente en la @SEMAR_mx ha sido muy perseverante. Localizó a Lazcano, a Treviño y ahora a Guzmán Loera. Felicidades”. Aunque fuera cierto lo que dijo Calderón — que la Marina venía trabajado de tiempo atrás en el perfeccionamiento de sus capacidades contra los criminales–, eso ya no le tocaba decirlo a él.
Un ex presidente desinformado y protagónico es una mala etiqueta para alguien que anda buscando chamba de asesor. Qué empresario, qué político o qué institución querrá correr el riesgo de contratarlo a sabiendas de que su incontinencia en twitter debe caer como patada de mula en Los Pinos. De hecho, Calderón se ha rebajado al nivel de Fox y su verborrea, esa que tanto incomodó en su momento al michoacano.
La memoria escrita por José López Portillo sobre su presidencia no pudo tener mejor título. Se llama Mis tiempos, porque como ex presidente sabía que el 1 de diciembre de 1982 su vida política, su tiempo, había concluido.
Calderón tiene un sueldo más que digno a cargo, es decir sobre las espaldas, de aquellos que alguna vez gobernó. Los méritos de su paso por el máximo asiento de la República podrán aquilatarse cuando transcurra el debido tiempo. Pero el juicio que la historia hará de él ha empezado a contaminarse con lo que ahora hace como ex presidente.
A pesar de todo lo anterior, Calderón todavía tiene tiempo de entender que su salida en falso de este fin de semana puede ser una gran lección, un aprendizaje para que a partir de ahora esté a la altura de alguien que portó la banda presidencial, renunciando a todo acto de protagonismo político. Si no, el gobierno, la nación y la historia se lo recordarán.
Fuente: Sin Embargo