Por Carlos Fazio
En un devastador libro documentado con rigor, valiente y políticamente significativo, el humanista Robert Francis Kennedy Jr exhibe al encargado de manejar la pandemia de Covid-19 en Estados Unidos, Anthony Fauci, como un “charlatán” interesado en millonarios negocios personales, que ha servido de bisagra entre un espinoso entramado de militarización global planificada y la monetarización de la medicina; un proceso de “demolición controlada de la democracia constitucional estadunidense”, que conduce a un totalitarismo tecnocrático-digital y es llevado a cabo por la Big Pharma, el sector financiero, los gigantes tecnológicos oligopólicos de Silicon Valley y el complejo militar-industrial, incluyendo los servicios de inteligencia. En una alianza ideológica-intelectual con grandes conglomerados mediáticos, considerados algunos “independientes” y/o “progresistas”.
Según Kennedy, el doctor Fauci −“el médico más poderoso y despótico de la humanidad”−, en lugar de salvaguardar la salud pública de EU, convirtió los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) en una incubadora de productos médicos y es el principal arquitecto de la “captura institucional” ( institutional capture) de las agencias de gobierno, incluidas las de salud pública, por las corporaciones oligárquicas de la industria farmacéutica.
Lo acusa, asimismo, de que asociado con el megamillonario Bill Gates participó en la creación de la “fiebre del oro de las vacunas” con estrategias antiéticas, utilizando simulacros de pandemia en colaboración estrecha con el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Foro Económico Mundial de Davos y las principales corporaciones farmacéuticas y mediáticas.
El autor de El verdadero Anthony Fauci. Bill Gates, las grandes farmacéuticas y la guerra global contra la democracia y la salud pública (Skyhorse Publishing y Children’s Health Defense) es sobrino del ex presidente John F. Kennedy –asesinado en Dallas, Texas, en 1963– y pertenece al establishment más privilegiado de EU. Abogado y miembro del Partido Demócrata, lleva cuatro décadas litigando en defensa de las instituciones del viejo New Deal de Roosevelt y la Carta de Derechos ( Bill of Rights) de la Constitución, que intentan ser “capturadas” por intereses oligárquicos-corporativos a través de lo que él llama “títeres de calcetín” (“ sock puppets”).
Robert Kennedy Jr conoce a la perfección las entrañas del sistema. Como él mismo asevera y describe, su padre, el ex fiscal general de EU y luego senador Robert F. Kennedy, también fue asesinado. Éste en Los Ángeles, California, en 1968, por quien ese día le cuidaba la espalda: un hombre que trabajaba para la CIA, Eugene Cesar, quien le disparó cuatro veces a quemarropa. La investigación quedó a cargo de agentes de la CIA que operaban en América Latina, y antes del juicio fueron destruidas 2 mil 800 fotos recolectadas por la policía.
Según Kennedy, durante más de cuatro décadas Fauci ha sido un “agente” de la Big Pharma, cuyo entramado financiero involucra a grandes compañías fabricantes de fármacos y medicamentos con organismos estatales como el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) −del cual el propio Fauci es director desde 1984−, que se ha transformado en “una subsidiaria sin fisuras de la industria farmacéutica”.
Sus señalamientos sobre el poder acumulado por Fauci están apoyados en datos duros: el director del NIAID es el funcionario federal mejor pagado de EU, con un salario de 417 mil 608 dólares anuales (el presidente gana 400 mil); maneja un presupuesto anual de 6 mil 100 millones y obtiene otros mil 600 millones del Ejército para realizar investigaciones sobre armas biológicas; controla 57 por ciento de la financiación biomédica mundial directa e indirecta a través de los NIH, la Fundación Bill y Melinda Gates y el Wellcome Trust, y por lo tanto controla a los científicos que buscan financiamiento para sus investigaciones; posee 57 patentes de vacunas. Además, Fauci y otros funcionarios reciben hasta 150 mil dólares anuales en pagos de regalías por productos que ayudan a desarrollar y por la ejecución del proyecto de aprobación.
En su documentada investigación, Kennedy acusa al principal propagandista y vendedor ambulante de vacunas Covid-19 del Deep State, de haber seguido estrategias antiéticas desde el comienzo de la llamada pandemia corona, desde la obstrucción de tratamientos tempranos hasta la promoción de “dos remedios mortales: los ventiladores y el remdesivir” de los laboratorios Gilead, a medida que las ganancias farmacéuticas y los poderes burocráticos crecían y la salud pública decaía. El remdesivir, con “un perfil de seguridad catastrófico”, y donde la Fundación Bill y Melinda Gates tiene una gran participación, cuesta 3 mil dólares por tratamiento.
De manera conjunta con su socio Bill Gates −y para acorralar a los estadunidenses hacia la inyección para Covid como solución única−, Fauci no invirtió un dólar para estudiar o promover el tratamiento temprano con combinaciones de medicamentos que podrían reducir drásticamente las muertes y hospitalizaciones, suprimiendo, saboteando y haciendo la guerra a profilácticos más baratos y no tóxicos de la competencia, como, entre otros, la hidroxicloroquina, la ivermectina, el zinc y las vitaminas D y C intravenosa, disponibles en el mercado.
Simultáneamente, en un asalto a la garantía de la libertad de expresión de la Primera Enmienda de EU, Fauci y las corporaciones mediáticas aliadas censuraron las críticas a sus políticas en las principales redes sociales y colaboraron para silenciar cualquier información médica sobre terapias y tratamientos que podrían poner fin a la pandemia y competir con inyecciones y vacunas (Ver: Tratamiento Zelenko; Association of American Physicians and Surgeons; FLCCC Alliance, etcétera).
Como refiere en su obra Kennedy, en 2000, Fauci se reunió con Gates, quien le pidió asociarse con los Institutos Nacionales de Salud para inocular al mundo con una batería de nuevas vacunas. En 2009, ese acuerdo se rebautizó como “La Década de las Vacunas”, cuyo objetivo era implantar la vacunación obligatoria de todos los niños y adultos del planeta para el año 2020. Y desde 2016, eso iba de la mano con la Alianza ID2020 para una identificación digital universal, patrocinada por la alianza global para vacunación GAVI (Fundación Gates), Microsoft y Accenture, en asociación con la ONU.
En su libro, Kennedy afirma que el llamado capitalismo filantrópico de Bill Gates es utilizado por el magnate para acumular dinero: tiene una fundación en la que escondió 50 mil millones de dólares libres de impuestos, dinero que utiliza para controlar a las agencias de salud pública en EU y a la Organización Mundial de la Salud, lo que le permite establecer las políticas médica, farmacéutica y de salud pública mundial, maximizando los beneficios de su participación en grandes compañías del ramo.
Letales experimentos con niños
Sin embargo, Gates no atrajo a Fauci al lado oscuro de esta historia. Éste ya había pasado décadas jugando con la vida de las personas y sacrificando la salud pública por el beneficio. En particular, Kennedy expone el papel de Fauci en la epidemia de VIH en los años 80 del siglo pasado; construyó el NIAID en torno a un medicamento contra el sida llamado azidotimidina (AZT), un fármaco de quimioterapia tan tóxico que mataba a las ratas. El inventor consideró que no era seguro para uso humano y no lo patentó. Pero Fauci se asoció con él y aceleró su regulación haciendo trampa en los ensayos clínicos.
Según la revista SPIN, el AZT “era peor que la enfermedad y mataba más rápido que la progresión natural del sida si no se trata. El AZT había sido un medicamento contra el cáncer descartado debido a su toxicidad fatal, resucitado con los pacientes con sida con el pretexto de que de todos modos se iban a morir”. Fauci saboteó tratamientos alternativos y el AZT fue el medicamento más caro de la historia: 10 mil dólares por un suministro de un año (su fabricación costaba 5 dólares por dosis); mató a unas 330 mil personas.
Kennedy también exhibe los experimentos del tecnócrata Fauci con medicamentos tóxicos contra el sida en niños adoptivos negros e hispanos del Incarnation Children’s Center de Nueva York. Al menos 85 murieron, pero el número podría llegar a mil. Escribe Kennedy: “¿Qué oscura tendencia se encuentra en el Dr. Fauci que permitió supervisar y luego encubrir las atrocidades en el Incarnation Children’s Center? ¿Acaso supone que el sufrimiento y la muerte de niños son daños colaterales aceptables en su ‘noble’ búsqueda de innovaciones en salud pública? En el peor de los casos, es un sociópata que ha llevado a la ciencia a la escala del sadismo”.
Kennedy establece comparaciones con la recomendación de Fauci de usar remdesivir para tratar el Covid-19. Dice que éste copió la estrategia para obtener la autorización del uso de emergencia que usó en el caso del sida y que repitió a lo largo de su carrera para obtener aprobaciones de medicamentos ineficaces y letales, y aunque ganó mucho dinero con el AZT, no se puede comparar con las ganancias de Pfizer con su inyección anti-Covid: 35 mil millones de dólares en 2021. Y a diferencia del AZT, Pfizer está absolutamente libre de riesgos y nunca podrá ser demandada por lesiones o muertes.
Fauci −asevera Kennedy−, ha sido una figura clave en la planificación de pandemias, y no precisamente en cómo prevenir una sino en cómo crearla. Añade: “Las pandemias se han dramatizado y resultaron ser un completo fraude (…), Fauci y Gates tomaron las lecciones de otras pandemias falsas y la trasladaron al coronavirus. Quiero dejar claro que no estoy diciendo que el coronavirus no sea una pandemia o que no mate a mucha gente. Lo hace. Pero todos hemos sido manipulados por la exageración de los casos, las muertes y el oscurantismo de los datos”. En el capítulo 12, Kennedy documenta casi dos docenas de simulacros pandémicos de “bioseguirdad”, siendo la más reciente el Event 201 del 19 de octubre de 2019; todos con participación de las agencias de inteligencia. Todos planteaban cómo instaurar estados de excepción como remedio para afrontar la simulada amenaza.
Según Kennedy, la única métrica de Fauci es: “¿Cuántas vacunas hemos puesto? ¿Cuántos fármacos hemos vendido? ¿Cuántas comisiones estamos recibiendo?” Como explica en el libro, el NIAID se ha convertido en una incubadora para la industria farmacéutica. Afirma, también, que “entre 70 y 90 por ciento de las muertes y hospitalizaciones por Covid podrían haberse evitado y hay estudios que lo avalan. Sin embargo, prohíbe que la gente lo haga. Es un sociópata…”
Fuente: La Jornada